Roma Origenes

Las tradiciones romanas consideraban que la ciudad había sido fundada por Rómulo en el año 753 a.C. Según el mito fundacional romano, durante su infancia Rómulo y su hermano Remo habrían sido amamantados por una loba. Rómulo sería el primero de los siete reyes que se sucederían durante los primeros siglos de la historia romana. La investigación histórica moderna rechaza la existencia de Rómulo y de la mayoría de esos reyes. Sólo los tres últimos parecen de existencia auténtica probable, y más que reyes cabría calificarlos con más exactitud de “tiranos” al modo griego.

Los fundadores de Roma fueron básicamente latinos, es decir, pobladores del Lacio, la comarca que circunda la ciudad, y “latina” era su lengua. El Lacio está cruzado por el río Tíber, a la orilla del cual nació Roma, ocupando un conjunto de colinas (siete) que muy pronto fueron rodeadas por una muralla (la “serviana”, nombre que procede del rey Servio Tulio). Entre estas colinas destacan el Capitolio, donde se erigió el primer templo de la ciudad (dedicado a la tríada capitolina: Júpiter, Juno y Minerva), y el Palatino, donde la aristocracia romana (los “patricios”) tenía su residencia, y donde, con el tiempo, se instalaría el “palacio” de los emperadores. En la vaguada entre ambas colinas se situó el Foro, plaza abierta a la que abrían sus puertas los edificios civiles y religiosos más emblemáticos de la urbe.

Los tres últimos reyes de Roma fueron etruscos, es decir, pertenecientes a un pueblo instalado en Etruria, la zona situada inmediatamente al norte de Roma, y que poseía una cultura y un desarrollo artístico bastante originales. Ello significa que, en un momento muy inicial de su historia los romanos habrían estado dominados de un modo u otro por los etruscos, lo que aporta un dato esencial para entender algunas de las peculiaridades del arte romano: pese a la enorme influencia que el arte griego tuvo más tarde como modelo para las realizaciones artísticas de Roma, la influencia etrusca heredada de aquellos primeros tiempos, junto al substrato latino, garantizó permanentemente la existencia de cierta nota de diferenciación, de originalidad.

1.2.- La Roma republicana

Hacia los años 509-508 a.C. el último rey de Roma, Tarquino el Soberbio, fue expulsado del poder por una revuelta dirigida por las familias patricias. La explicación legendaria de la causa de esta revuelta es muy conocida: Tarquino habría violado a una respetada dama, Lucrecia, aprovechándose de la ausencia de su marido, Colatino; la mancillada Lucrecia, para evitar el deshonor de Colatino, se habría suicidado; y los romanos, enfurecidos por el comportamiento del rey y por el sacrificio de su víctima, lo habrían derribado. La verdad o falsedad de la leyenda importa poco. Lo que está claro es que una revuelta instauró una nueva forma de poder político, la República, cuya característica más sobresaliente fue la existencia de una división de poderes que impedía la tiranía. Dos cónsules elegidos anualmente compartían el poder ejecutivo y encabezaban un amplio conjunto de magistrados (censores, ediles, cuestores…) especializados en diversos cometidos. Otros dos magistrados asumían funciones religiosas y encarnaban la relación de la ciudad con los dioses: el rex sacrorum y el pontifex maximus. Un Senado de patricios, donde se sentaban los cabezas de las familias aristocráticas, aseguraba la estabilidad y la continuidad política. En caso de peligro grave, un dictador asumía temporalmente los principales poderes.

El régimen aristocrático fue muy pronto cuestionado por la “plebe”, conjunto de habitantes de Roma que no formaban parte del “patriciado” y, por tanto, no podían acceder a las magistraturas ni al Senado. Los plebeyos eran muy heterogéneos. Había familias en proceso de enriquecimiento, artesanos, campesinos endeudados o inmigrantes atraídos por la actividad del puerto fluvial del Tíber. Durante un tiempo la plebe tendió a pensar que la solución a su exclusión de la política había de pasar por una especie de secesión: levantar en el Aventino una nueva ciudad frente a la antigua Roma bajo la dirección de sus propios magistrados, los tribunos de la plebe. Pero a mediados del siglo V a.C. los tribunos y los plebeyos ricos se orientaron hacia otra solución: la integración de la plebe en una ciudad unificada a través de la obtención progresiva de la igualdad de derechos con los patricios en todos los aspectos.

El proceso fue muy lento y tropezó con dificultades. A mediados del siglo IV a.C. los resultados ya eran evidentes. El hecho de que los plebeyos formaran el grueso de las legiones romanas en un período en

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