Palacios, Juan Manuel: "La Antesala De Lo Peor: La Economía Argentina Entre 1914-1930."
ARTURO4 de Junio de 2014
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Palacios, Juan Manuel: “La antesala de lo peor: la economía argentina entre 1914-1930.”
¿CONTINUIDAD O RUPTURA?
Para la perspectiva de la continuidad, este periodo, en el que la producción agropecuaria sigue siendo el sector más importante de la producción nacional y en el que la exportación de productos primarios sigue constituyendo elemento dinámico del desarrollo, pertenece claramente a la etapa de la economía primario-exportadora o del crecimiento hacia afuera.
En estos años, tanto la naturaleza del crecimiento como su signo son los mismos que antes de 1914 y solo puede percibirse un cambio en el ritmo del desarrollo que responde, más que a acontecimientos locales, a un crecimiento más lento de la economía mundial en su conjunto. Para esta óptica, el estallido de la primera guerra, lejos de implicar un corte fundamental con el pasado o un cambio en la matriz del crecimiento, representa una momentánea alteración del sistema. A lo sumo, lo que la guerra inaugura es una etapa en la que las fuerzas integradoras de la economía mundial pierden el impulso expansivo de la etapa anterior, con lo que el crecimiento sufre alguna desaceleración y se hace mas errático. Pero esa desaceleración no implico una interrupción de la prosperidad, ya que todos los índices relevantes de la actividad económica, de hecho, crecen entre 1910-14 y 1925-29.
Una perspectiva más atenta a las discontinuidades considera a los años que van de 1914 hasta 1930 como un periodo definido en la historia económica argentina que es necesaria considerar separadamente. Los años que separan a una y otra época, que van de la primera gran crisis al colapso final de los años dorados del sistema basado en el crecimiento hacia afuera, representan un definido periodo de transición que es necesario estudiar con herramientas conceptuales especificas.
Para esta perspectiva, la primera guerra mundial representa el gran shock externo del siglo XX y un corte fundamental en la historia económica argentina, aunque no inaugure un nuevo modelo de crecimiento. En primer lugar, porque por su intensidad no se trata de una crisis más entre otras. La paralización del comercio y los flujos de capitales y mano de obra fue tan drástica que hizo necesario un importante proceso productivo destinado a sustituir importaciones. Esta crisis, por otro lado, hizo tambalear el sistema monetario internacional y fue necesario el intervencionismo estatal para reencauzar las economías nacionales. Además, la crisis de 1914 es importante en tanto cristaliza ciertos procesos que ya venían anunciándose en los años previos y que iban a cambiar el escenario económico mundial de manera decisiva al final de la contienda. Por un lado, cambios en la composición de la riqueza hacen que los mercados para las materias primas se estrechen y se vuelvan más volátiles de ahí en más; por el otro, la hegemonía británica en la región, ya debilitada por el rezago de su propia economía, recibe con la guerra un golpe de gracia y será reemplazada inexorablemente por la de los Estados Unidos, que se convertirá en estos años en el centro de las finanzas mundiales y el principal proveedor de crédito. Este hecho, significo para los países latinoamericanos un cambio radical en la modalidad de inserción al mercado mundial, en particular para aquellos cuyas economías estaban estrechamente ligadas a Gran Bretaña como era el caso de la Argentina.
El periodo que inaugura la guerra es claramente de transición entre una época y otra, que a la vez que sigue viviendo del crecimiento hacia afuera, convive también con los elementos del mundo que viene. Indicios inequívocos de la nueva etapa son el límite de expansión horizontal de la agricultura: el gradual incremento de la participación relativa de la industria en el producto bruto nacional; el estancamiento de las inversiones británicas y el aumento exponencial de las norteamericanas; la reorientación del comercio exterior; la creciente importancia del petróleo respecto del carbón y el consecuente desarrollo de los caminos y de los automotores en detrimento del ferrocarril.
Con su irremediable decadencia, lo que se pierde luego de la guerra en países como la Argentina es “la confianza básica” en un sistema en el que el crecimiento parecía indefinido y sin fisuras, y los mercados, ilimitados y previsiblemente alcistas. La guerra, suele decirse, había marcado el fin de la belle epoque en la Argentina. En contraste con el cobijo que suponía el imperio informal británico, la creciente dependencia económica y financiera del nuevo centro económico mundial –de los Estados Unidos– se parecía mucho más a una intemperie.
El periodo 1914-29 tiene dos subperiodos definidos: uno de depresión, que se inicia antes de la guerra y otro de rápida recuperación y expansión, de 1917 a 1929. Más específicamente, a uno de depresión entre 1913 y 1917 le sigue uno de breve recuperación entre 1918 y 1921; una nueva recesión entre 1921 y 1924 y una renovada expansión entre 1925 y 1929, para caer luego en la crisis mundial desatada en ese último año.
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y SUS EFECTOS.
La crisis del financiamiento externo y del comercio exterior generó un importante drenaje de metálico del país que, dado el patrón oro vigente, se tradujo en una contracción monetaria y en una aguda crisis de liquidez. El dislocamiento consiguiente del sistema bancario y crediticio provoco la paralización del comercio y numerosas quiebras de empresas, lo que termino de decidir al gobierno a suspender la convertibilidad en el mes de agosto de 1914, para evitar que siguiera el drenaje de divisa. De manera tal que, aun antes del estallido de la guerra, la crisis ya se había desatado en la argentina en toda su dimensión.
En déficit comercial, en efecto se solución a poco de andar, de la mano de una recuperación de las exportaciones que van a generar importantes superávits comerciales durante la guerra.
Las exportaciones crecen, gracias a la demanda de guerra, que favorecía a las carnes congeladas y en conserva en detrimento de los cereales. Las importaciones por su parte, descendieron drásticamente. A las señaladas dificultades para la navegación se sumo la reestructuración de las industrias de los países europeos para satisfacer la demanda de la guerra, todo lo cual provoco la virtual paralización de sus exportaciones. Si la contracción general del comercio exterior hizo subir los precios de algunos productos alimenticios en el mercado mundial, la escases aun mayor de productos manufacturados hizo que los precios de los artículos de importación subiera aun mas que aquellos, empeorando en consecuencia los términos del intercambio para países como la Argentina y neutralizando en alguna medida los efectos positivos de la balanza comercial.
Es evidente que la guerra tuvo un efecto proteccionista para la industria en toda Latinoamérica, dada la protección natural que significo el drástico aumento de precio de las importaciones provenientes de Europa. Ese solo hecho no bastaba, para desarrollar de la noche a la mañana una industria que pudiera proveer al mercado interno de los países latinoamericanos los productos industriales que antes se compraban en el exterior. Por lo tanto, solo pudieron aprovechar esta circunstancia aquellos países que gozaban de un desarrollo previo de la industria y exhibían una capacidad instalada considerable, como Brasil Chile y en menor medida Uruguay.
El caso argentino es contradictorio. Su industria podía exhibir en 1914 uno de los mayores desarrollos en Latinoamérica y una considerable capacidad instalada.
Sin embargo, la recesión de la guerra había provocado una caída del salario real y una creciente desocupación afectando directamente el consumo. Por el otro, la misma caída en las importaciones afectaba a ciertas ramas de la industria, que dependían de insumos importados por su cadena productiva. De esta manera, mientras las industrias que transformaban materias primas nacionales (alimentación, vestido, mueblería) asi como los talleres de reparación de maquinas y herramientas pudieron crecer considerablemente, otros rubros como el metalúrgico (que dependían del hierro importado) se vieron resentidos.
Otro efecto de la disminución de las importaciones fue el impacto negativo que tuvo sobre las arcas fiscales. Como estas se alimentaban fundamentalmente de los gravámenes al comercio exterior el nivel de recaudación se vio reducido drásticamente. Este panorama fiscal se agravaba por el cese de las inversiones extranjeras, limitando seriamente la forma habitual de saldar el déficit fiscal con endeudamiento externo. El Estado recurrió al endeudamiento tanto externo, sobre todo con bancos norteamericanos, como interno emitiendo obligaciones.
Este endeudamiento no basto para solucionar la crisis financiera del Estado, que se vio obligado a una reducción forzosa del gasto público en dos sectores críticos como son los de las obras y el empleo público. Los recortes en esas áreas, a los que se sumaron la participación de la construcción privada (la de ferrocarriles se detuvo durante la guerra), y las numerosas quiebras de empresas generaron importantes niveles de desocupación.
EL LARGO PLAZO.
La guerra expreso en toda su dimensión el lento proceso de decadencia de Inglaterra y el patrón oro como eje del orden económico mundial y su reemplazo paulatino por la hegemonía de los Estados Unidos.
Por otro lado, el dislocamiento del sistema bancario y crediticio y la crisis de liquidez que genero la guerra, especialmente en Europa creaban otro nicho que Estados Unidos supo aprovechar a diferencia de Gran Bretaña, Estados Unidos era un país altamente proteccionista que aplicaba
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