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Resumen Los primeros agricultores de la Península Ibérica de Almudena Hernando


Enviado por   •  3 de Noviembre de 2015  •  Resúmenes  •  5.330 Palabras (22 Páginas)  •  83 Visitas

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PREHISTORIA GENERAL - 2015

PRIMER PARCIAL LECTURA COMENTADA

Los primeros agricultores de la Península Ibérica: una histografía crítica del Neolítico. Síntesis, Madrid.

GRUPO 11

Julia Melián, 5.064.497-5


En el presente trabajo nos proponemos exponer las ideas principales de la primera parte de la obra “Los primeros agricultores de la Península Ibérica” escrita por Almudena Hernando Gonzalo en 1999. Dentro de este marco, analizaremos la información brindada por la autora tanto como la postura que toma en dicha exposición, destacando así los aspectos vinculados a los intereses de Hernando a la hora de escribir. De este modo, partiremos ubicando a la autora en su contexto actual para posteriormente empezar el recorrido por la introducción de “Los primeros agricultores de la Península Ibérica”. Luego nos centraremos en el capítulo número uno de su obra, exponiendo de forma resumida los datos que la autora comparte con respecto al Neolítico entendido como una etapa arqueológica tanto como al Neolítico entendido como una etapa socio-cultural. En este sentido, profundizaremos en dos autores: Vere Gordon Childe y Barbara Bender, el primero correspondiente a la concepción arqueológica del Neolítico y la segunda vinculada a la idea socio-cultural de este. Ya finalizando, se expondrán algunas ideas relacionadas a los aspectos paleoecológicos y el conjunto material vinculado al tema. Para terminar se comentará de forma resumida nuestra propia percepción del trabajo en general.

Almudena Hernando Gonzalo es una arqueóloga y ensayista española que actualmente se desempeña como profesora titular en el Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid. Sus principales líneas de investigación, según su perfil académico de la UCM, son la teoría arqueológica, la etnoarqueología, la arqueología de género, la arqueología de identidad y la identidad femenina en la modernidad (http://www.webgea.es/miembros/9-almudena-hernando-gonzalo). En este sentido, Almudena Hernando declara en su blog “La línea del horizonte” que a pesar de ser arqueóloga de formación y profesión, siempre le interesaron más los sujetos que los objetos, intereses que logró unir a través de la etnoarqueología, lo que a su vez le abrió las puertas a un trabajo de campo activo que se puede ver reflejado en sus diversos proyectos con los Qeqchí’ de Guatemala y los Awá-Guajá de Brasil (http://lalineadelhorizonte.com/blog/colaborador/almudena-hernando/). 

Los primeros agricultores de la Península Ibérica es una obra de Almudena Hernando escrita en 1999 por petición de Mª Ángeles Querol. En este volumen, Hernando busca hacer un recorrido crítico por la historia del neolítico en la Península. La autora no solo pretende reunir datos relacionados al tema, sino que opta por una postura activa que enmarque y explique por qué la historia de la investigación ha sido una y no otra, es decir que reflexiona y busca que los mismos lectores reflexionen con respecto a las implicaciones básicas del trabajo de un prehistoriador.

Almudena Hernando abre su obra con una introducción que presenta en primer lugar una analogía ciertamente curiosa: la autora explica que la investigación del Neolítico en la Península Ibérica resulta, en determinada forma, de carácter familiar. En este sentido, manifiesta que tal como sucede a la interna de una familia, la dinámica de la investigación es normal e inevitable, pero que si se logra alejar la mirada de forma tal que se adquiera cierta independencia y perspectiva, es posible admirar también las particularidades como extrañezas y de este modo entender que existen otras formas de concebir y tratar la realidad. En este momento del libro, la autora se detiene en dicho aspecto para advertir a los lectores sobre lo que leerán a continuación: la historia de una dinámica estable, es decir “la historia de una familia unida y bien estructurada” (Hernando 1999:9). A su vez, Hernando destaca que las disidencias comienzan a plantearse recién en la década del noventa, y que a pesar de la marginación de las que son víctimas, estas podrían dar lugar una familia mucho más compleja, dividida y rica.

Por otro lado, Hernando puntualiza en el papel que juega nuestra propia identidad en el estudio del Neolítico, destacando las profundas implicaciones que conlleva y lo confuso que puede llegar a ser el objeto de la reflexión: ¿es la gente que vivió entre el VII y V milenios cal. BC o somos nosotros mismos? Dentro de este marco, la autora manifiesta que hay algo de trascender, de irrenunciable, “como si de reivindicar nuestra propia posición en el mundo se tratara, de legitimar algo que nos es esencial y nos define” (Hernando 1999:10). 

Ya finalizando esta primera parte, la autora se detiene para agradecer la colaboración de distintos colegas, informantes y allegados. 

Por último, cierra su introducción destacando la naturaleza emocionante de la prehistoria y su estudio que, al contrario de lo que muchos pueden llegar a pensar, no trata solo de restos de pasado material, muerto, sino de vida, problemas sociales y coyunturas políticas que ayudan a entendernos a nosotros mismos. “Al fin y al cabo, la Prehistoria no es, como el Neolítico claramente demuestra, más que un viaje a nosotros mismos pasando por el alejado país en que hemos convertido nuestro más remoto pasado” (Hernando 1999:13), manifiesta, llenando al lector de emoción y alentándolo a zambullirse en el complejo mundo de los prehistoriadores. 

La primera parte del capítulo 1 se titula “El concepto del Neolítico”, y como su nombre lo manifiesta, trata sobre aquello que entendemos cuando nos referimos a “Neolítico”. En una primera instancia, la autora especifica que su trabajo resulta realmente complejo, no porque la información y los planteamientos sean extensos, cuantiosos y variados, sino por la confusión e indeterminación del propio concepto. Desde una perspectiva general, el concepto del neolítico se asocia indiscriminadamente a la aparición de un nuevo modo de vida representado fuertemente por el surgimiento de la agricultura y la ganadería como también por la construcción y ocupación de aldeas y el desarrollo de nuevas tecnologías (cerámica y piedra pulimentada). Pero, a criterio de la autora, el Neolítico es algo muy distinto y a la vez más amplio que ello.

En este punto, la autora se pregunta sobre el porqué de esta confusión, es decir, por qué la investigación insiste en mantener los paradigmas tradicionales cuando las evidencias lo contradicen una y otra vez. Siguiendo este hilo, Hernando realiza un breve paseo a los orígenes del término, llegando a la conclusión de que hasta la intervención de Lubbock y su famoso “Sistema de las Tres Edades”, la única forma de entender el pasado era aceptar la versión bíblica, puesto que aún conservábamos una visión mítica. En relación a este aspecto, la autora pone especial énfasis en los ejes sobre los que discurren las distintas visiones del pasado: por un lado, la visión mítica, caracterizada por construirse sobre un eje espacial, y por otro, el pensamiento científico, fuertemente fundamentado en un eje temporal. Resulta entonces, a criterio de la autora, que no fue sino cuando el eje temporal comenzó a cobrar importancia, es decir cuando la visión mítica dio paso a la visión científica, que pudo concebirse el neolítico. Antes de este momento, la única versión que podíamos tener de nuestro pasado era la bíblica, una visión en la que destacaba la idea de que el pueblo elegido por Dios era un pueblo productor de alimentos, no cazador ni recolector, sino pastor y agricultor. Por tanto, Hernando llega a la conclusión de que en la visión semita de la Biblia no había lugar para un pasado diferente, es decir, no era posible concebir sociedades con rasgos distintos, puesto que semejante visión involucraría transformación y cambio y esto es algo que el mito rechaza.

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