Temporada De Zopilotes
aleal2011 de Febrero de 2013
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Temporada de zopilotes, publicación más recien-
te de Paco Ignacio Taibo II, narra un episodio
que conmovió a la sociedad mexicana en los
primeros suspiros del siglo XX. El autor, sin
proponérselo, identifica que la decena trágica
tiene un antecedente de largo plazo, una dic-
tadura militar. Porfirio Díaz gobernó por trein-
ta y cuatro años, donde una mayoría de los
trabajadores –rurales y obreros– y una oli-
garquía de fuertes rasgos aristocráticos, com-
ponían la estructura poblacional mexicana.
Los derechos políticos de una “república bur-
guesa” no existieron más que en el papel. La dictadura porfirista se
mantuvo por su auto-reelección y esto, junto a otras situaciones; como
el desgaste del gobierno a través de los años y del propio liderazgo de
Díaz, hizo que la situación fuera detonando en un proceso de ruptu-
ra extrema.
A principios del siglo XX, México era un país en el que las reso-
nancias de la revolución industrial no tenían más de medio siglo por
lo cual, como sucedió en muchos otros países, el liberalismo económi-
co se empeñaba en convertir a un México rural, con rasgos muy mar-
cados del feudalismo, hacia un país moderno, bajo el nuevo sistema
capitalista.
La burguesía incipiente y con mayor poder económico empezó
a desplazar a los terratenientes y latifundistas, el Estado mexicano
cumplía la función de salvaguardar los “ideales” del liberalismo eco-
nómico. Porfirio Díaz impulsó una modernización que se reflejó en
sus obras públicas: infraestructuras viales, monumentales avenidas y edificios a la usanza europea le ayudaron a sostener su régimen apo-
yado en la clase dominante y en una estructura visual, sin hacer cam-
bios sustanciales a la situación de miseria del campo y de la ciudad,
en la que fue sumergiéndose el país. Así no fue extraño el surgimiento
de una oposición in crecente, cuyos planes para modificar las condi-
ciones políticas y sociales del país fueron más profundas y dramáti-
cas de la que muchos sospecharon.
Así, llegados los numerosos levantamientos armados alrededor
del país, durante 1906, 1907, 1908, dirigidos por la junta organizado-
ra del Partido Liberal Mexicano, se fortalece el movimiento “demo-
crático” en 1910 liderado por el acaudalado empresario Francisco I.
Madero, que procuró aglutinar a todas las fuerzas políticas, sociales y
económicas para conseguir un orden social nuevo. Su proyecto bus-
caba un sistema más democrático.
Para principios del siglo XX, México presentaba una desigual-
dad social extrema. La mayoría de la población sobrevivía en la mise-
ria, una buena parte de ésta eran asalariados agrícolas y en menor
medida obreros de las pequeñas ciudades. Como contraparte se be-
neficiaban del Estado y sus finanzas públicas una minoría de privile-
giados hacendados, capitalistas extranjeros y nacionales, altos man-
dos del ejército; quienes exhibían el poder económico. Sin embargo, el
poder político estuvo concentrado en una élite burocrática, con Díaz
a la cabeza.
Para Taibo II, una revolución es también la oportunidad para
que proliferen oportunistas, demagogos y populistas –es decir
“zopilotes”–, que haciéndose pasar por amigos de los pobres en rebe-
lión; prometieron vida digna para ellos. Para entender correctamente
el curso de la Revolución Mexicana, señala el autor, es indispensable
tener en cuenta las dos principales opciones políticas que se presenta-
ron para dar rumbo al descontento social que ya alcanzaba su máxi-
ma expresión. A entender, el demócrata burgués Francisco I. Madero
con su postulado reformista de “Sufragio Efectivo, No Reelección” y
antagónicamente el grupo revolucionario de la Junta Organizadora
del PLM con “Tierra y Libertad”, liderado por Ricardo Flores Magón.
Francisco I. Madero fue fundador y candidato opositor. Lo fue
por parte del Partido Antirreeleccionista para los comicios de 1910 en
las cuales Porfirio Díaz se reelegiría una vez más. Representaba la
oposición democrático-burguesa a la dictadura porfirista. Primera-
mente planteaba una transición pacífica por medio de la “contienda
electoral” que la entendía como el deseo de que todos los ciudadanos
concurrieran a los comicios, para que los funcionarios públicos elec-
tos se deban a sus electores. Además, quería que por medio del sufra-
gio, el pueblo obtuviera libertades y se asegurara un régimen consti-
tucional.
La naturaleza del sistema político imperante reaccionó, encarce-
lando a la oposición antes del día de los comicios debido a la popula-
ridad alcanzada por esta última. Al caer Madero en la cárcel quedó
claro que cualquier transformación, incluso la más reformista, al régi-
men dictatorial no se lograría sino era por medio de la violencia. Es
así, cuando la oposición reformista burguesa decide tomar las armas
para destronar a Díaz.
Libre Madero lanza el Plan de San Luis del 5 de octubre de 1910,
desconociendo las elecciones en las cuales se reeligió Díaz. La trans-
formación política que propuso Madero, puntualiza Taibo II, estaba
basada en derechos políticos pertenecientes a una república demo-
crática burguesa que no concordaban con las reales exigencias de un
pueblo sumido en problemas menos políticos.1 En 1909 el Programa
del Partido Antirreeleccionista lo expresaba proponiendo convencio-
nes electorales integradas por delegados, representantes del pueblo y
de los diversos partidos contendientes.
1 Esta perspectiva del autor ha sido complementada con autores y obras de la historiografía
contemporánea, que se refieren al período Maderista: Revista Nuestro Siglo, Núm. temático
“El maderismo. Democracia, historia y objetivo”, año I, núm. 2, México, INEHRM, abril-junio
2002. Los artículos de Pablo Serrano Álvarez, “Madero: el ideal democrático y la identidad
histórica revolucionaria”, pp. 32-39; Josefina Mac Gregor, “Madero era simplemente Madero,
lo que no es poco”, pp. 40-49, y Javier Garciadiego, “Las paradojas de Madero: ¿político
mediocre y personaje histórico?”, pp. 50-63; Felipe Arturo Ávila Espinosa, Entre el Porfiriato y
la Revolución. El gobierno interino de Francisco León de la Barra, México, UNAM/Instituto de
Investigaciones Históricas, 2005.
Una vez derrotada la dictadura y Madero consagrándose como
el nuevo jefe del poder político del Estado, surge la contradicción entre
las premisas democrático-burguesas y las aspiraciones del pueblo que
ansiaba participar, ya que en términos generales, la mayoría de la
población no estaba al tanto de los avatares políticos, aunque de
alguna manera éstos los afectaran directamente. La libre manifestación,
la libre expresión, la designación de los funcionarios estatales por
medio del voto, entre otros; no existían mas que en el papel. A través
de estos procedimientos viciados era difícil que las decisiones
beneficiaran al menos económicamente a la población más necesitada.
Ahora, digamos las cosas como son: Madero pertenecía a una
burguesía nacional desplazada del poder político del Estado Mexicano
porfirista. Tal poder respaldaba principalmente a los capitales
imperialistas y en menor medida al débil capital nacional. Por lo tanto,
esta burguesía nacional no lograba gran influencia en el Estado. Esto
no quiere decir que Madero quisiera enfrentarse a las fuerzas
imperialistas ni mucho menos a la norteamericana, pero tampoco se
identificaba con las aspiraciones de los explotados, que para salir de
su pauperización necesitaba transformaciones económicas, no sólo
políticas.
Más allá de que los “zopilotes” estuvieran tan cerca de Madero
es claro que éste se volvió contra
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