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El Otoño de la Edad Media - ensayo


Enviado por   •  30 de Marzo de 2022  •  Ensayos  •  1.355 Palabras (6 Páginas)  •  114 Visitas

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El Otoño de la Edad Media- Johan Huizinga

NOMBRE: Ana Lucía Villar Chumán

En sus dos primeros capítulos, Huizinga nos describe el tono de vida de la época, en donde reinaba la miseria y el dolor, y cómo es que éste lleva a la búsqueda de una vida más bella, aferrándose a ciertos ámbitos en la vida terrenal hasta poder conseguir la salvación divina.

Acerca del tono de vida, el autor nos narra en un principio que la diferencia entre la vida y la muerte, o salud y enfermedad era muy notable; pues si uno enfermaba o contraía una peste, algo muy común en ese tiempo, estaba prácticamente condenado a morir. Es por esto que la vida y la salud eran muy apreciadas, cada momento debía vivirse al máximo y cada evento importante o, tal como el matrimonio, debía ser celebrado a lo grande.  

El hecho de aprovechar el tiempo en la vida terrenal, conlleva al siguiente aspecto en la Edad media tardía. La ostentosidad estaba muy presente, el rey exigía grandes banquetes en sus ceremonias, era ya una costumbre verlo con trajes de lujo y junto a exhibiciones pomposas al anunciarse. Es así como se marcaba la diferencia entre pobreza y riqueza también. Miembros de la nobleza solían llevar distintivos y colores en su vestimenta, con la intención de demostrar su condición y sentirse superiores.  Por supuesto estas celebraciones aparatosas se realizaban siempre en la ciudad; el campo era generalmente más silencioso.

Por su parte la fe era uno de los aspectos que más resaltaron en aquellos días. Se organizaron gran cantidad de procesiones con la intención de apoyar una causa y a la gente no le importaba estar horas y horas de pie y con hambre. Algo muy común también era observar ejecuciones, que como lo normal, se llevaban a cabo junto a espectáculos imponentes. Dentro de este contexto de religiosidad, también se vivía un intenso sentimentalismo, que se percibía como una forma elegante y ceremonial de expresar el dolor. Esto sucedía mientras los sacerdotes predicaban y daban su sermón, pues expresaban el arrepentimiento prácticamente tirándose al suelo y rompiendo en llanto. Esta sensibilidad al dolor y emotividad exagerada caracterizó a la época. Además, cuando algún rey o príncipe fallecía, el duelo se manifestaba con también muchas lágrimas y sufrimiento. El negro era la forma común de manifestar la pérdida, las telas que adornaban y revestían el lugar y el monumento funerario, así como las vestimentas de familiares, eran todos negros. Ésta era una de las formas adecuadas que se debía seguir, además aportaba distinción.

Por otro lado, junto a este sentimiento intenso de dolor, se encontraba el sentimiento de justicia, y más aún, de venganza. Gracias a cuestiones políticas, deseos de defender el honor y orgullo, lealtad hacia una autoridad, o simplemente un sentimiento de envidia y codicia; muchos asesinatos y peleas fueron ejecutadas entre reinos, familias y monarcas. Como es ya conocido, en aquel tiempo tomaron lugar muchas guerras y crisis en la Iglesia, lo que generó que muchas personas tomaran bandos y quedaron enfrentados. Es aquí donde además de la característica bélica de la época, se adquiere un carácter partidista al mismo tiempo. Dentro del ámbito político en especial, se consolidan partidos con convicciones y pensamientos propios, los cuales están dispuestos a defender hasta con la vida. Adicionalmente, para resaltar la pertenencia a determinado bando, se solían llevar puestos distintivos y colores que los identificaran como seguidores de un grupo; los gorros, por ejemplo, eran bastante comunes.

De este momento en adelante, se exacerba aún más el deseo de venganza, entendiéndola más como una forma de castigo cruel y despiadado para erradicar todo crimen y acto de rebeldía, que como un camino hacia la justicia. Se disfrutaba mucho con los descuartizamientos y castigos, generalmente ejecutados en lugares públicos ante la vista de todos. Incluso, ni siquiera se deseaba entregar el perdón con la confesión, para que los inculpados no tuvieran siquiera la oportunidad de alcanzar la salvación divina. La Iglesia por supuesto no permitía este tipo de acciones, pero era tanto el sentimiento que se entendía como “ojo por ojo, diente por diente”, que muchas veces hicieron caso omiso de las advertencias de la institución, y condenaban a los acusados sin otorgarles el perdón.

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