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Elogio De Los Jueces


Enviado por   •  24 de Marzo de 2013  •  945 Palabras (4 Páginas)  •  663 Visitas

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"La justicia no sabe qué hacer con aquellos abogados que acuden a los Tribunales, no para aclarar a los jueces las razones del cliente, sino para mostrarse y poner de manifiesto sus propias cualidades oratorias. El defensor debe tratar únicamente de proyectar sus dotes de claridad sobre los hechos y sobre los argumentos de la causa, y de mantener en la sombra la propia persona, a la manera de esos modernísimos mecanismos de iluminación, llamados difusores, que escondiendo la fuente luminosa, hacen aparecer las cosas como transparentes por su agradable fosforescencia interna. Al contrario de las lámparas de luz directa, prepotentes y descaradas: que deslumbran a quien las mira y alrededor sobre los objetos, no se ve más que oscuridad".

"Sin probidad, no puede haber justicia; pero probidad quiere decir también puntualidad, que sería una probidad de orden inferior a utilizar en las prácticas secundarias de administración ordinaria. Esto puede referirse también al abogado cuya probidad se revela en forma modesta, pero continua, en la precisión con que ordena los traslados, en la compostura con que viste la toga, en la claridad de su escritura, en la parsimonia de su discurso, en la diligencia con que atiende a presentar los escritos en el plazo señalado. Y esto, sin ofensa de nadie, se dice también a los jueces, cuya probidad no consiste solamente en no dejarse corromper, sino también, por ejemplo, en no hacer esperar dos horas en el pasillo a los abogados y a las partes citadas para dar principio a una prueba testifical".

"Es posible que el oficio del abogado exija más ingenio y más fantasía que el del juez; hallar los argumentos, que es trabajo del abogado, es, técnicamente, más arduo que escoger entre los ya expuestos por los defensores. ¡Pero qué angustia, qué responsabilidad moral en esta selección! El abogado, cuando ha aceptado la defensa de una causa, tiene su camino trazado; puede estar sereno como el soldado en la trinchera, al cual la tronera indica hacia qué parte debe disparar. Pero el juez, antes de decidirse, tiene necesidad de una fuerza de carácter que puede faltar al abogado; debe tener el valor de ejercitar la función de juzgar, que es casi divina, aunque sienta dentro de sí todas las debilidades y acaso todas las bajezas del hombre; debe tener el dominio de reducir a silencio una voz inquieta que le pregunta lo que habría hecho su fragilidad humana si se hubiese encontrado en las mismas condiciones del justiciable; debe estar tan seguro de su deber, que olvide, cada vez que pronuncia una sentencia, la amonestación eterna que le viene de la Montaña: No juzgar".

"El abogado que habla tiene la sensación casi acústica de los momentos en que su palabra llega a convencer al juez, y de aquellos en que lo deja en duda y hasta le molesta. Es como un fenómeno de resonancia: a veces se siente que los argumentos que salen

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