Cuentos Para Jugar
Enviado por mariakcm • 3 de Julio de 2014 • 25.444 Palabras (102 Páginas) • 441 Visitas
GIANNI RODARI - Cuentos para jugar
Título original: Tante Storie Per Giocare
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CUENTOS PARA JUGAR
(Gianni Rodari)
Instrucciones para el uso
I. El tamborilero mágico
II. Pinocho el astuto
III. Aquellos pobres fantasmas
IV. El perro que no sabía ladrar
V. La casa en el desierto
VI. El flautista y los automóviles
VII. La vuelta a la ciudad
VIII. Cuando en Milán llovieron sombreros
IX. Alarma en el nacimiento
X. El doctor Terríbilis
XI. Voces nocturnas
XII. Mago Giró
XIII. La aventura de Rinaldo
XIV. El anillo del pastor
XV. Taxi para las estrellas
XVI. La enfermedad de Tino
XVII. Aventura con el televisor
XVIII. La gran zanahoria
XIX. Cien liras en el bolsillo
XX. El gato viajero
Los finales del autor
Instrucciones para el uso
Estas historias se publican con la amable autorización de la RAI (Radio-Televisión Italiana).
De hecho, fueron escritas para un programa radiofónico que se titulaba precisamente Cuentos para
jugar, que fue emitido en los años 1969-70.
Estos mismos cuentos aparecieron después en el Corriere dei piccoli.
Cada cuento tiene tres finales, a escoger.
En las últimas páginas el autor ha indicado cuál es el final que él prefiere.
El lector lee, mira, piensa y si no encuentra un final a su gusto puede inventarlo, escribirlo o
dibujarlo por sí mismo. ¡Que os divirtáis!
GIANNI RODARI - Cuentos para jugar
Título original: Tante Storie Per Giocare
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I. El tamborilero mágico
Erase una vez un tamborilero que volvía de la guerra. Era pobre, sólo tenía el tambor, pero a pesar
de ello estaba contento porque volvía a casa después de tantos años. Se le oía tocar desde lejos:
barabán, barabán, barabán...
Andando y andando encontró a una viejecita.
—Buen soldadito, ¿me das una moneda?
—Abuelita, si tuviese, te daría dos, incluso una docena. Pero no tengo.
—¿Estás seguro?
—He rebuscado en los bolsillos durante toda la mañana y no he encontrado nada.
—Mira otra vez, mira bien.
—¿En los bolsillos? Miraré para darte gusto. Pero estoy seguro de que... ¡Vaya! ¿Qué es esto?
—Una moneda. ¿Has visto cómo tenías?
—Te juro que no lo sabía. ¡Qué maravilla! Toma, te la doy de buena gana porque debes necesitarla
más que yo.
—Gracias, soldadito —dijo la viejecita—, y yo te daré algo a cambio.
—¿En serio? Pero no quiero nada.
—Sí, quiero darte un pequeño encantamiento. Será éste: siempre que tu tambor redoble todos
tendrán que bailar.
—Gracias, abuelita. Es un encantamiento verdaderamente maravilloso.
—Espera, no he terminado: todos bailarán y no podrán pararse si tu no dejas de tocar.
—¡Magnífico! Aún no sé lo que haré con este encantamiento pero me parece qué me será útil.
—Te será utilísimo.
—Adiós, soldadito.
—Adiós, abuelita.
Y el soldadito reemprendió el camino para regresar a casa. Andando y andando... De repente
salieron tres bandidos del bosque.
—¡La bolsa o la vida!
—¡Por amor de Dios! ¡Adelante! Tomen la bolsa. ¡Pero les advierto que está vacía!
—¡Manos arriba o eres hombre muerto!
—Obedezco, obedezco, señores bandidos.
—¿Dónde tienes el dinero?
—Lo que es por mí, lo tendría hasta en el sombrero.
Los bandidos miran en el sombrero: no hay nada.
—Por mí lo tendría hasta en la oreja.
Miran en la oreja: nada de nada.
—Os digo que lo tendría incluso en la punta de la nariz, si tuviera.
Los bandidos miran, buscan, hurgan. Naturalmente no encuentran ni siquiera una moneda.
—Eres un desarrapado —dice el jefe de los bandidos—. Paciencia. Nos llevaremos el tambor para
tocar un poco.
—Tomadlo —suspira el soldadito—; siento separarme de él porque me ha hecho compañía
durante muchos años. Pero si realmente lo queréis...
—Lo queremos.
—¿Me dejaréis tocar un poquito antes de llevároslo? Así os enseño cómo se hace ¿eh?
—Pues claro, toca un poco.
—Eso, eso —dijo el tamborilero—,
...