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Cuentos Para Jugar

mariakcm3 de Julio de 2014

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GIANNI RODARI - Cuentos para jugar

Título original: Tante Storie Per Giocare

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CUENTOS PARA JUGAR

(Gianni Rodari)

Instrucciones para el uso

I. El tamborilero mágico

II. Pinocho el astuto

III. Aquellos pobres fantasmas

IV. El perro que no sabía ladrar

V. La casa en el desierto

VI. El flautista y los automóviles

VII. La vuelta a la ciudad

VIII. Cuando en Milán llovieron sombreros

IX. Alarma en el nacimiento

X. El doctor Terríbilis

XI. Voces nocturnas

XII. Mago Giró

XIII. La aventura de Rinaldo

XIV. El anillo del pastor

XV. Taxi para las estrellas

XVI. La enfermedad de Tino

XVII. Aventura con el televisor

XVIII. La gran zanahoria

XIX. Cien liras en el bolsillo

XX. El gato viajero

Los finales del autor

Instrucciones para el uso

Estas historias se publican con la amable autorización de la RAI (Radio-Televisión Italiana).

De hecho, fueron escritas para un programa radiofónico que se titulaba precisamente Cuentos para

jugar, que fue emitido en los años 1969-70.

Estos mismos cuentos aparecieron después en el Corriere dei piccoli.

Cada cuento tiene tres finales, a escoger.

En las últimas páginas el autor ha indicado cuál es el final que él prefiere.

El lector lee, mira, piensa y si no encuentra un final a su gusto puede inventarlo, escribirlo o

dibujarlo por sí mismo. ¡Que os divirtáis!

GIANNI RODARI - Cuentos para jugar

Título original: Tante Storie Per Giocare

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I. El tamborilero mágico

Erase una vez un tamborilero que volvía de la guerra. Era pobre, sólo tenía el tambor, pero a pesar

de ello estaba contento porque volvía a casa después de tantos años. Se le oía tocar desde lejos:

barabán, barabán, barabán...

Andando y andando encontró a una viejecita.

—Buen soldadito, ¿me das una moneda?

—Abuelita, si tuviese, te daría dos, incluso una docena. Pero no tengo.

—¿Estás seguro?

—He rebuscado en los bolsillos durante toda la mañana y no he encontrado nada.

—Mira otra vez, mira bien.

—¿En los bolsillos? Miraré para darte gusto. Pero estoy seguro de que... ¡Vaya! ¿Qué es esto?

—Una moneda. ¿Has visto cómo tenías?

—Te juro que no lo sabía. ¡Qué maravilla! Toma, te la doy de buena gana porque debes necesitarla

más que yo.

—Gracias, soldadito —dijo la viejecita—, y yo te daré algo a cambio.

—¿En serio? Pero no quiero nada.

—Sí, quiero darte un pequeño encantamiento. Será éste: siempre que tu tambor redoble todos

tendrán que bailar.

—Gracias, abuelita. Es un encantamiento verdaderamente maravilloso.

—Espera, no he terminado: todos bailarán y no podrán pararse si tu no dejas de tocar.

—¡Magnífico! Aún no sé lo que haré con este encantamiento pero me parece qué me será útil.

—Te será utilísimo.

—Adiós, soldadito.

—Adiós, abuelita.

Y el soldadito reemprendió el camino para regresar a casa. Andando y andando... De repente

salieron tres bandidos del bosque.

—¡La bolsa o la vida!

—¡Por amor de Dios! ¡Adelante! Tomen la bolsa. ¡Pero les advierto que está vacía!

—¡Manos arriba o eres hombre muerto!

—Obedezco, obedezco, señores bandidos.

—¿Dónde tienes el dinero?

—Lo que es por mí, lo tendría hasta en el sombrero.

Los bandidos miran en el sombrero: no hay nada.

—Por mí lo tendría hasta en la oreja.

Miran en la oreja: nada de nada.

—Os digo que lo tendría incluso en la punta de la nariz, si tuviera.

Los bandidos miran, buscan, hurgan. Naturalmente no encuentran ni siquiera una moneda.

—Eres un desarrapado —dice el jefe de los bandidos—. Paciencia. Nos llevaremos el tambor para

tocar un poco.

—Tomadlo —suspira el soldadito—; siento separarme de él porque me ha hecho compañía

durante muchos años. Pero si realmente lo queréis...

—Lo queremos.

—¿Me dejaréis tocar un poquito antes de llevároslo? Así os enseño cómo se hace ¿eh?

—Pues claro, toca un poco.

—Eso, eso —dijo el tamborilero—, yo toco y vosotros (barabán, barabán, barabán) ¡y vosotros

bailáis!

Y había que verlos bailar a esos tres tipejos. Parecían tres osos de feria.

Al principio se divertían, reían y bromeaban.

—¡Animo, tamborilero! ¡Dale al vals!

GIANNI RODARI - Cuentos para jugar

Título original: Tante Storie Per Giocare

- 3 -

—¡Ahora la polka, tamborilero!

—¡Adelante con la mazurka!

Al cabo de un rato empiezan a resoplar. Intentan pararse y no lo consiguen. Están cansados,

sofocados, les da vueltas la cabeza, pero el encantamiento del tambor les obliga a bailar, bailar,

bailar...

—¡Socorro!

—¡Bailad!

—¡Piedad!

—¡Bailad!

—¡Misericordia!

—¡Bailad, bailad!

—¡Basta, basta!

—¿Puedo quedarme el tambor?

—Quédatelo... No queremos saber nada de brujerías...

—¿Me dejaréis en paz?

—Todo lo que quieras, basta con que dejes de tocar.

Pero el tamborilero, prudentemente, sólo paró cuando los vio derrumbarse en el suelo sin fuerzas y

sin aliento.

—¡Eso es, así no podréis perseguirme!

Y él, a escape. De vez en cuando, por precaución, daba algún golpecillo al tambor. Y enseguida se

ponían a bailar las liebres en sus madrigueras, las ardillas sobre las ramas, las lechuzas en los nidos,

obligadas a despertarse en pleno día...

Y siempre adelante, el buen tamborilero caminaba y corría, para llegar a su casa...

PRIMER FINAL

Andando y andando el tamborilero empieza a pensar: «Este hechizo hará mi fortuna. En el fondo

he sido estúpido con aquellos bandidos. Podía haber hecho que me entregaran su dinero. Casi casi,

vuelvo a buscarlos...»

Y ya daba la vuelta para volver sobre sus pasos cuando vio aparecer una diligencia al final del

sendero.

—He ahí algo que me viene bien.

Los caballos, al trotar, hacían tintinear los cascabeles. El cochero, en el pescante, silbaba

alegremente una canción. Junto a él iba sentado un policía armado.

—Salud, tamborilero, ¿quieres subir?

—No, estoy bien aquí.

—Entonces apártate del camino porque tenemos que pasar.

—Un momento. Echad primero un bailecito.

Barabán, barabán... El tambor empieza a redoblar. Los caballos se ponen a bailar. El cochero se

tira de un salto y se lanza a menear las piernas. Baila el policía, dejando caer el fusil. Bailan los

pasajeros.

Hay que aclarar que aquella diligencia transportaba el oro de un banco. Tres cajas repletas de oro.

Serían unos trescientos kilos. El tamborilero, mientras seguía tocando el tambor con una mano, con la

otra hace caer las cajas en el sendero y las empuja tras un arbusto con los pies.

—¡Bailad! ¡Bailad!

—¡Basta ya! ¡No podemos más!

—Entonces marchaos a toda velocidad, y sin mirar hacia atrás...

La diligencia vuelve a ponerse en camino sin su preciosa carga. Y hete aquí al tamborilero

millonario... Ahora puede construirse un chalet, vivir de las rentas, casarse con la hija de un

comendador. Y cuando necesite dinero, no tiene que ir al banco: le basta su tambor.

GIANNI RODARI - Cuentos para jugar

Título original: Tante Storie Per Giocare

- 4 -

SEGUNDO FINAL

Andando y andando, el tamborilero ve a un cazador a punto de disparar a un tordo. Barabán,

barabán... el cazador deja caer la carabina y empieza a bailar. El tordo escapa.

—¡Desgraciado! ¡Me las pagarás!

—Mientras tanto, baila. Y si quieres hacerme caso, no vuelvas a disparar a los pajaritos.

Andando y andando, ve a un campesino que golpea a su burro..

—¡Baila!

—¡Socorro!

—¡Baila! Solamente dejaré de tocar si me juras que nunca volverás a pegar a tu burro.

—¡Lo juro!

Andando y andando, el generoso soldadito echa mano de su tambor siempre que se trata de

impedir un acto de prepotencia, una injusticia, un abuso. Y encuentra tantas arbitrariedades que nunca

consigue llegar a casa. Pero de todas formas está contento y piensa: «Mi casa estará donde pueda hacer

el bien con mi tambor».

TERCER FINAL

Andando y andando... Mientras anda, el tamborilero piensa: extraño encantamiento y extraño

tambor. Me gustaría mucho saber cómo funciona el encantamiento.

Mira los palillos, los vuelve por todos lados: parecen dos palitos de madera normales.

—¡A lo mejor el secreto está dentro, bajo la piel del tambor!

El soldadito hace un agujerito en la piel con el cuchillo.

—Echaré un vistazo —dice. Dentro no hay nada de nada.

—Paciencia, me conformaré con el tambor como es.

Y reemprende su camino, batiendo alegremente los palillos. Pero ahora ya no bailan al son del

tambor las liebres, las ardillas ni los pájaros en las ramas. Las lechuzas no se despiertan.

—Barabán, barabán...

El sonido

...

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