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Fernando Pessoa, El Fragmentador Del Vacío

julianberenguel22 de Agosto de 2013

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Fernando Pessoa, el fragmentador del vacío

Introducción

La obra poética del portugués Fernando Pessoa (1888-1935) está signada por la presencia de los heterónimos: nombres que difieren del nombre de autor (“Fernando Pessoa”) y que, al contrario que los seudónimos (que serían simples cambios de la firma autoral), conllevan consigo toda una biografía diferente a la del autor original que produce esta operación literaria. Los heterónimos presentan, en sí mismos, una obra poética propia y un estilo particular que los diferencia de los demás y del propio Pessoa, que es el ortónimo de aquellos. Teniendo en cuenta la noción de heterónimo y la complejidad de esta técnica de construcción de voces poéticas, se intentará abordar la idea de vacío (identitario, existencial y de representación, siguiendo la definición de la RAE: “Hueco, o falto de la solidez correspondiente”) en los diferentes discursos poéticos construidos por cada heterónimo (y por el ortónimo Pessoa) como consecuencia de la experiencia y del contacto directo con la realidad. Este planteamiento responde a una concepción de la(s) voz(es) poética(s) de Pessoa-autor como una voz fragmentada por el dominio mismo de los heterónimos, en consonancia con la pérdida de un centro identitario y autoral que se condiga con el nombre de autor.

Los nombres del Otro

Los heterónimos funcionan como el elemento central de la fragmentación en Pessoa. El procedimiento heteronímico, explicado por el propio autor en su carta a Adolfo Casais Monteiro, consiste en una despersonalización voluntaria de la voz poética. Como sugiere en esa carta, los heterónimos se explican como producto de la psique, es decir, como fenómeno psiquiátrico: “El origen de mis heterónimos es el profundo trazo de histeria que existe en mí” (Pessoa, 1935). Respecto a la operación heteronímica, añade más adelante: “Se me ocurría una expresión de espíritu, absolutamente ajena, por un motivo u otro, a quien yo soy, o a quien supongo que soy”. Ante una unidad difusa, Pessoa opta por la multiplicidad como resolución de su crisis subjetiva, prolifera las identidades como respuesta a su pérdida de centro, a su no-identidad. Los heterónimos de Pessoa, con su propia biografía y producción poética, ofrecen, cada uno, una visión personal y particular sobre su percepción de la realidad y su posterior decodificación de esa experiencia. Pero en cada visión aparece repetido el vacío como elemento totalizador del (des)encuentro con el mundo. La poesía de Pessoa y sus respectivos heterónimos es una poética cuya identidad no es significante, es decir, la identidad “vacía” de los poemas se traduce como la contracara de un lenguaje poético no significante. Como lo planteaba Julia Kristeva, “[…] el lenguaje poético ha abandonado el campo de la belleza y el sentido para transformarse en el laboratorio donde se experimenta […] la imposibilidad de una identidad significada o significante” (Kristeva, 1981: 273). El yo se instaura discursivamente como Otro (como otros): el yo lírico es un Otro lírico. Habla por los otros, da voz al vacío. Los heterónimos establecen, así, una posibilidad de lectura intertextual, donde cada “identidad” plantea una poesía dialógica, un principio de conversación con los demás. Como Pessoa mismo dijera, su obra poética es un “drama en gente”, proponiendo un acercamiento crítico a su escritura para realizar una lectura en clave teatral, es decir, analizando las posibilidades intertextuales entre cada heterónimo y las relaciones existentes entre ellos. De esta manera, se podría afirmar que el vacío aparece como un tema constante en la lírica pessoana: (1) el vacío como signo de descentralización identitaria, es decir, inexistencia de una identidad definida que se corresponda con el yo (o más bien, completa ausencia de); (2) el vacío, también, como imposibilidad de nombrar a la naturaleza, o sea, a la realidad existente y (3) el vacío de sentido, de significación, que, necesariamente, engloba a ambas cuestiones precedentes. Tomando esta noción como válida, la hipótesis que se intentará demostrar es: el vacío aparece en la lírica de Fernando Pessoa como una presencia fragmentadora de la identidad y el sentido en el discurso poético.

Decir el vacío: una aproximación

La presencia del vacío como temática recurrente en la construcción poética está atravesada por la falta de sentido y de verdad, es decir, por la imposibilidad misma de una existencia significante. Fernando Pessoa-él mismo, dice: “Y sentir que no soy alguien / es suave como agua corriente” (Pessoa, 2012: 42, el subrayado es mío. En adelante los números de página irán entre paréntesis junto a las citas). En el siguiente poema plantea una dicotomía entre la vida que se vive (la existencia como experiencia inmediata) y la vida que se piensa (experiencia mediada por la razón): “Tenemos, los que vivimos / una vida que es vivida / y otra vida que es pensada. / Y la única que tenemos es la vida dividida / entre la verdadera y la errada” (43). El heterónimo Álvaro de Campos (ingeniero portugués, 1890-1953) también plantea una dialéctica de la experiencia humana en el poema “Dactilografía”: “Todos tenemos dos vidas: / la verdadera, que es la que soñamos de niños, / y que seguimos soñando, adultos con un sustrato de niebla; / la falsa, que es la que vivimos en convivencia con otros, / que es la práctica, la útil, / ésa en que acaban metiéndonos en un cajón” (180-181). La duplicación de la experiencia es, en realidad, un vaciamiento: la imposibilidad de significar una vida deseada se traduce en términos de fracaso y de sinsentido existencial, el poeta percibe la posibilidad sin realizarla. Esta afirmación se refuerza con la sentencia de Pessoa-ortónimo: “Vivir es no conseguir” (49). Ricardo Reis (1888-¿?), otro heterónimo, plantea el carácter efímero de la existencia: “[…] la vida / pasa y no queda, nada deja y nunca vuelve” (96). Para Reis, la vida avanza en una sucesión involuntaria, ajena a la voluntad humana: “Día tras día la misma vida es la misma. / Lo que transcurre, Lidia, / en lo que somos como en lo que no / transcurre igual” (112). Y esta existencia está falta de sentido: “Así en el mundo, por sobre lo que siento, / un viento hace la vida, y la deja, y la toma, / y en nada hay sentido –ni en el alma / con que pienso solo” (115). El heterónimo restante, el poeta bucólico Alberto Caeiro (1889-1915), influyente para los demás e inclusive para el ortónimo Pessoa, también entiende la vida como una sucesión involuntaria y asignificante: “Así es la acción humana por el mundo. / Nada sacamos y nada ponemos; pasamos y olvidamos” (77).

Las diferentes voces poéticas que escribe Pessoa establecen relaciones de identificación y/o de indiferencia hacia el concepto de Dios, cada uno con su ideología, pensamiento y percepción particular. Así, en el poema “Navidad”, Fernando Pessoa ortónimo dice: “Nace un dios. Otros mueren. La verdad / ni vino ni se fue: el Error cambió / ahora tenemos otra eternidad / y siempre era mejor lo que pasó. / […] Un nuevo Dios es sólo una palabra. / No busques ni creas: todo está oculto” (35). Como indica el título, Pessoa se refiere a la conmemoración anual del nacimiento de Cristo como tradición cristiana. Habla del sinsentido, de la falta de verdad en el concepto de Dios. No hay sentido porque, como sugiere, éste está oculto. Y personifica el error escribiéndolo en mayúscula: el error como la búsqueda de sentido por vías metafísicas, que no producen sentido. Ante la duda, ante la posibilidad de metafísica, Pessoa concluye que no hay sentido, hay ilusión: “Pero, madre, ¿no habrá / alguien que vuelva todo vano, un Dios, / un otro mundo en donde todo esto está? / Sigo divagando: todo es ilusión” (58, el subrayado es mío).

Ricardo Reis se autodeclara creyente e impulsor del paganismo. Plantea su paganismo como un politeísmo clásico, en contradicción con el cristianismo: “Vosotros que, creyentes en Cristos y Marías, / turbáis las claras aguas de mi fuente, / sólo para decirme / que hay aguas de otra especie / […] Dejadme la realidad del momento / y mis dioses tranquilos e inmediatos / que no moran en lo vago / sino en campos y ríos. / Dejadme este pasar pagano de la vida […]” (99). Las divinidades referidas son la naturaleza en sí misma, conforman una unidad con el mundo. Y el paganismo es eso: adoración de la naturaleza como divinidad. La realidad del momento, como la postula Reis, no es otra cosa que la fugacidad, lo inmediato, lo que no está mediado por la razón. En la siguiente declaración, Reis expone sin filtros la transparencia misma del vacío de lo real: “De la verdad no quiero / más que la vida; pues los dioses / no dan verdad sino vida, y acaso / ni sepan cuál es la verdad” (126). No hay verdad, lo que consta como posible es la experiencia, la experiencia como testimonio de lo real, vaciado de la idea de verdad. Como sucede con las múltiples voces de Pessoa, la multiplicidad divina es una muestra de la falta de una garantía última de sentido, que sería Dios. La multiplicidad aparece como pérdida de la unidad.

Alberto Caeiro, el poeta bucólico, entiende a Dios como la totalidad de las cosas, de la existencia. La creencia de Caeiro pareciera ser un panteísmo en comunión con la totalidad de la naturaleza que lo rodea. Es una creencia física basada en lo empírico, en lo existente, que excluye a la metafísica como parte del pensamiento. Dice Caeiro: “Pero si Dios es las flores y los árboles / y los montes y el sol y la luz de la luna, / entonces creo en él, / entonces creo en él a toda hora, / y mi

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