RESUMEN RAUL FRADKIN- JUAN CARLOS GARAVAGLIA LA ARGENTINA COLONIAL
Mariana De UriburuResumen26 de Marzo de 2019
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RAUL FRADKIN- JUAN CARLOS GARAVAGLIA.
LA ARGENTINA COLONIAL. El Río de la Plata entre los siglos XVI y XIX.
CAP. 6. Vivir bajo cruz y campana. (La Iglesia como poder eclesiástico y el Cabildo como lugar del poder jurídico-administrativo). Las ciudades y los pueblos.
- La ciudad como cuerpo.
La ciudad tenía sus títulos, su jurisdicción, su santo patrono y un estandarte que simbolizaba la unión con el rey. Estos lazos constituían identidades locales y sentimientos de pertenencia al imperio. La vecindad era la categoría social de este orden político llamado ciudad. Y estas categorías constituían actos de enunciación, como construcciones mentales que la sociedad utilizaba para identificar y clasificar a sus miembros, y no como un reflejo real de lo que cada uno era. Estas construcciones mentales también se reflejan en lo que se quería mostrar de la ciudad, como los muros y murallas, una urbanización y edificación; el reflejo de esto son mapas y acuarelas que denotan algo que debía ser pero efectivamente no ocurrió así.
Los atributos para “pertenecer” tenían implicaciones legales y jurídicas, y expresaba lazos sociales de integración, lealtad e identificación como una comunidad. Acceder por reconocimiento. Los que habían sido reconocidos como vecinos y eran aceptados por sus costumbres regulaban quienes podían ser admitidos. Los grupos dominantes eran cerrados y abiertos: cerrados porque reproducían la preeminencia social que circunscribía al grupo del resto del conglomerado urbano; y abierto porque esas prácticas requerían la incorporación de nuevos miembros.
Era importante tener domicilio fijado en la ciudad; pero más lo era ofrecer demostraciones de lealtad, aunque uno no residiera de forma permanente en ella, se podía ser vecino y residir en una hacienda de la campaña; también se esperaba que este fuera cabeza de familia y tenga la casa poblada; ser propietario era necesario pero no suficiente. La lealtad se mantenía ejerciendo cargos que sirvieran a la ciudad, aunque no fueran remunerados, como la contribución en caso de necesidad y defensa, servicio de milicia y su cursus honorum eran de obligación ineludible.
Cada ciudad era una entidad política y la cabecera de una jurisdicción, (la ciudad como una república) con una zona más amplia que era rural y estaba subordinada. El Cabildo era el sistema de justicia, un cuerpo jerarquizado, una corporación de vecinos, pero en la práctica la elite urbana tenía una suerte de autogobierno local, que se encontraba por encima del Cabildo, que solo tenía una reducida capacidad de participación efectiva. Esta tenía que compartir su poder con la Iglesia o la burocracia local.
Anteriormente en las ciudades tenían un peso considerable las familias descendientes de los conquistadores que habían sido beneficiados por la Corona con la asignación de encomiendas y mercedes de tierra. Estas elites en el siglo XVIII se renovaron y los lugares más prominentes fueron ocupados por la “gente decente”, “sana y principal” del vecindario o la “gente de razón”, provenientes de la Península. Su incorporación se da por la unión matrimonial con las hijas de algún destacado comerciante o la asociación mercantil y crediticia, y ambos provenían del mismo pueblo de origen. Se conformaban grupos de afinidad de intensa identidad regional que atravesaban a la elite. Este entramado de vínculos, a la vez étnicos, parentales y comerciales, conformaba la estructura básica de la empresa mercantil colonial. Estas relaciones se dan en forma de redes más o menos jerarquizadas, y estructuradas en torno a relaciones personalizadas que atravesaban el entramado administrativo y superar los marcos del imperio, articulación que dependía del engarce con las instancias de poder y administración.
- Las ciudades y el mestizaje.
Era un conglomerado de grupos heterogéneos y variables. La “gente decente” se percibía como homogénea y definidos por la “plebe” de la ciudad. Por eso en el siglo XVIII en adelante se exigían certificados de “pureza de sangre” para ejercer cargos u oficios. Los datos que se tienen con más precisión son hacía la década de 1970 en adelante. Se cree que la población “urbana” era una porción reducida del total, ya que en los censos y padrones no se discriminaban la población urbana de la rural.
El autor describe un panorama de la información que se tiene de las distintas ciudades o gobernaciones, que actualmente son las provincias, de Tucumán, Salta, Catamarca, Jujuy, La Rioja, Santiago del Estero, Córdoba, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires, Asunción y Montevideo.
-En la Gobernación de Tucumán el 80% residía en las campañas y un poco más del 20% en curatos rectorales. Y la situación difería de acuerdo a cada región. En Salta y Catamarca en estos curatos vivían más del 40%, en La Rioja el 20%, y en Santiago del Estero y Jujuy cerca del 10%. En la ciudad de Córdoba que era la más grande del Tucumán colonial el peso de la población en las campañas era mayor, cerca del 83%.
- En Buenos Aires se observaba un contraste importante, en las ciudades se albergaba a un 65% de la población. Así cada trayectoria era distinta y se expresaba de modos distintos de inserción en la estructura regional.
- En el segundo ciclo fundador desplegado durante la mitad del siglo XVIII se vivió una segunda fase de urbanización. Aumento el número de ciudades y de villas; las antiguas aumentaron demográficamente y adoptaron modos de vida y administración territorial más urbanos. Pero estas ciudades estaban muy lejos de ser blancas y españolas, por el contrario, fueron polos de atracción de población de muy diversos orígenes provenientes de la Península, de África y de Brasil; de esta manera las ciudades se formaban como un conglomerado mestizo.
Así lo podemos ver en la ciudad de San Salvador de Jujuy donde el peso indígena y mestizo era abrumador, con una abigarrada composición socio-étnica, a diferencia de ésta en Salta se observa la riqueza de sus edificios y el poderío de la elite local. Salta era un importante centro de redistribución mercantil, el enriquecimiento de la elite y el crecimiento demográfico permitieron la apertura de nuevos barrios o villas.
-La ciudad de Catamarca dentro del Tucumán, tenía una notable proporción de población afro-mestiza, casi un 75% de castas afroamericanas. En Santiago del Estero los esclavos eran escasos y los españoles eran apenas un cuarto de la población, que rondaban los 1700 habitantes, la ciudad era en su mayoría india y mestiza, y la zona rural predominaba. La ciudad de San Miguel, como cabecera de jurisdicción era la ciudad mas poblada de la Intendencia. La mitad de la población era en su mayoría españoles e indios, y la otra estaba integrada por castas libres y esclavos.
- En la ciudad de Córdoba encontramos más de 7000 habitantes, con un 38% de población esclava. En la población rural encontramos más de 37000 personas superando a la de Buenos Aires. Para 1813 el 40% de esta población era española, un 19% de esclavos y un 41% de indios y castas.
-En Buenos Aires para 1778 teníamos 26000 habitantes, siendo la ciudad más poblada del futuro territorio argentino, pero no así del Virreinato. Hasta 1820 su población urbana fue superior a la de la campaña, se creía que el 66% eran españoles y cerca de un 30% eran negros y mulatos. Superaba en población a Lima, la Paz y a la de Potosí, pero estaba muy lejos de México.
- La segunda ciudad en importancia en el litoral rioplatense era Montevideo, y luego Asunción. Más lejos venían Corrientes y Santa Fe.
- En Mendoza la población era menor sin embargo con una composición parecida a la de Buenos Aires, con un porcentaje importante español. Las ciudades de San Juan y San Luis no superaban los 8000 habitantes entre las dos.
Las ciudades eran reducidas, con grados de urbanización muy diversos en sus distintas áreas, y solo algunas se destacaban por su tamaño e importancia. Pero así seguían siendo el lugar elegido para concentrar la población española, y el gran número de esclavos y los distintos grupos de mestizos. Allí se concentraban los grupos de poder.
- Las villas y los pueblos.
La Corona a fines del siglo XVI intentó una “reducción general” que pretendía que las comunidades indígenas adoptaran un modo de vida urbanizado: el pueblo debía edificarse en torno a una plaza (la plaza como espacio público por excelencia, allí ocurrían las celebraciones mas importantes y se encontraba el mercado) y su iglesia en el centro; y adoptar formas institucionales hispanas como el Cabildo y las Cofradías. Se pretendía forjar dos mundos corporativamente organizados y jerarquizados, por un lado la ciudad como república de españoles y en los pueblos la república de los indios. Fue un modelo ideal rígido y fijo que no se correspondía con la realidad social signada por la movilidad.
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