¿Pudo haberse evitado la Guerra Civil española?

El 17 de julio de 1936 se inició una insurrección militar en Melilla, desde allí se extendió rápidamente y durante el 18 y 19 de ese mismo mes, llegó a la península y los archipiélagos.

El golpe triunfó en Galicia, en Navarra, con el general Mola en Pamplona, o en Sevilla pero fracasó en importantes ciudades como Madrid, Barcelona y partes del País Vasco.

El fracaso de la insurrección en diversas partes del país, hizo que este se dividiera en 2, y comenzó así la Guerra Civil.

Para entender el por qué de la sublevación militar, hay que explicar el contexto en el que se produjo.

Al final la dictadura de Primo de Rivera, la Monarquía se queda sin apoyos y aparece así la 2ª República, una república creada por monárquicos, o como mínimo republicanos ultraconservadores, como Miguel Maura que dice en su libro Así cayó Alfonso XIII: ‘La monarquía se había suicidado y, por lo tanto,o nos incorporábamos a la revolución naciente, para defender dentro de ella los principios conservadores legítimos, o dejábamos campo libre, en peligrosa exclusiva, a las izquierdas y a las organizaciones obreras’. Finalmente Maura, junto con las clases políticas conservadoras, tanto monárquicas como republicanas lograron instaurar la república por la vía legislativa, una república creada por conservadores. Ante estos hechos Manuel Azaña dijo en un discurso pronunciado en BCN: ‘La monarquía no la restaurarán más que los republicanos, del mismo modo que los monárquicos han traído la república’.

El nuevo gobierno republicano no llevó a cabo medidas, que se suponía eran evidentes que llevara a cabo, como expropiar a los grandes terratenientes y socializar sus tierras, nacionalizar la Banca, disolver la Guardia Civil, legislar por decreto sobre la cuestión religiosa, etc… produciendo así una gran decepción al pueblo republicano. Esto hizo que la derecha mas reaccionaria se envalentonara y emprendiera una lucha sin cuartel contra la república, mientras que la verdadera izquierda quedó defraudada y fue distanciándose.

Mientras el ala izquierda del anarcosindicalismo se lanzaba por la vía insurreccional contra el régimen, llegando a, en mayo de 1931, la quema de conventos, que tuvo como consecuencia que Miguel Maura obtuviera plenos poderes en las cuestiones de orden público y llevara a cabo una gran represión contra los militantes de la CNT.

En 1933 la derecha se hizo con el poder tras ganar las elecciones con Gil Robles y Martínez Velasco a la cabeza, e intentó acabar con el régimen republicano legalmente y desde dentro, pero por si acaso la facción más extremista preparaba un golpe por si el proyecto legalista fracasaba (Calvo Sotelo).

A mediados de los años 30 en Europa triunfaban los extremismos (Hitler en Alemania, Stalin en la URSS, Mussolini en Italia) esto hizo que la lucha política también se radicalizara en nuestro país y se dividiera en ‘derecha’ e ‘izquierda’. La ‘derecha’ formada por la CEDA con Gil Robles a la cabeza, Renovación Española dirigida por Calvo Sotelo y Falange Española de Jose Antonio Primo de Rivera, todos estos grupos tenían un carácter bastante extremista. Mientras que la ‘izquierda’ la formaban Izquierda Republicana con Manuel Azaña, el PSOE con Indalecio Prieto y Largo Caballero que representaban el ala más moderada y más radical del partido, el PCE que seguía las direcciones de la Komintern, la CNT, aunque bastante débil y Esquerra Republicana de Catalunya dirigida por Luis Companys.

En 1934 la entrada de 3 ministros de la CEDA al gobierno fue interpretada por los partidos de izquierdas como el triunfo inminente del fascismo y llamaron a una huelga general contra el gobierno como protesta, la revuelta fue duramente reprimida y el resultado fueron más de 1.300 muertos. El gobierno respondió con un endurecimiento de su política y la tensión fue creciendo en todo el país.

En 1936 salió a la luz el escándalo del Estraperlo, que golpeó duramente a Lerroux y al gobierno de derechas que gobernaba el país, y se convocaron nuevas elecciones a Cortes en febrero.

A las elecciones se presentaron las siguientes candidaturas: el Frente Popular, constituido por Izquierda Republicana, PSOE, PCE, POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y Esquerra Republicana; la coalición formada por la CEDA y Renovación Española y Falange y PNV por su cuenta. La izquierda venció (la derecha no aceptó este resultado y Gil Robles ya había advertido al presidente de la República que ganase la derecha o la izquierda, no quedaba otras salida que la guerra civil, y la misma noche de las elecciones se dirigió al jefe del Gobierno, Portadela Vallares para indicarle que debía declarar el estado de guerra, pero este se negó; entonces Gil Robles se dirigió a Franco y a otros generales para preguntarles sobre un posible golpe de estado, pero decidieron que no era el momento adecuado (pero estaba claro que con esa actitud, la guerra civil era, en este momento, inevitable) y Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República y proclamó: ‘Es necesario que los españoles dejen de fusilarse los unos a los otros. Nosotros no hemos venido aquí a presidir una guerra civil, sino más bien con la intención de evitarla.’.

El gobierno inició rápidamente una serie de medidas reformistas como el alejamiento de Madrid de los generales más sospechosos de golpismo (pero no su expulsión del ejercito, un grave error), el restablecimiento del Estatuto catalán o la reanudación de la reforma agraria. La izquierda optó por una postura progresista, pero trataron de hacer creer al pueblo, que el ejército era leal a la República (totalmente falso y ellos lo sabían). Mientras, la derecha, buscaba la forma de poner fin al sistema democrático.

La iglesia y los militares conspiradores se envalentonaron ante esta actitud tan ‘débil’ del gobierno.

Desde abril se produjeron enfrentamientos violentos entre falangistas y milicias socialistas, comunistas y anarquistas.

Mientras, la conspiración militar contra el gobierno avanzaba, la derecha revolucionaria

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