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El Laberinto De La Soledad


Enviado por   •  11 de Mayo de 2014  •  854 Palabras (4 Páginas)  •  293 Visitas

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TODOS SANTOS, DÌA DE MUERTOS

El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas, todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual.

El arte de la fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos. Agrios y puros, sus danzas, sus ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden en las plazas y mercados.

Nuestro calendario está poblado de fiestas. Durante las Fiestas populares, desde el grito de independencia hasta el día de la raza, el mexicano se siente completo, seguro. La razón es sencilla, en ese instante, en ese presente, el pasado y el futuro al fin se reconcilian.

Pero no bastan las fiestas que ofrecen a todo el país la Iglesia y la Republica. La vida de cada ciudad y de cada pueblo está regida por un santo, al que se festeja con devoción y regularidad. Los barrios y los gremios tienen también sus fiestas anuales, sus ceremonias y sus ferias.

Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares. Los países ricos tienen pocas: no hay tiempo ni humor. Y no son necesarias; las gentes tiene otras cosas que hacer y cuando se divierten lo hacen en pequeños grupos.

Pero pobre mexicano, ¿Cómo podría vivir sin esas dos o tres fiestas anuales que lo compensan de su estrechez y de su miseria? Las fiestas son nuestro único lujo, ellas sustituyen acaso con ventaja, al teatro y a las vacaciones. En esas ceremonias: nacionales o locales, gremiales o familiares le dan ocasión de revelarse y dialogar con la divinidad, la patria, los amigos y los parientes, durante esos días el silencioso mexicano canta, silba, ríe, arroja petardos, descarga su pistola. Descarga su alma. Esa noche, los amigos, que durante meses no pronunciaron más que palabras escritas por la indispensable cortesía, se emborrachan juntos, se hacen confidencias, lloran las mismas penas, se descubren hermanos.

Uno de los festejos que más llama la atención: es el día de muertos. Ya desde antes de la llegada de los españoles, los indígenas creían que la vida se continuaba con la muerte, y de hecho, la vida misma se alimentaba de la muerte. Nada más privilegiado en vida, que ser sacrificado para los Dioses. Mientras que para los cristianos la muerte es la antesala a otra vida, para los aztecas, la manera de participar fundirse con las fuerzas creadoras. Para los aztecas, ni la vida ni la muerte les pertenecía, todo era un capricho de los dioses. La religión y el destino, trazaban la vida de sus hijos. La conquista de México, sería inexplicable sin la traición

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