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Seductor De La Patria


Enviado por   •  13 de Mayo de 2013  •  4.839 Palabras (20 Páginas)  •  438 Visitas

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Por medio de su formato epistolar, El seductor de la patria (1999) de Enrique Serna hace uso de una serie de estrategias discursivas que intentan legitimar las intervenciones de cada uno de los narradores dentro del relato. La novela se concentra fundamentalmente en el proceso de escritura y reescritura que sufren las memorias del dictador decimonónico mexicano Antonio López de Santa Anna a manos de tres personajes que, a su vez, son narradores: el principal narrador y autor de sus memorias, Santa Anna; el ex coronel, secretario y transcriptor de las memorias del ex dictador, Manuel María Jiménez; y el hijo de Santa Anna y biógrafo oficial de dichas memorias, Manuel. Común a todos estos narradores será su intento por legitimar y validar su versión histórica particular y por conseguirse así un lugar en la enunciación. Sin embargo, la yuxtaposición de las distintas versiones históricas así como una serie de recursos retóricos de que se valen los narradores en sus discursos respectivos delatan un interés particular que acabará desautorizándolos. El presente artículo analiza las diferentes estrategias de legitimación y verosimilitud de la autoridad discursiva en esta reciente novela de Serna y cómo dichas estrategias discursivas sirven para reincidir en la carga de parcialidad implícita en todo texto historiográfico.

La novela viene a ser una especie de biografía novelada de Santa Anna en forma epistolar. Junto a las cartas -más de ochenta- que los diferentes personajes se intercambian, se encuentran también los testimonios de otros personajes -algunos históricos y otros ficticios- cercanos al dictador. Dichos testimonios se presentan en forma de fragmentos de diarios, decretos, discursos, actas, y otros documentos de carácter histórico [2], que tienen la función de completar la información obtenida por los principales narradores y/o refutar la versión ofrecida por Santa Anna de su vida pública y privada.

Una estrategia discursiva empleada en El seductor para construir verosimilitud y legitimar las voces del relato es precisamente el uso del formato epistolar. Un formato gracias al cual los personajes pueden expresarse directa y libremente sin la intervención de un narrador que filtre, resuma o añada juicios sobre éstos y sus respectivos discursos. El formato epistolar también permite que algunos personajes se conviertan en narradores y que incluyan su versión del pasado dentro de las cartas. La novela opta así por abandonar la tradicionalmente autoritaria posición del narrador omnisciente en tercera persona, lo que desemboca en un menor control narrativo del discurso de los personajes. Además, la falta de intermediación provoca la ilusión del contacto directo en el lector, la ilusión de “experimentar” la historia de primera mano y que estaría relacionado con la verosimilitud que la novela pretende. En este sentido, la obra de Serna presenta un formato fragmentario -a juzgar por la gran variedad de voces que conforman el espectro narrativo- y “antiautoritario” [3], donde el autor se despoja al menos parcialmente de su autoridad narrativa y deja que los distintos personajes y narradores intervengan sin el control omnisciente y omnipresente de un supernarrador. Es con el objetivo de comprobar esta presunta tendencia antiautoritaria que se van a analizar en el presente capítulo las diferentes estrategias discursivas que funcionan como constructoras de verosimilitud y legitimidad en El seductor de la patria tanto al nivel del enunciado o historia como al de la enunciación.

Los narradores principales del relato de las memorias del dictador -considerando las memorias como un relato insertado dentro de otro- son el ex dictador y general Santa Anna, el ex coronel y amigo personal del ex dictador, Manuel María Giménez, y el hijo de Santa Anna, Manuel. La inscripción de Santa Anna y Giménez en el relato de las memorias acentuará una manipulación discursiva por parte de estos dos narradores que irá revelándose conforme avanza el relato. Manuel, en cambio, actuará principalmente de interlocutor y receptor de las versiones de las memorias.

Un primer factor a tener en cuenta a la hora de estudiar las estrategias discursivas de autolegitimación utilizadas por estos narradores es el contexto en que se inscriben sus personajes, los sujetos del enunciado. El momento histórico elegido por Serna para recuperar a estos personajes es 1874, un momento de declive en todos los sentidos donde, por ejemplo, nos encontramos con un Santa Anna viejo y derrotado que vuelve a México gracias a la amnistía decretada por el presidente Lerdo de Tejada. Santa Anna es un anciano ciego y enfermo que ha vuelto del exilio para encontrarse con un pueblo que o sigue odiándolo o le ha olvidado. Es desde esta posición desaventajada y casi de víctima, que el autor decide situar al que será el principal narrador de la novela, una posición que puede favorecer una mirada más benévola por parte del lector. A esto hay que añadir el tono reivindicativo con que el narrador Santa Anna se propone escribir sus memorias y que responden a sus ansias de limpiar su nombre y “recibir el postrer homenaje de mis compatriotas” (14). Para otorgar mayor legitimidad y credibilidad a sus memorias, Santa Anna decide ‘disfrazarlas’ de biografía pidiéndole a su hijo Manuel que sea su biógrafo oficial. En cualquier caso, el narrador Santa Anna se compromete a escribir las memorias él mismo pero cederlas a Manuel para que éste “muestre mi lado humano a las generaciones futuras” (18). Así pues, desde un principio Santa Anna manifiesta el objetivo de redactar su autobiografía para promover un juicio de su persona más humano y favorecedor. No es de extrañar, pues, el carácter interesado del relato “entregado” por Santa Anna que lo convierte en un retrato heroico de su persona y de sus acciones pasadas para lograr un último reconocimiento del pueblo mexicano antes de morir. Aunque Santa Anna le pide a su hijo que no disimule sus defectos, esto se debe a que “la obra será más convincente si en vez de ocultar mis debilidades las pones en primer plano, minimizadas -eso sí- por mis actos de valentía y heroísmo” (19). Es así como el narrador principal autolegitima su discurso y expone los motivos e intereses que lo mueven a contar su versión de la historia. Esta versión de la historia según el narrador Santa Anna abarca toda su vida pero se detiene especialmente en los momentos históricos de mayor triunfo político y militar. Serán otros narradores, como sus hijos Angel y Manuel, los que o bien aporten su testimonio sobre los actos más controvertidos en torno a Santa Anna, o bien lo insten a que él mismo se refiera a ellos.

El contenido de las memorias comienza con el relato de la infancia y adolescencia de Santa Anna y su temprana iniciación militar

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