Comentario Funes el Memorioso

Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 - Ginebra, 14 de junio de 1986) es un destacado escritor argentino de cuentos, poemas y ensayos, cuyas obras más conocidas son El Aleph (1949), compuesto por diecisiete cuentos, en los que se articulan mitos y metáforas de la tradición literaria universal; y Ficciones (1944), compuesto de dos partes: “El jardín de senderos que se bifurcan” y “Artificios”. En esta última se integra el cuento objeto de comentario: “Funes el memorioso”.

La historia es relatada mediante un narrador interno, que hace especial hincapié en que está “recordando” los hechos, sobre todo en el párrafo inicial, donde utiliza este verbo hasta en seis ocasiones, pese a reconocer que él no tiene derecho a pronunciarlo. De esta forma, a lo largo del relato va explicando la situación desde su punto de vista, en primera persona, así como sus impresiones y percepciones (“La pieza olía vagamente a humedad”), ya que interviene en la misma. Por lo tanto, al no ser omnisciente, el narrador no conoce todos los pensamientos y sentimientos del personaje, tal y como deja reflejado en alguna ocasión: “Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar”. No obstante, sí que detalla ciertas intimidades de Funes, ya que estas aparentemente se le fueron confesadas por el protagonista durante las conversaciones que mantuvieron: “Le era muy difícil dormir (...) el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico”, “”También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente”.

Por otro lado, es curioso el tratamiento que hace el narrador de la historia, ya que muestra diversas veces que es consciente de que lo que está escribiendo va a ser leído, haciendo referencia a su relato y al lector: “mi testimonio será acaso el más breve y sin duda el más pobre, pero no el menos imparcial de volumen que editarán ustedes”, “Arribo, ahora al más difícil punto de mi relato”, “El estilo indirecto es remoto y débil (...) que me abrumaron esa noche”.

Igualmente, se puede decir que este es un relato focalizado externamente, ya que la voz narrativa se limita a informar sobre lo que puede captar mediante los sentidos, y se sirve de testimonios ajenos, desconocidos por él, para ofrecerle al lector una más amplia descripción del protagonista: “Pedro Leandro Ipuche ha escrito que Funes era un precursor de los superhombres, un “Zarathustra cimarrón y vernáculo”, “Me dijo que el muchacho del callejón era un tal Ireneo Funes, mentado por algunas rarezas como la de no darse con nadie y la de saber siempre la hora, como un reloj”.

En cuanto al espacio, toda la historia sucede en una localización real, Fray Bentos, ciudad uruguaya, capital del departamento de Río Negro. Dentro de ella, aparecen otros lugares, como el “callejón que se ahondaba entre dos veredas altísimas de ladrillo” (donde el narrador se encontró con Ireneo por primera vez), o la habitación de Funes en el rancho de su madre, donde mantuvo la conversación con el narrador que articula el relato. También son mencionadas otras ciudades que no tienen relevancia para la historia, como San Francisco o Montevideo. Buenos Aires, por su parte, sí que puede tener cierta relevancia en el desarrollo del cuento, puesto que el cronista tenía que partir hacia esta ciudad, debido a una enfermedad de su padre, por lo que tuvo que acercarse a la casa del protagonista a recoger los libros que le había prestado, y en ese encuentro surge la conversación que da lugar a la historia.

En relación con la trama, no hay ninguna perfectamente identificable: se puede considerar que es de acción, ya que el narrador se propone presentarle al lector la historia de Funes, siguiendo una estructura de introducción (explica cómo conoció al protagonista y por qué fue a esa ciudad), nudo (cuenta que le dio prestados unos libros, que poco después tiene que ir a recoger) y desenlace (la conversación que ambos mantienen); o bien puede ser una trama de admiración, ya que el lector se fascina ante las maravillosas cualidades de Ireneo para recordar y la facilidad que tiene para con el latín, y se enternece leyendo las dificultades que ha tenido que sobrepasar (el accidente, el insomnio que padece…).

En lo que respecta al tiempo narrativo, se distinguen distintos tipos: el tiempo físico es el tiempo de la experiencia, y toda la historia sucede en el mismo año, en el verano (que al estar en Uuruguay es entre los meses de febrero-marzo) de 1887, aunque para entender cómo se ha llegado a ese punto, el narrador tiene que explicar sucesos acontecidos en 1884, la primera de tres veces que se topó con Funes, quien termina muriendo de una congestión pulmonar en 1889; por su parte, el tiempo cronológico tiene mucha importancia en el devenir del relato, porque el narrador conoce a Ireneo debido a que este tenía una asombrosa habilidad para conocer la hora exacta sin consultarla (“¿Qué

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