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Tema: Monacato medieval


Enviado por   •  19 de Mayo de 2016  •  Trabajos  •  12.946 Palabras (52 Páginas)  •  322 Visitas

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1)  El monacato cristiano se origina en Oriente a finales del siglo III difundiéndose por Egipto y Palestina, la abundante población cristiana de Oriente ofrecía un amplio panorama  para nuevas interpretaciones sobre la vida cristiana. Durante sus primeros años, el monacato  fue un estilo de vida aséptica, practicado por personas conocidas como eremitas o anacoretas, las cuales se alejaban de la vida mundana retirándose hacia el desierto en búsqueda de la unión con Dios. En su mayoría estas personas no formaban parte del clero, sino eran cristianos laicos y generalmente poco instruidos.

   C.H Lawrence explica que los especialistas sobre el tema han dado una doble explicación para el surgimiento de este movimiento. En primer lugar, se sostiene que los primeros anacoretas cristianos al intentar ponerse al seguro de las persecuciones de Decio y Diocleciano huían al desierto en busca de un refugio. En segundo, otros argumentaron que este movimiento fue el resultado del constante debilitamiento de las bases morales de la Iglesia, es decir, una forma de reacción contra la mediocridad en la cual había caído el espíritu cristiano luego de la aprobación imperial de Constantino a la Iglesia. Lawrence sostiene también, que la búsqueda de la vida en retiro fue impulsada por la tradición cristiana reunida en los Evangelios, la cual sostenía que la única forma de purificar el alma y alcanzar la salvación, era renunciando a las tentaciones mediante el alejamiento de la sociedad y la continua búsqueda de Dios, practicando la oración y la mortificación en soledad, esto ejercía una fuerte influencia sobre las mentes de los cristianos.[1] 

   San Jerónimo habla de tres géneros de monjes existentes en Egipto: Los remnuoth, en esos momentos también famosos en Italia, los anacoretas y finalmente los cenobitas o sauhes.[2] El primer grupo, vivían en las ciudades en conjuntos de a dos o tres y son definidos por san Jerónimo como pestes, ya que por lo general vivían en base a su libre arbitrio y en completa libertad, abandonándose en varias ocasiones a placeres mundanos, sin ningún tipo de rigurosidad espiritual.  

   El segundo grupo, el de los anacoretas, son descriptos brevemente por san Jerónimo, el cual los denomina “hombres que estando en la carne, no pertenecen a la carne”[3]. Abandonaban la sociedad y se retiraban al desierto o hacia lugares inhóspitos, habitando cuevas o refugios naturales en búsqueda de la unión con Dios y siguiendo el ejemplo se san Antonio, el cual intentando escapar de los curiosos que iban a observarlo, se alejó cada vez más de la civilización en busca de su espiritualidad, hasta morir en un remoto oasis cercano al Mar Rojo. La vida anacoreta era solitaria y vivían principalmente de los recursos de la naturaleza, en algunas ocasiones, a partir de las materias primas que disponían en la región hacían cestos, cuerdas y ropa que luego eran intercambiadas por productos básicos. Los ayunos, las vigilias y otras formas de mortificación corporal eran comunes entre los anacoretas como intento de practicar el autodominio. Algunos denominaron a estos hombres como santos locos, ya que en algunas ocasiones explotaban en verdaderas crisis místicas, provocadas sobre todo por las extremas condiciones de mortificación a las que se sometían.

   C.H. Lawrence explica que luego de la muerte de san Antonio en el 366, se desarrollaron colonias de ermitaños en Palestina y Siria inspirados por san Hilarión, el cual había sido instruido a la vida aséptica por san Antonio[4]. Estas colonias eran conocidas como lauras, y estaban habitadas por numerosos grupos de anacoretas, los cuales vivían sin oírse ni verse. En el centro de la colonia se encontraba el edificio central compuesto por la panadería y la iglesia donde se reunían todo el grupo de ermitaños los sábados y domingos para la oración en común y la celebración de la misa semanal. Por este motivo, es decir la reducción de la vida comunitaria a un único momento durante la semana, las colonias anacoretas no estaban estructuradas por ninguna regla, es importante resaltar esta característica ya que diferencia las lauras de las demás comunidades monásticas que surgirán posteriormente. Lawrence afirma que el abad encargado de dirigir el grupo, se encontraba disponible siempre para cualquier consulta, en base a esta afirmación, podemos sostener que la vida aséptica de los anacoretas, si bien era solitaria e aislada, cuando se debía tratar con los demás se lo hacía de forma horizontal, es decir sin profundas diferenciaciones jerárquicas. Una forma particular de monjes anacoretas conocidos como estilistas, se desarrolló en Siria durante el siglo V. uno de los principales exponentes fue san Simeón el estilista, el cual fijo su  morada en la cima de una columna, donde permaneció por 40 años.

   Finalmente, el último grupo mencionado por san Jerónimo era el de los cenobitas, los cuales vivían en comunidades organizadas según las enseñanzas del fundador de esta corriente monástica, san Pacomio (292-346) un egipcio que había sido soldado del ejército romano. C.H. Lawrence afirma que si bien san Pacomio practico la vida anacoreta por un tiempo, las extremadas formas de mortificación practicadas por los eremitas del desierto lo llevaron a pensar que la vida aséptica compartida en comunidad podría ser mucho más rica. Según este autor, la característica distintiva de los monasterios pacomianos era la vida comunitaria, la insistencia en la obediencia total a los mandos del superior y la virtud del trabajo[5]. San Jerónimo además de resaltar estos tres aspectos principales del cenobio, también habla sobre la división de los miembros del monasterio por decurias y centurias, lo cual ponía en evidencia el pasado militar de Pacomio. Por otra parte, san Jerónimo también hace referencia a otro aspecto característico, es decir el total silencio que se debía mantenerse en el monasterio. La presencia de un mayordomo al interno del edificio, el cual se ocupaba de abastecer de toallas limpias y túnicas a los monjes, entre otras cosas, sin la necesidad que ellos hablen era la evidencia de lo importante que era respetar el silencio total[6].

   Sucesivamente, san Basilio, un hombre educado y perteneciente a una familia noble, lograra integrar la estructura monástica pacomiana bajo el control jerárquico de la Iglesia. San Basilio no creo una regla monástica, sino únicamente  se limitó a expresar su opinión sobre la correcta vida cenobítica en una serie de cartas, explicitando aún más los tres conceptos básicos desarrollados por san Pacomio (máxima obediencia a los superiores, vida en comunidad y trabajo)[7].

   Julián Donado Vara y Ana Echeverría Arsuaga explican que los primeros asépticos cristianos, en general, provenían de una extracción baja de la sociedad, no desarrollaron ninguna tipo de especulación teológica pero aun así gozaban entre el pueblo de un gran estima por su fama de santidad[8]. En gran medida esto era debido a la completa entrega de estos hombres y mujeres a la continua búsqueda de Dios acompañada por extremas penitencias. C.H. Lawrence por su parte, explica que los monjes se convirtieron para los cristianos en verdaderos “héroes de la fe”[9], ya que a diferencia del clero regular abandonado cada vez más  a los las tentaciones mundanas, los monjes del desierto renunciaban a la seguridad de las propiedades y las comodidades de la sociedad a fin de purificar el alma atreves de la vida aséptica para encontrar la salvación en Dios. Además, si tenemos en cuenta la elevada posibilidad de ser martirizados durante el periodo de las purgas cristianas, se puede comprender de mejor manera los principales motivos de la santificación de estas personas.

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