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Clifford Geertz

jlaev11 de Septiembre de 2013

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Página 1 de 17

Sobre la autoridad etnográfica

Clifford toma a los antropólogos como nati~

vos y también como informantes suyos...

Estamos siendo observados e inscriptos.

Paul Rabinow, Las representaciones son he-

chos sociales

El frontispicio de la edición de 1724 de las Moeurs des

sauuages ameriquains del padre Lafitau muestra al etnógrafo

como a una joven sentada a un escritorio y en medio de artefactos

del Nuevo Mundo y de la Grecia clásica y Egipto. La autora apa-

rece acompañada por dos querubines que la asisten en el trabajo

de comparación y por la figura barbada del Tiempo, quien señala

hacia un cuadro vivo que representa la fuente divina de las ver-

dades que brotan de la pluma de la escritora. La joven gira su

rostro hacia un banco de nubes donde aparecen Adán, Eva y la

serpiente. Encima de ellos se yerguen el hombre y la mujer redi-

midos del Apocalipsis, a ambos lados de un triángulo radiante

con la inscripción hebrea de Yahweh.

El frontispicio de Los Argonautas del Pacífico Occidental de

Malinowski es una fotografía con el subtítulo "Un acto ceremo-

nial del kula". Se ofrece un collar de conchas a un jefe

trobriandés, de pie ante la puerta de su vivienda. Detrás del hom-

bre que ofrece el collar hay una hilera de seis jóvenes inclinados,

uno de los cuales está soplando una catácola. Todas las figuras

están de perfil, con la atención aparenteiliente concentrada en el

rito de intercambio, todo un evento en la vida melanesia. Pero

prestando más atención puede advertirse que uno de los jóvenes

inclinados está mirando hacia la cámara.

La alegoria de Lafitau es menos familiar. Más que originar

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algo, su autor transcribe. A diferencia de la foto de Malinowski,

el grabado no hace referencia a la experiencia etnográfica, a des-

pecho de los cinco años que Lafitau pasó investigando a los

mohawks, investigación que ha ganado un sitial de respeto entre

los trabajadores de campo de cualquier generación. Su relato se

presenta no como el producto de una observación de primera

mano sino como escritura en un taller atestado. El frontispicio de

los Argonautas, como todas las fotografias, afirma la presencia de

la escena delante de las lentes; y también sugiere otra presencia,

la del etnógrafo, componiendo activamente este fragmento de la

realidad trobriandesa. El intercambio del kula, el tema del libro

de Malinowski, se ha hecho perfectamente visible, centrado en el

cuadro perceptual, mientras que una mirada participante

redirige nuestra atención hacia el punto de vista observacional

que, como lectores, compartimos con el etnógrafo y su cámara. Se

señala el modo predominante de la moderna autoridad del traba-

jo de campo: "Estás allí... porque yo estuve allí".

Este capítulo rastrea la formación y la quiebra de la autoridad

etnográfica en la antropología social del siglo XX. No es un relato

completo, ni se basa en una teoria totalmente acabada de la in-

terpretación y la textualidad etnográfica. 1 Los contornos de una

teoria tal son problemáticos, dado que la actividad de la repre-

sentación transcultural se encuentra ahora más en cuestión de lo

que ha estado nunca. La actual dificultad está ligadaa la quiebra

y redistribución del poder colonial en las décadas posteriores a

1950 y a los ecos de ese proceso en las teorias radicales de la cul-

tura de las décadas de 1960 y 1970. Después de la revocación de

la mirada europea por el movimiento de la negritud y después de

la erise de eonseienee de la antropología con respecto a su estatus

liberal en el interior de un orden imperial, y ahora que el Occi-

dente no puede presentarse más a sí mismo como el único provee-

dor de conocimiento antropológico sobre los otros, ha llegado a

ser necesario imaginar un mundo de etnografia generalizada.

Con las comunicaciones expandidas y las influencias

interculturales, la gente interpreta a los otros, y se interpreta a

sí misma, en una pasmosa diversidad de idiomas: una condición

global de lo que Mijail Bajtín (1963) llamaba "heteroglosia"?

Este mundo ambiguo y multívoeá hace que cada vez resulte

más difícil concebir la diversidad humana como algo inscrito

en culturas cerradas e independientes. La diferencia es un efec-

to del sincretismo inventivo. En años recientes, obras tales como

Orientalismo, de Edward Said (1978) y Sur la ''philosophie''

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africaine de Paulin Hountondji (1977) han arrojado dudas radi-

cales sobre los procedimientos por los cuales se pueden represen-

tar los grupos humanos extraños sin proponer métodos o

epistemologías sistemáticas y rigurosamente nuevas. Estos estu-

dios sugíeren que mientras la escritura etnográfica no puede es-

capar enteramente al uso reduccionista de dicotomías y esencias,

puede por lo menos esforzarse autoconscientemente para no re-

tratar "otros" abstractos y ahistóricos. Ahora es más crucial que

nunca que los diferentes pueblos formen imágenes complejas y

concretas de los demás, y de las relaciones de conocimiento y po-

der que los conectan. Pero ningún método científico o instancia

ética soberanos pueden garantizar la verdad de tales imágenes.

Ellas están constituidas -la crítica de los modos coloniales de

representación lo ha mostrado suficientemente- en términos de

relaciones históricas específicas de dominación y diálogo.

Los experimentos en escritura etnográfica examinados en este

capítulo no caen en una dirección reformista o en un sentido re-

formista claros. Son invenciones ad hoc, y no se los puede ver en

términos de un análísis sistemático de la representación

poscolonial. Se los puede comprender mejor como componentes

de esa "caja de herramientas" de teoría comprometida reciente-

mente recomendada por Gilles Deleuze y Michel Foucault. "La

nocíón de la teoria como caja de herramientas significa: (i) la teo-

ría a construirse no es un sistema sino un instrumento, una lógi-

ca de la especificidad de las relaciones de poder y de las luchas

alrededor de ellas; y (ii) esta investigación sólo puede ser sobre-

llevada paso a paso sobre la base de una reflexión (que necesaria-

mente ha de ser histórica, en algunos aspectos) acerca de situa-

ciones determinadas" (Foucault, 1980: 145; véase también 1977:

208). Podemos contribuir a una reflexión práctica sobre la repre-

sentación transcultural realízando un inventario de las mejores,

aunque imperfectas, estrategías actualmente a la mano. En és-

tas, el trabajo de campo etnográfico sigue siendo un método

inusualmente sensitivo. La observación participante oblíga a sus

practicantes a experimentar, en un nivel tanto intelectual como

corporal, las vicisitudes de la traducción. Requiere de un arduo

aprendizaje del lenguaje, y a menudo u.p desarreglo de las expec-

tativas personales y culturales. Hay, por supuesto, todo un mito

del trabajo de campo. La experiencia concreta, cercada de contin-

gencias, rara vez alcanza la altura de lo ideal; pero como medio

para producir conocimiento a partir de un compromiso intenso e

intersubjetivo, la práctica de la etnografía conserva un estatus

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ejemplar. Más aún, si el trabajo de campo se identificó durante

un tiempo con una disciplina específicamente occidental y con

una ciencia totalizante de "antropología", esa asociación no es

necesariamente permanente. Los estilos actuales de descripción

cultural están históricamente limitados y se encuentran sufrien-

do importantes metamorfosis.

El desarrollo de la ciencia etnográfica no puede entenderse en

último análisis prescindiendo de los debates políticos y epistemo-

lógicos más generales sobre la escritura y la representación de la

alteridad. En esta discusión, sin embargo, he mantenido el foco

sobre la antropología profesional, y específicamente en la etno-

grafia a partir de 1950. 3 La actual crisis -o mejor, dispersión-

de la autoridad etnográfica hace posible trazar un periodo aproxi-

mado, delimitado por los años 1900 y 1960, durante el cual se

estableció una nueva concepción del trabajo de campo como la

norma de la antropología europea y norteamericana. El trabajo

de campo intensivo, llevado a cabo por especialistas entrenados

en la universidad, emergió como una fuente de datos sobre los

pueblos exóticos privilegiada y sancionada. La cuestión aquí no

es que haya prevalecido un único método de investigación. La et-

nografia "intensiva" ha sido variadamente definida (compárese

Griaule, 1957, con Malinowski, 1922: cap.l). Más aún, la hege-

monía del trabajo de campo se estableció antes y más

extensivamente en los Estados Unidos y en Inglaterra que en

Francia. Los ejemplos

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