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Teoria De La Economia


Enviado por   •  15 de Agosto de 2014  •  3.470 Palabras (14 Páginas)  •  189 Visitas

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El comienzo, propiamente hablando, de las relaciones financieras de México con el Banco Mundial se remonta a 1949. Fue entonces cuando, la Comisión Federal de Electricidad recibió el primer préstamo del Organismo Internacional a México. El sector elegido se constituyó de hecho en una norma: durante los siguientes diez años, gran parte de los préstamos del Banco Mundial fueron dirigidos al sector eléctrico mexicano. Dada la poca controversia que podría suscitarse con préstamos de esa naturaleza, las relaciones resultantes fueron cordiales.

Tras la erupción de la crisis de la deuda externa en agosto de 1982, la economía mexicana entró en un periodo de franca carencia de recursos externos frescos. Esto lo supo manejar muy bien el Banco Mundial, el cual, aprovechándose de ello, dio un giro de 180 grados a sus políticas crediticias y comenzó a condicionar sus préstamos a México. Es decir, comenzó a otorgar los llamados “préstamos para el ajuste estructural”: sí, con gusto te presto para este sector, pero siempre y cuando hagas estos cambios “estructurales” en tu economía. Así, el Banco Mundial, especialmente durante los sexenios de Miguel De la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de Gortari (1988-1984), comenzó a ganar paulatinamente más y más influencia en la implantación de las políticas económicas en México. Por supuesto, a cambio de su injerencia, el Banco prestó más y más dinero también. De hecho, ya para mediados de los noventa México se había convertido como el mayor prestatario del Banco Mundial en toda su historia.

Un gran número de las políticas económicas adoptadas en México durante los sexenios de De la Madrid y Salinas fueron de una manera u otra validadas por el Banco Mundial a través de sus préstamos de ajuste. El Banco, por ejemplo, jugó un papel clave en la apertura comercial de México, iniciada en julio de 1985, cuando las barreras de protección comercial fueron reducidas de manera significativa.

Un segundo ejemplo sería el proceso de privatización de las empresas públicas. Durante las administraciones de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, el Banco Mundial promovió con fervor las privatizaciones hechas por el gobierno mexicano. Para desgracia del país, sin embargo, ni los funcionarios del gobierno ni los del Banco fueron particularmente acertados en el diseño del proceso de venta de sectores clave para la economía. Un caso fue la privatización inadecuada de Teléfonos de México, la cual acabó siendo una simple transferencia de la patente monopólica de manos del Estado a manos de un grupo de empresarios encabezados por Carlos Slim, quien a raíz de eso fue acumulando de manera exponencial su riqueza hasta convertirse en lo que es hoy: el hombre más rico del mundo.

Termino los ejemplos de la intervención del Banco Mundial con uno que es aún más relevante en términos políticos: el Banco participó de manera muy significativa, aunque al parecer sólo financieramente, en un programa social de largo aliento llamado Pronasol. Aun cuando dicho programa tenía como principio la loable tarea de atacar la pobreza, el Pronasol fue usado expresamente por Salinas de Gortari, su diseñador, como un mecanismo clientelar de apoyo al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Llegamos ahora a un nuevo periodo en nuestra reseña. A pesar del consejo de medio centenar de economistas del Banco Mundial durante los primeros años de los noventa, y a pesar de las políticas públicas desarrolladas concienzudamente por los funcionarios de alto nivel en el gobierno salinista, México sufrió una nueva crisis económica en diciembre de 1994. La razón fundamental, lo hemos documentado técnicamente en otras ocasiones, fue una política cambiaria Incorrecta.

Pero hubo un segundo factor de peso el cual es más relevante para nuestra historia: el extraño proceso de privatización de la banca comercial conducido por el entonces llamado Comité de Desincorporación Bancaria en la Secretaría de Hacienda y Crédito Publico.

Dos economistas, Francisco Gil Díaz y Agustín Carstens, quienes, por cierto, acabaron siendo años después los secretarios de Hacienda y Crédito Público, escribieron así acerca de la reprivatización bancaria: “Varios bancos fueron comprados sin que sus nuevos dueños procedieran a su adecuada capitalización, debido a que los accionistas a menudo apalancaron su adquisición de acciones, a veces con préstamos concedidos por los propios bancos que habían sido comprados”.

Como hace notar Pascual García Alba, uno de los más lucidos economistas mexicanos actuales, si tal afirmación fuese correcta, “es probable que los encargados de la privatización bancaria hayan incurrido impunemente en responsabilidades administrativas”.

Ese proceso viciado de origen fue seguido después por una muy mala supervisión bancaria, durante la segunda mitad del sexenio de Carlos Salinas, y posteriormente, tras el estallido de la crisis, por un rescate bancario muy lento, opaco e ineficaz. Tal reprivatización bancaria y tal rescate acabaron siendo muy costosos para México: de 33,000 millones de dólares que recibió el erario por la venta de los bancos, el pueblo tuvo que pagar a cambio una cifra del orden de 135,000 millones de dólares para rescatarlos.4

¿Qué responsabilidad puede adscribirse al Banco Mundial por tal desfalco? Desde un punto de vista legal, ninguna, pero sí sorprende el hecho de que todo ese proceso haya sucedido ante la mirada de docenas de asesores de esa institución sin que ellos al menos hicieran sonar una alarma preventiva.

Ese deslucido desempeño del Banco Mundial ante la crisis explica parcialmente el mínimo papel que jugó posteriormente en el rescate de la economía mexicana, el cual estuvo a cargo del propio departamento del Tesoro estadounidense y, en cierto momento, el mismo presidente William Clinton. Tras la crisis de 1994, en las relaciones entre el Banco Mundial y México ya nada fue igual.

La Alianza Estratégica con el País para México para los ejercicios fiscales de 2014-2019, aprobada por el Directorio en diciembre de 2013, es una de las primeras completamente alineadas con los dos principales objetivos del Banco Mundial: erradicar la pobreza extrema y fomentar la prosperidad compartida. Demuestra el esfuerzo sistemático por elegir aquellas actividades del Grupo del Banco Mundial que tengan el mayor impacto, considerando las ventajas comparativas y las demandas de los clientes. Ofrece paquetes integrales de servicios financieros, de conocimiento y convocatoria de acuerdo a cuatro pilares estratégicos:

• impulsar la productividad;

• aumentar la prosperidad social;

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