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Tristes Trópicos


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2012  •  4.686 Palabras (19 Páginas)  •  446 Visitas

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Tristes Trópicos

Tristes trópicos es la obra en que Lévi-Strauss atiende con mayor detenimiento su experiencia de campo con varias sociedades de la selva amazónica —caduveos, bororos, nambiquaras...—, allá por los años treinta, veinte años antes, por tanto, de la publicación del original francés del libro. Aquí, ante todo, se habla de aquellos «salvajes civilizados», como los designaba en uno de sus primeros trabajos, de los que extrajo una materia prima etnográfica que nunca había dejado ni dejó de elaborar teóricamente y a quienes dedicaría las últimas palabras de su discurso de toma de posesión de la Cátedra de Antropología Social del Collège de France, para declararse públicamente «su discípulo y su testigo». Claude Lévi-Strauss, nacido en Bruselas, Bélgica, fue un antropólogo con una gran fama por sus grandes obras que influyeron mucho en el siglo XX. “Tristes Trópicos” es una obra que relata su primera expedición etnográfica.

Este es un libro que trata sobre cómo y por qué alguien puede llegar a hacerse etnólogo, y sobre cómo se integran las aventuras del explorador y las investigaciones del científico hasta que juntando todo esto se puede llegar a formar la experiencia propia del etnólogo.

La partida inicia en que Lévi-Strauss se dispone a relatar sus expediciones. Y que hace 15 años que había dejado por última vez Brasil se había propuesto escribir este libro pero una especie de vergüenza y aversión siempre

se lo impedía. A mi parecer lo que realmente le impedía escribir este libro era que no quería contar todos los detalles y acontecimientos que había experimentado ya que le parecían insignificantes. Para él, el objeto negativo de su oficio era que se necesitaba de mucho esfuerzo para poder alcanzar el objeto de su estudio, era más bien una carga para un etnógrafo aventurarse.

Para Lévi-Strauss ser explorador es un oficio; un oficio que no sólo consiste, en descubrir, por medio de años de estudio, hechos que permanecían desconocidos para los demás, sino en recorrer varios kilómetros y acumular proyecciones, fijas o animadas, si es posible en colores, gracias a lo cual varias personas estarán más que impresionadas, para quienes vulgaridades y trivialidades les parecerán como revelaciones, por la única razón de que, en vez de plagiarlas en su propio medio, el autor simplemente las “santificó” por haber recorrido 20, 000 kilómetros.

Nos pregunta qué es lo que leemos en libros o que es lo que escuchamos en conferencias, y que todo se reduce a que solo son anécdotas mezcladas con migajas insípidas de información las cuales no titubean en mostrar como un descubrimiento original, claro también reconoce que hay excepciones y que si existen algunos viajeros responsables, su propósito no fue denunciar mistificaciones ni otorgar diplomas, sino más bien fue tratar de comprender un fenómeno moral y social muy característico

de Francia.

En el libro cuenta que había sido alumno de Georges Dumas en la época del Tratado de psicología. Y que una vez por semana reunía a los estudiantes de filosofía en una sala de Sainte-Anne, en donde tenía un muro cubierto por alegres pinturas de alienados y que él se sentía expuesto a una particular especie de exotismo; Dumas se instalaba sobre un estrado, Dumas, describe a Dumas como de cuerpo robusto, coronado por una cabeza abollada, la cual la comparaba con una gruesa raíz blanqueada y desollada por una estadía en el fondo del mar; y que su tono ceroso unificaba la cara y el cabello blanco. Y que era curioso cómo se volvía humano de pronto por una mirada oscura como el carbón la cual acentuaba más la blancura de la cabeza, también usaba un sombrero de alas anchas, la corbata anudada a lo artista y el traje, siempre negros. También habla de que sus cursos no enseñaban gran cosa ya que no los preparaba.

La segunda hora, y a veces la tercera, la dedicaba a la presentación de enfermos; y que quien había merecido la atención del maestro era recompensado con la confianza que éste le concediera una entrevista particular con un enfermo. Cuenta que para él ninguno de los primeros contactos que tuvo con indios salvajes lo intimidó tanto como esa mañana que pasó junto a una viejecita quien usaba ropa de lana, que se comparaba a un arenque podrido dentro de un bloque de hielo: en apariencia intacta, pero con

peligro de quebrarse apenas se fundiera la envoltura protectora.

Siempre lamentó no haber conocido en plena juventud a Dumas, cuando, moreno y atezado como un conquistador y estremecido por las perspectivas científicas que abría la psicología del siglo XIX, partió a la conquista espiritual del Nuevo Mundo. En esa especie de flechazo que se produjo entre él y la sociedad brasileña se manifestó, un fenómeno misterioso, cuando dos fragmentos de una Europa de 400 años de edad se encontraron y casi volvieron a soldarse. Para él el error de Georges Dumas consistió en no haber tomado nunca conciencia del carácter verdaderamente arqueológico de esta coyuntura. El único Brasil a quien pudo seducir, fue el de esos propietarios de bienes raíces los cuales desplazaban progresivamente sus capitales hacia inversiones industriales con participación extranjera y que también buscaban protección ideológica en un parlamentarismo de buen tono.

Para Strauss el fin de una civilización, es el comienzo de otra, y el súbito descubrimiento de que quizá nuestro mundo se convierta demasiado pequeño para los hombres que lo habitan, todo esto no se le hacían tan evidentes por las cifras, las estadísticas o las revoluciones como por la respuesta telefónica que recibió antes, cuando acariciaba la idea de volver a encontrar su juventud debido a una nueva visita al Brasil. No tuvo más remedio que reservar el pasaje con cuatro meses de anticipación.

Y él creía que después de haberse inaugurado los servicios aéreos para pasajeros entre Europa y América del Sur no iban a viajar tantas personas en barco y para su sorpresa fue ilusionarse demasiado pensar que la invasión de un elemento libera a otro y como tampoco los loteos en serie de la Costa Azul no devuelven su aspecto pueblerino a los alrededores de París.

Mientras esta en su viaje a los nuevos lugares, Strauss empieza hacer un memorándum de cosas y de sus estudios que ha tenido. Hizo un trabajo acerca de Robert H. Lowie y A. Métraux en el cual relata de cómo lo invitaron a Estados Unidos para estar a “salvo” de Alemania, pero a pesar de todo lo único en lo que Strauss pensaba era en ir a Brasil y seguir con su investigación

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