El libro de “El señor de las moscas”
laura4144Ensayo23 de Octubre de 2022
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El señor de las moscas
Título: El señor de las moscas
Autor: William Golding
Índice
Argumento ...………...……………………………………………………. 2
Estructura …………………………………………………………………. 2
Personajes principales : evolución psicológica ……………………….. 8
- Ralph ……………………………………………………………………… 8
- Jack ...…………………………………………………………………….. 11
Tema ……………………………………………………………………….. 13
Reflexión personal ……………………………………………………….. 13
Bibliografía……………………………………………………………………. 16
Argumento
Tras estrellarse el avión en el que iban, un grupo de niños se ven atrapados en una isla desierta. Para sobrevivir en ella, tendrán que madurar antes de tiempo y aprender a valerse por sí mismos para conseguir comida, refugio y lo más importante de todo; mantener vivo un fuego que sirva como señal para los barcos que pasen, y que así puedan rescatarlos. Pero este sistema que ellos mismos habían elaborado, se ve truncado cuando los instintos más básicos del ser humano empiezan a florecer en algunos de los infantes. Estos instintos, animados por un temor generalizado a una bestia que uno de los más pequeños afirmó haber visto, desataría el caos en la isla, obligándoles a tener que luchar para defenderse de la verdadera bestia que habita en la isla, ellos mismos.
Estructura
El libro de “El señor de las moscas” está dividido en 12 capítulos, los cuales podemos clasificar en 3 partes. Esta división está realizada basándose en los puntos más decisivos de la historia que se cuenta en la novela. La primera parte es la más corta de todas, ya que solamente engloba los primeros 2 capítulos. La segunda parte, en cambio, abarca desde el capítulo 3 hasta el 8. Y por último, la tercera parte la forman los últimos capítulos del libro que forman el desenlace de la historia.
En la primera parte, al comienzo del libro, nos encontramos con una historia muy diferente de la que se nos presentará posteriormente en la novela. En estos 2 primeros capítulos nos encontramos con un Ralph muy distinto del que se vé después. Un Ralph muy despreocupado que prácticamente no entabla palabra con Piggy, el cual le sigue a todos lados, puesto que está embelesado admirando el nuevo mundo sin adultos en el que se halla. Y no solo Ralph, el resto de niños también, muy lejos de sentirse asustados por la situación en la que se hallan, se muestran eufóricos de hallarse totalmente solos en la isla. Para ellos todo eso se trata de un juego, y no son plenamente conscientes de lo que realmente está pasando. Prueba de ello la encontramos en las siguientes líneas:
- Podemos pasarlo bien aquí mientras esperamos.
Hizo un amplio gesto con las manos.
- Es como lo que cuentan en los libros
Surgió un clamor
- La isla del tesoro
- Golondrinas y Amazonas
- La Isla de Coral…
Para ellos, todo lo que les está ocurriendo les parece una aventura sacada de un libro de fantasía, donde el hecho de quedar varado en una isla desierta es sinónimo de aventura, y donde el dolor, el hambre y la miseria que les depararán los meses siguientes no tienen cabida, puesto que en los libros de aventuras que ellos leen siempre terminan con un final feliz.
Pero William Golding se encarga de dejar claro, que a pesar de estar protagonizado por niños, este no es un libro infantil. La primera prueba de ello la tenemos al final del segundo capítulo de la novela, donde ocurriría una desgracia que marcaría el tono del libro de ahí en adelante. Después de que Ralph propusiera la idea de hacer una hoguera, el resto de niños, aún eufóricos de encontrarse en la isla, salieron en desbandada sin ningún tipo de orden ni concierto en busca de leña. Estaban ansiosos por cumplir la misión que el jefe les había encomendado, aunque no se hubieran enterado de cuál era exactamente ni para que, lo único que tenían en mente era jugar.
Este desorden acabaría provocando un incendio en una gran parte de la isla, donde un niño, reconocible por tener una peculiar mancha en la cara, desaparecería. El relato nos da a entender que dicho niño murió en el incendio que ellos mismos provocaron, y marcaría de ahí en adelante un giro drástico en el tono del libro, que hasta entonces había sido muy alegre y despreocupado, contando una historia aparentemente dirigida más a un público infantil. Pero en unas pocas líneas el autor consigue tornar la historia en una mucho más oscura y adulta, con un mensaje acerca de la verdadera naturaleza humana que dista mucho de pertenecer a cualquier tipo de novela infantil.
Cuando los niños, ya todos en la cima de la montaña, ven las llamas acercarse a lo lejos, no se terminan de dar cuenta de lo que realmente acaba de suceder. No pueden asimilar como la isla, que tan eufóricos los tenía hace un momento, se había podido convertir en fuente de terror tanto para los más pequeños como para los más mayores. Esta incredulidad ante lo que acaba de suceder la podemos apreciar en las siguientes líneas:
- El chico con la mancha en la… cara… ¿dónde está… ahora? Yo no le veo.
Los muchachos se miraron unos a otros atemorizados, incrédulos.
- …¿dónde está ahora?
Ralph murmuró la respuesta como avergonzado:
- A lo mejor volvió hacia el… el…
Ralph, aún en estado de shock, trata de negarse a sí mismo lo evidente, tratando de salvar como fuera posible esa imagen idílica que tenía de la isla y de las aventuras que pensaba correr en ella. Pero mientras habla se da cuenta de que lo que está diciendo no es cierto. Piggy también sigue preguntando a Ralph por el paradero del niño, con la esperanza de que este le respondiera que está a salvo y que no le ha ocurrido nada, aunque en el fondo sabe cual es la respuesta, y es que al igual que Ralph, este solamente trata de negarse a sí mismo lo evidente.
En unos instantes, todas esas ilusiones de aventura que habían podido tener hace un momento se habían disipado ante el primer cara a cara con el peligro. Un golpe de madurez que se puede apreciar en Ralph en los siguientes capítulos. Puesto que, de no ser por el nombre, cualquiera pensaría que se trata de un personaje totalmente distinto.
A partir del tercer capítulo la historia se centra sobre todo en la tensión entre los miembros de la nueva “tribu”. Tras el incidente que recientemente había ocurrido, los mayores empezaron a tomarse un poco más en serio la situación en la que estaban, y consiguieron poner orden entre los pequeños para asentarse en la playa donde por primera vez se reunieron todos. Es ahí donde podemos ver el cambio
más significativo respecto a los dos primeros capítulos. Podemos observar esta madurez por ejemplo, en el sistema de asambleas que inventan para reunir a todos los niños y poner ideas en común. También lo podemos ver en el reparto de tareas que se ingenian para poder distribuir los trabajos entre todos y que siempre haya alguien encargado de vigilar la hoguera.
Pero debido al pánico surgido entre los más pequeños por la supuesta bestia que uno de los niños afirma haber visto, y sobre todo, por las ansias de liderazgo y poder por parte de Jack, empiezan a surgir desencuentros entre Ralph y el jefe de los cazadores. Estas disputas llegan a un punto límite en varias ocasiones a lo largo del relato, como podría ser por ejemplo, la vez que dejaron que se apagara la hoguera cuando cerca de la isla pasaba un barco. Pero estos desencuentros rápidamente se olvidan en cuanto Jack ofrece la carne que acaban de cazar al resto de la tribu, puesto que el olor del asado y la carne cocinada tienen un efecto mayor frente a estómagos que llevan meses comiendo únicamente a base de fruta. Tenemos una confirmación de esto en las siguientes líneas:
A Ralph se le hacía la boca agua. Tenía toda la intención de rehusar la carne, pero su pobre régimen de fruta y nueces, con algún que otro cangrejo o pescado, le instaba a no oponer ninguna resistencia.
Jack tomaría nota de esta debilidad y la aprovecharía posteriormente para ganarse la confianza de gran parte de los niños. Esto puede ser visto en la tercera parte del libro, donde Jack, con un poder ya significativo sobre el resto de los infantes, decide dar el paso que tanto tiempo llevaba esperando dar, y se establece como nuevo jefe de una nueva tribu. Es así como las disputas que antes solían tener ambos jefes entre ellos, se radicalizan y convierten en auténticas batallas campales. Hasta el punto de que podría decirse que inician una guerra entre ambos bandos. Siendo así una metáfora de cómo la guerra es parte de la naturaleza del ser humano, y que hasta unos niños de muy corta edad pueden sufrir los estragos de ese instinto de lucha y ansias de poder, que en otras circunstancias, únicamente asociaríamos
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