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Jornada De Errores Medicos


Enviado por   •  13 de Junio de 2013  •  21.812 Palabras (88 Páginas)  •  1.364 Visitas

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Todo inicia con la trágica historia del ginecólogo Gerardo Aldape, quien reconoce sus desaciertos y se enfrenta a ellos, sin embargo, considera que no merece la crítica hiriente sino el respeto y la admiración de todos.

Relata el caso de una paciente a la cual sin explorarla, solo con la información que le fue dada en el interrogatorio, dedujo que tenía un tumor en el útero. La paciente se quejaba de dolor y lo único que pedía era ser operada, el doctor ordenó una radiografía pero el aparato no servía. Fue sometida a la cirugía en la cual desafortunadamente se dieron cuenta que no tenía un tumor, sino que estaba embarazada, y el producto murió a causa de esta enseñanza trágica y cruel, sin embargo, construyó un muro indestructible en el futuro: no apresurarse en los diagnósticos sin antes haber agotado todos los estudios posibles.

Realmente esté caso fue el más impactante ya que por no hacer procedimientos de rutina, estudios y una adecuada exploración, el ginecólogo tuvo la vida de un pequeño feto en sus manos la cual se desvaneció por un error inconcebible.

El siguiente, el pediatra Felipe Orzuela, atiende a un pequeño acompañado de su madre, la cual le comento que otros doctores le habían diagnosticado a su niño un ganglio infartado y se quejaba mucho del dolor, el doctor sin más preámbulos consideró pertinente un procedimiento quirúrgico para resecar el ganglio, sabiendo que no era cirujano, se sintió “importante” en ese momento, realizo una correcta técnica de asepsia y antisepsia y realizó la incisión, comenzó a salir un líquido café, pastoso con olor a contenido intestinal lo cual le hizo darse cuenta que había perforado un asa intestinal protruida, inmediatamente lo llevó a urgencias y el niño se salvó. El doctor se convenció de que se necesita tener un corazón de acero para cada emergencia que pudiera suscitarse, no tratar de invadir las especialidades que se desconocen, no dejarse influir por los diagnósticos de los compañeros sin antes haber elaborado el propio, y no hacer interrogaciones o exploraciones con prisa basándose en “corazonadas”.

El cirujano plástico Arnulfo Lagos, vivió la terrible experiencia de hacerle un estiramiento facial a un artista de cine harto de que se notara el paso de los años en su rostro. Llegó el día de la cirugía, accidentalmente el cirujano cortó una rama del nervio facial, dejando como consecuencia parálisis facial. Terminando el procedimiento, el cirujano, apenado le pide disculpas a su paciente por el terrible error que cometió, sin embargo, éste no se muestra molesto y lo perdona, le pide al cirujano que le pase un maletín que estaba en la habitación, dentro del cual estaría la pistola con la que se quitaría la vida unos instantes después, ya que él sabía que tenía cáncer de recto, quería verse joven para luego arrancarse la vida.

Adán Calzada, cirujano general contó la terrible historia de un error que costaría la vida de un hombre de sesenta años, era necesario que se le extirpara un riñón, fue sometido al procedimiento quirúrgico, pero a los pocos días de la cirugía comenzaron haber complicaciones inesperadas, tampoco se encontró nada patológico en el riñón extirpado… por lo tanto se dieron cuenta que habían extirpado el riñón sano, y aquel hombre aún tenía el riñón enfermo. No hubo nada que hacer. Para el cirujano queda el lacerante recuerdo que le obliga a cerciorarse cada que toma un bisturí de abrir el lado enfermo.

El gastroenterólogo, Juan Sortres relata la serie de complicaciones que hubo después de diagnosticar una grave peritonitis en un recluso, extirpó el apéndice y la vesícula, pero confundió momentáneamente los elementos anatómicos y cortó el colédoco, lo solucionó con una sonda en T y continuó examinando el lecho vesicular cuando de pronto encontró un absceso hepático, y fue ahí cuando comprendió la enfermedad de su paciente, todo estaba invadido de pus y difícilmente se salvaría su paciente, si querer se convirtió en un verdugo.

El médico de urgencias Luis Dondé atendió a una mujer que había abortado y sangraba profusamente del útero, el doctor comenzó a extraer los residuos y limpiar la mucosa uterina por las paredes y en su afán de dejarlo libre de todo, con la pinza jaló bruscamente pensando que era una porción de placenta, después cambió de opinión y creyó que era el cordón umbilical, finalmente se dio cuenta que era el intestino de la enferma, su rostro palideció y reconoció su error inmediatamente lo enmendó realizando un procedimiento quirúrgico. La paciente se salvó.

Roberto Bojar, ortopedista, comenta la historia de su paciente y amigo que se fracturó el brazo y esa fractura tuvo varias complicaciones a causa del afán del médico de salvar el brazo: una mala soldadura del hueso que requería ser enclavijada, una infección superlativa que daba impresión de que nunca podría ser controlada y por último, necrosis y destrucción total que llevaron a l paciente a pedir que le amputaran la extremidad. El médico se dio cuenta de que no existiría otro remedio, no obstante, él estaba aferrado por salvarle ese miembro que se había convertido en su obsesión y su martirio. Finalmente accedió a amputarlo.

El psiquiatra Dionisio Goprez, estaba seguro de que su paciente era histérica y fingía convulsionar y un terrible dolor de cabeza constante, la familia ya estaba cansada de que la paciente no tuviera respuesta alguna a los tratamientos de hipnosis del doctor así que decidieron llevarla con un neurólogo, fue sometida a un procedimiento quirúrgico en el que se dieron cuenta que la paciente tenía un tumor cerebral, estaba condenada a morir. La lección que le dejó al doctor Goprez fue: “jamás desconozcas los errores que cometas; tampoco trates de cubrirlos justificándolos”.

Pedro Berlán dedicado a la radiología, cuenta la historia de una paciente que estaban operando de urgencia por tener en su vientre un objeto extraño, cuando se dio cuenta de que por olvidar quitar unas pinzas de encima de su vientre al tomar el estudio radiológico, la estaban abriendo en vano. Avergonzado por su arrogancia y arrepentido por su sentimiento de superioridad pidió perdón.

El otorrinolaringólogo, José Nuncio al estar practicando una amigdalectomía en un niño, un chisguete potente de sangre cubrió de inmediato el campo quirúrgico y la sangre no paraba de brotar de la boca del paciente, cercenó la carótida externa y asustado no sabía qué hacer, había olvidado todo, se sintió más solo que nunca y pidió ayuda al médico de guardia al cual hasta la fecha sigue viendo como un ángel porque le salvó la vida al niño.

El cirujano Manuel Cazzas inició su

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