¿Por qué apodaban a la esposa de Agustín Gamarra, “La Mariscala” o “Doña Pancha?

¿Por qué apodaban a la esposa de Agustín Gamarra, “La Mariscala” o “Doña Pancha?

Una mujer que dio un paso a la historia peruana, no solo por ser nombrada primera dama y estar casada con Don Agustín Gamarra. Sino por ser una mujer revolucionaria, valerosa, aguerrida e intrépida.

 A diferencia de otras mujeres, ella fue la primera mujer en participar en la política del Perú y llegar a las pugnas del poder.  Su nombre y apellidos son Francisca Zubiaga y Bernales. La familia Zubiaga y Bernales era muy acaudalada y Francisca tuvo muchos privilegios. Solo con 12 años, Francisca sintió una vocación religiosa, aunque esta idea no fue del agrado de sus padres, pero la fuerte influencia religiosa que reinaba en la época y la insistencia de su hija, consiguieron hacerles cambiar de opinión por lo que sus padres autorizaron su ingreso a un convento (1815), pero extremó las penitencias hasta caer enferma, por lo que debió retornar al hogar (1820). En medio de la efervescencia de la guerra emancipadora, su padre decidió volver a España, dejándola a ella y a sus hermanas en el Monasterio de la Encarnación.

Abandonada por su padre y viviendo en un tiempo en el que difícilmente una mujer podría subsistir sola, Francisca se vio obligada a encontrar una salida. En parte por amor, en parte por ansias de poder, Por entonces Francisca conoce a Agustín Gamarra, un hombre 20 años mayor que ella, educado y de buena posición, y se casaron en Diciembre de 1823. 

Por esos años la mujer estaba representada por la tapada limeña y las rabonas, las rabonas eran sacrificadas mujeres andinas que acompañaban al ejército, ellas servían de cargadoras y enfermeras en las agotadas campañas, La Mariscala fue la encarnación más alta de la rabona. La tradición cuenta que iba montando un caballo, armada y luciendo un traje militar, que ella misma dirigió la toma del pueblo de Paira y asistió a las conferencias de su esposo. Cuando su esposo llega al poder en 1829, ella llega a cumplir las funciones de jefe de estado; cuando su esposo se iba se iba a las guerras la dejaba a ella a cargo y en ese entonces le llamaron “La presidenta”. Ejerció un dominio absoluto, arrogante y exigía a los soldados tener buenos modales, pulcritud y elegancia en sus uniformes, fue entonces cuando comenzaron a llamarla La Mariscala, título que demostraba el respeto. Se dice que durante una celebración en el Palacio de Gobierno azotó personalmente a un oficial que presumía de haber tenido relaciones sexuales con ella. Si era verdad o no, nunca se sabrá, pero tubo valor de hacerse respetar.

En 1834 cuando Agustín Gamarra se subleva al gobierno de Orbegoso, ella lidero la insurrección de las Huestes Rebeldes de la capital, vestida con una capa azul y grana, bordado de oro, toda una jefa. Al fracasar la insurrección ella se fue al Callao y es donde la escritora francesa Flora Tristán entrevistó a la mariscala, la escritora la describe con estas palabras:

“Como Napoleón el imperio de su belleza estaba en su mirada, cuanta fuerza, cuanto orgullo y penetración… ella imponía el respeto, encadenaba las voluntades y cautivaba la admiración. El ser a quien Dios concede esa mirada no necesita de la palabra para gobernar a sus semejantes”

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