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Presentación resumida Halperín Donghi, Xavier Guerra y Antonio Annino


Enviado por   •  28 de Junio de 2022  •  Resúmenes  •  4.521 Palabras (19 Páginas)  •  55 Visitas

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El soberano y su reino

Francisco Xavier Guerra

Para este autor, ciudadano y nación son una invención social novedosa del mundo moderno, las cuales están íntimamente ligadas con la soberanía. Tanto el ciudadano como la nación tienen atributos múltiples que cambian según los momentos y lugares, de ahí que Xavier Guerra se proponga como objetivo principal estudiar el proceso de invención de dichas categorías en el marco del periodo que corresponde a la independencia, que es en el que precisamente aparece la modernidad en el mundo ibérico. Comienza entonces por analizar el lugar que ocupa la cuestión de la ciudadanía, continúa con el tema de si el ciudadano que aparece en el periodo revolucionario es ya el ciudadano moderno y finaliza tocando lo relacionado con la función que cumplen las elecciones. Ser y sentirse ciudadano no es algo ‘natural’ sino el resultado de un proceso cultural en la historia personal de cada uno y en la colectiva de una sociedad.

Antes que un interés por el ciudadano, durante la crisis revolucionaria los temas prioritarios son los de soberanía, representación y nación. En el caso hispánico y a diferencia del caso francés, la nación se afirma primero contra el adversario exterior (Napoleón y la España peninsular), es decir la nación no resulta por una consideración endógena, lo cual es sintomático y en últimas indica la creación de una modernidad política sobre la base de sociedades del Antiguo Régimen. Por otro lado, pero en este mismo sentido, el autor considera que en el caso hispánico hay una difícil transformación de la monarquía en nación moderna, no solo por la diversidad y lejanía geográfica entre Europa y América sino por las dos maneras de percibirla en cada uno de los lados del atlántico, aspecto este que finalmente no solo constituye uno de los puntos de divergencia entre americanos y peninsulares sino un problema para la creación del ciudadano, toda vez que el ciudadano es el componente elemental de la nación soberana, la cual como nos muestra Guerra, durante este periodo es incierta y problemática en lo relacionado con su estructura política y territorial. En este sentido, para los españoles la nación es unitaria y por tanto tiende a ser una entidad abstracta, mientras que para los americanos es plural (conjunto de pueblos, reinos, provincias, ciudades) y la representatividad implica un mandato imperativo.

Diferencias entre el ciudadano moderno y el vecino:

Citando a Pierre Rosavallon, Guerra señala que el ciudadano moderno puede caracterizarse por los atributos de universalidad, igualdad e individualidad, a los que añade el de abstracción. Esta concepción de ciudadano moderno la compara a continuación con la de vecino, propia del Antiguo Régimen y mucho más cercana a la del ciudadano de la Antigüedad. Señala entonces que la condición de vecino esta dada por la posesión de cuatro condiciones básicas. En primer lugar, por poseer un estatuto particular dentro del reino, es decir, ser miembro en pleno derecho de una comunidad política dotada de fueros, franquicias y privilegios. En segundo lugar, por gozar de un estatuto privilegiado pues en este caso la ciudadanía premoderna es inseparable de una estructura y una concepción jerárquicas de la sociedad. En tercer lugar, la ciudadanía pre moderna va aparejada con una concepción corporativa o comunitaria de lo social, se pertenece a un grupo estamental, territorial o corporativo, de lo contrario se esta por fuera de la sociedad, y finalmente, la ciudadanía pre moderna siempre corresponde a un hombre concreto, territorializado, cuya pertenencia a una ciudad o a otra le otorga identidad y orgullo.

Nos muestra Guerra entonces, que el ciudadano que surge en los textos de la época revolucionaria primero y en la Constitución de Cádiz después, es muy diferente del de vecino, y este surgimiento al tiempo que es paulatino, resulta como producto de una nueva concepción de la sociedad y de la política, las cuales siguen tanto el modelo de la Revolución francesa como de la conformación de la Unión Norteamericana, en las que encuentra semejanzas y diferencias. De acuerdo con el autor, en la Constitución de la monarquía española de 1812 elaborada por las Cortes de Cádiz, ya aparecen los principales elementos que determinan al ciudadano moderno, es decir, se tiene un imaginario de nación compuesta por individuos caracterizados a su vez por ser nacionales y tener derechos civiles y políticos. No se trataba entonces de una ciudadanía restringida sino de los inicios de una ciudadanía igualitaria y universal. La pregunta que se hace Guerra es sin embargo, si estos atributos de modernidad evidente representan una ruptura radical con el imaginario pre revolucionario y son tan modernos como parecen. Su respuesta es, que aunque dichas nociones son nuevas los hombres de la época tienen confusiones en su uso, lo que indica que han sido construidas a partir del imaginario tradicional y que conservan muchos de sus elementos, con lo que son continuas las referencias a la abundante jurisprudencia del antiguo “vecinazgo”.

La función que cumplen las elecciones: Aunque el ciudadano de la época revolucionaria forma ya prácticamente de todos los atributos modernos, lo que no es claro para el autor, es que para esta época ese mismo ciudadano sea un individuo desligado de una visión comunitaria de lo social, territorial y electoral. En el primer caso, el individuo esta íntimamente relacionado con sus pertenencias comunitarias, entre ellas, principalmente la familia, la cual aparece como la base de la nueva representación. Lo mismo sucede con la comunidad territorialidad puesto que los diputados de las cortes son por ejemplo, representantes de la nación y de su muy concreta comunidad provincial. Otro tanto pasa con el sistema electoral, que es una mezcla de disposiciones y prácticas que favorecen la individualización y reconocen o incluso refuerzan los comportamientos comunitarios, un ejemplo de este último caso es el hecho de que se conservó el marco parroquial de las elecciones lo mismo que las ceremonias religiosas y de tipo notabiliario que las acompañaba. Con el fin de analizar hasta que punto la votación es la expresión libre de un individuo autónomo, el autor se adentra en algunos pormenores del voto en primer grado.

Retoma entonces el carácter secreto del sufragio, demostrando que este no lo es del todo, ya que es conocido por los miembros de la mesa electoral. Así mismo, retoma el tema de la representación, indicando el significado que tenía en una época en la que el objetivo era crear a través de la Constitución, una comunidad política, igualitaria y soberana, lo mismo que formar una asamblea que expresara la voluntad y obrara por el interés general.

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