Operacion Tormenta Del Desierto
yomirksitho13 de Enero de 2015
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La Operación Tormenta del Desierto
La Operación Tormenta del Desierto fue un plan de ataque en dos fases llevado a cabo por Estados Unidos (bajo la presidencia de George Bush -padre-) y otras 34 naciones, con el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el marco de la invasión de Irak a Kuwait, iniciada el 02 de agosto de 1990, quienes se propusieron liberar el territorio.
Hacia fines de 1990 el Consejo de Seguridad de la ONU, con el acuerdo de la Liga Árabe, lanzó una última advertencia: los iraquíes debían abandonar Kuwait o entrarían en guerra. De la misma manera, intentaron valerse de misiones diplomáticas a los efectos de mantener la paz y resolver la cuestión en forma pacífica, derivando en un bloqueo total a Irak ante la negativa de Saddam Hussein de acatar lo propuesto.
Finalmente, el 16 de enero de 1991 las fuerzas militares multinacionales al mando del general estadounidense Norman Schwazkopf, compuestas por, aproximadamente, ochocientos mil hombres (cuyos quinientos mil eran americanos) iniciaron su participación bélica mediante bombardeos aéreos que se mantuvieron durante un mes, cuyo objetivo era evacuar Kuwait y propiciar la caída de la autoridad iraquí.
La respuesta de Irak fue el ataque con misiles (cohetes Scud) en la región de Arabia Saudita e Israel. La estrategia defensiva por ésta última consistió en la instalación de, lo que supuso una novedad en la carrera armamentista, cohetes Patriot, que a través de la teledirección por laser neutralizaban en vuelo a los misiles.
Tras esta primera embestida, se iniciaron las ofensivas por tierra. Este segundo ataque duró solo cuatro días, desde el 24 al 27 de febrero en que Kuwait y el sur de Irak fueron fuertemente bombardeadas y la capital kuwaití liberada. Aún así, los costos en vidas cobradas fueron significativos: doscientos mil iraquíes, cuyo cincuenta por ciento estaba constituido por civiles.
Las consecuencias del conflicto consistieron en una acentuación de la tensión interna entre los países árabes, entre aquellos a favor de Irak, Jordania, Yemen, Libia, Argelia, Tunicia y la OLP (Organización para la Liberación Palestina) y los que se pronunciaron en contra , apoyando a la coalición de las Naciones Unidas: Egipto, Arabia Saudita, Marruecos y Siria.
En lo que respecta a Irak, ésta tuvo que retirarse y aceptar un armisticio en nada beneficioso, consistente en el desarme nuclear y químico, entre otras penalidades. Aún así, el objetivo de derrocar a Saddam no se cumplió, quien si inmediatamente vio su figura debilitada, tuvo que sofocar diversas insurgencias internas: luchas civiles con los chiitas en el sur y con los kurdos en el norte, en ambos casos logró dominar la situación.
Kuwait restableció su Emirato, permitiendo regresar a su Emir que estaba refugiado en Arabia Saudita.
Invasión a Irak
Desde los años noventa, Irak formaba parte de los denominados estados gamberros. Durante 12 años, el régimen de Saddam violó 16 resoluciones de Naciones Unidas en torno al desarme. Sin embargo, durante esos años Irak fue contenido y en ocasiones castigado por transgredir las disposiciones de la ONU, por ejemplo, a través de bombardeos aéreos ante la violación iraquí de la zona de exclusión aérea.
Cuando las nuevas amenazas a la seguridad se redefinieron: terrorismo internacional y armas de destrucción masiva, Irak volvió a estar en el centro de los debates de la Casa Blanca. Al conformar el “eje del mal” junto a Irán, Libia y Corea del Norte, Irak pasó a representar una amenaza a la seguridad estadounidense.
La decisión estadounidense de atacar Irak y derrocar al régimen de Saddam Hussein tiene una larga data. La violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad posteriores a la primera Guerra del Golfo, la certeza norteamericana de que Irak fabricaba armas nucleares y posteriormente, las sospechas de lazos entre la red terrorista Al Qaeda y Saddam sentaron algunas de las bases sobre las que la administración Bush declarara su intención de ejercer un ataque preventivo.
El peligro que los rogue states y el terrorismo internacional significan para la seguridad norteamericana aceleró las prioridades del gobierno norteamericano respecto a Irak. Incluso antes de que terminara la guerra en Afganistán, Irak se había convertido en el nuevo objetivo de la política exterior de Estados Unidos. Confirmadas estas suposiciones en el documento que ya hemos analizado, la cuestión parecía ser sobre la forma en que el ataque a Bagdad se realizaría: bajo el mandato multilateral de Naciones Unidas o bajo la nueva doctrina de seguridad norteamericana.
En Septiembre de 2002, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Bush expuso su preocupación sobre Irak. Remarcó que su país se enfrentaba al desafío de grupos criminales y regímenes ilegales que, junto al terrorismo, amenazaban la seguridad común. Agregó que los peligros provenían de un régimen y solicitó la colaboración del Consejo de Seguridad para trabajar en las resoluciones necesarias para desarmar a Irak. Pero aclaró que Estados Unidos actuaría sólo si el Consejo no lo hacía[2]. Una semana después, antes de enviar una resolución al Congreso, advirtió que si el Consejo de Seguridad no trataba el problema de Irak, Estados Unidos lo haría[3] “le he dicho al pueblo americano que ocurrirá...Si las Naciones Unidas no actúan y si Saddam no se desarma, Estados Unidos liderará una coalición para desarmarlo”[4].
El giro definitivo en la cuestión Irak se produjo el 28 de Febrero, cuando el Secretario de Prensa de la Casa Blanca, anunció que el objetivo de Estados Unidos de Norteamérica no era simplemente el desarme de Irak sino que ahora incluía el cambio de régimen. El 5 de marzo de 2003, Francia y Rusia anunciaron que bloquearían cualquier resolución que autorizara el uso de la fuerza contra Hussein. El día siguiente, China declaró que adoptaría la misma posición. El Reino Unido reflotó una propuesta de compromiso, pero los cinco miembros permanentes del Consejo no se pusieron de acuerdo. De cara a una seria amenaza a la paz y la estabilidad internacional, el Consejo de Seguridad se paralizó.
El 20 de Marzo las fuerzas de la coalición, encabezadas por Estados Unidos, Gran Bretaña y España, iniciaron acciones militares contra el régimen de Saddam Hussein, violando las normas del derecho internacional que proscriben el uso de la fuerza (Art. 2, 4 de la Carta de Naciones Unidas). De esta manera, Bush cumplía lo que en enero había prometido ante el pueblo norteamericano: “Estados Unidos no depende de las decisiones de otros”. Esta frase coincide con lo sostenido por (Kennedy, P. 2003): “la impresión general que últimamente da Estados Unidos es que no nos importa lo que piensa el resto del mundo. Cuando necesitamos ayuda - para perseguir a terroristas, congelar activos financieros y habilitar bases aéreas a las tropas estadounidenses, jugamos con el resto del equipo; cuando no nos gustan los planes internacionales, nos damos media vuelta”.
Con o sin aprobación de Naciones Unidas, Estados Unidos de Norteamérica atacaría Irak. Fundamentalmente por dos razones: Estados Unidos se arrogó el poder de atacar primero (strike first) de acuerdo a su Estrategia de Seguridad Nacional. Su rol de única superpotencia mundial le permitió adoptar una política de aún por sobre el Consejo de Seguridad que es el encargado de reglamentar el derecho de recurrir al uso de la fuerza armada. Irak era para Estados Unidos uno de los objetivos en la lucha contra el terrorismo internacional y la proliferación de armas de destrucción masiva. En segundo lugar, porque Estados Unidos, en su condición hegemónica, busca consolidar su poder y evitar que su supremacía sea disputada por otros Estados. Como sostiene (Russell, 2003; p.7): “lo que estamos discutiendo es esencialmente el rol de Estados Unidos de Norteamérica en el mundo y distintas formas de ejercicio de poder”. Después de todo, la política se define como la lucha por el poder y por los recursos para aumentar ese poder. La presencia de Estados Unidos en Medio Oriente es esencial para preservar el actual statu quo y los intereses norteamericanos en la zona. Así lo indicaba (Brzezinski, 1998; p. 40) hace unos años, “Eurasia es el tablero en el que la lucha por la primacía sigue jugándose”. Este es el objetivo estratégico de Estados Unidos de Norteamérica.
Pero también es cierto que el Consejo de Seguridad se estancó. Desde la aprobación de la Resolución 1441[5], las discusiones al interior del Consejo giraron en torno a una posible autorización del uso de la fuerza si el régimen iraqui no aceptaba las verificaciones. Pero el régimen las aceptó. Entonces, se debatió durante cuanto tiempo se realizarían las inspecciones. Estados Unidos de Norteamérica amenazaba con que el tiempo se terminaba, mientras Alemania, Francia y Rusia solicitaban darle más tiempo al régimen de Hussein. La segunda resolución presentada por Gran Bretaña proponía el establecimiento de patrones de cumplimiento de la Res. 1441, la fijación de un plazo hasta mediados de abril para que Irak cumpliera con lo establecido y la presunción de que una falta de cumplimiento constituiría una violación material que habilitaría el uso de la fuerza. Sin embargo, Estados Unidos de Norteamérica ofreció un ultimátum hasta mediados de marzo. Francia, por su parte, se mostró inflexible con la nueva resolución, y amenazó abiertamente con utilizar su poder de veto. La lucha de poder entre los miembros permanentes del Consejo hizo fracasar la vía multilateral. Por eso, el Consejo de Seguridad fue una de las grandes víctimas de la guerra: su incapacidad
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