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Ensayo Sobre El Elogio De Los Jueces


Enviado por   •  22 de Octubre de 2014  •  4.439 Palabras (18 Páginas)  •  254 Visitas

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La elaboración de un ensayo como el que se emprende desde la perspectiva de una persona con una formación profesional ajena al derecho, en mi caso no conlleva un esfuerzo adicional, ya que pese a lo que podría esperarse de aquellos aspirantes a adquirir el grado de Maestros en Derecho, no soy abogado.

Mi formación profesional corresponde al área de la Informática, he tenido contacto profesional con la materia a partir de mi ocupación como perito en la con reconocimiento en el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, lo que me da acceso a múltiples expedientes, armados por una muy amplia variedad de profesionales del derecho.

Asimismo, encuentro en las relaciones que entablo con los abogados litigantes y sus clientes muchas oportunidades de encontrar diversos tipos, cualidades e incluso calidades en quienes se dedican al ejercicio de la abogacía.

Aunque vistos desde una perspectiva limitada por la función que ejerzo en los juicios en que participo, ya sea en calidad de perito de parte o tercero en discordia con las designaciones con las que me honran los juzgados, he alcanzado a reconocer y a veces coincidir con la perspectiva que de ellos muestra el maestro Calamandrei, autor del libro sobre el que pretendo disertar.

En el ejercicio de mi profesión, tengo un contacto limitado pero ilustrativo con los encargados de la impartición de justicia. En el desarrollo de dichas actividades, han tenido a bien brindarme pocos minutos para comentar determinados aspectos específicos relacionados con la actuación de los peritos en los juicios que presiden, adquiriendo de ese modo en primera persona, alguna perspectiva respecto a su función, a su forma de ejercerla y a la interpretación que puedo dar respecto de la responsabilidad que ellos asumen respecto del interés en el conocimiento de las verdades históricas, vistas desde la perspectiva tecnológica que pueden aportar los peritos especializados.

La obra que se analiza me ha permitido poner en perspectiva y en algunos casos comprender mejor o por lo menos analizar desde una óptica diferente la función que realizan en el proceso de la administración de justicia tanto los abogados litigantes como los propios jueces, así como deplorar la realidad que frecuentemente infecta a los clientes que contratan a los primeros, buscando en lugar de establecer la mejor forma de hacer valer su derecho legítimo, incluso cuando en efecto parecen tener la razón, a través del contacto, la influencia, el cohecho, la manipulación del procedimiento o del funcionario judicial y asegurar de esta forma un resultado, al que de sí, les debería corresponder en justicia y sin el uso de estas herramientas objetables.

No se hable ya de aquel que se embarca en un proceso judicial a sabiendas de que atropelló el derecho del otro, y que se obstina en obtener un fallo favorable a costa de lo que haya necesidad. Para confiar así en el sistema judicial como una entidad generadora de justica, existen condiciones.

Nace así como requisito para sostener el sistema judicial en un cause razonablemente útil para la sociedad la FE EN LOS JUECES, PRIMER REQUISITO DE LOS ABOGADOS. Este es el título del primer capítulo de la obra. El eminente profesor de la Universidad de Florencia, nos hace notar que “todo es puro entre los puros” (“omnia munda mundis”), como una premisa que establece que los litigantes obtienen de un juicio, precisamente lo que llevan al mismo. Con esto se quiere decir que si quien litiga en lugar de honestas razones lleva desconfianza, venalidad, trampas, mentiras y esperanza en la corruptibilidad de los jueces, no puede declararse sorprendido ni esperar nada sino recibir a cambio, multiplicadas y aún más deformadas sus propias intrigas.

Indica el texto que en ocasiones, del fallo justo de un juicio efectivamente depende la felicidad y la vida de un hombre y su familia. Cuando un abogado consciente de ello expone su caso, y percibe en aquel que es su contrario mayor capacidad argumentativa, su elocuencia, o la distinción de ser considerado maestro, la ostentación de influencias y amistades o incluso le parece percibir señales de aprobación del juzgador al trabajo realizado por éste, puede perder la esperanza, sin embargo, indica la recomendación del autor, que cuando el abogado descubre que contra todos los medios del arte y la intriga, vale más, pese a la oscuridad y modestia propios, tener la razón; hay entonces motivo para tener días de fiesta.

El planteamiento para el desarrollo de la fe en los jueces, deriva de la esperanza que debe existir en los litigantes, de que el ser humano responsable de la impartición de justicia obrará de primera intención a favor de la verdad y de la justicia, más allá de la argumentación legal que se utilice y opere a favor de las partes. Sin embargo, esto parece contravenir a la necesidad de un planteamiento inteligente, fundamentado y eficientemente esgrimido para abonar a la causa del cliente, ya que el abogado seguro de la postura que adopta a favor de un cliente al que cree que efectivamente le asiste la razón, bajo esta visión basada en la buena fe del impartidor de justicia, puede abandonar su responsabilidad y ética profesionales, delegando en el juez solo, la responsabilidad de distinguir los hechos a su arbitrio y en la mal entendida confianza en su bondad.

Sano consejo me parece por el contrario, el propuesto por el maestro Calamandrei, cuando dice que cuando un abogado se enfrenta a un maestro en astucia debe guardarse de competir en ardides con él.

La naturaleza humana tiende a descubrir en el ejercicio profesional la personalidad del individuo. Cuando se litiga, el abogado tiene la responsabilidad de hacer notar desde su parcialidad confesa, la perspectiva de los hechos que convienen a su cliente.

Esta visión parece alejarse de la distorsión ocasionada por la parcialidad necesaria cuando el litigante expone de forma sencilla y directa su caso, blandiendo el arma más básica: la confianza en la justicia, siempre y cuando agote la argumentación congruente, directa y clara, así como la carga probatoria suficiente para demostrar su caso.

Se citan en el texto diversos autores cuyo mensaje primordial es que el resultado de un juicio es azaroso, que más pareciera depender del resultado del azar, como unos dados tirados al aire en virtud de que solamente el cincuenta por ciento de los casos las sentencias consiguen ser justas.

Sin caer en la loa que expresa el autor, denominando “santa prodigalidad y acaso la más alta expresión del espíritu mediante el cual el hombre se diferencia de las bestias” el esfuerzo que realizan los jueces y en general la sociedad para perfeccionar la forma en que se otorga justicia en los Tribunales, creo que dicho esfuerzo no debe ser considerado como infructuoso por el litigante, ya que

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