La Historia Interminable Michael Ende
LucianoMateo24 de Octubre de 2014
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Introducción
La estética de la recepción estudia la influencia de los lectores en la creación y estructura de las obras literarias y de qué modo la recepción por parte de los lectores condicionan lo literario. Propone, frente a la primacía concedida anteriormente al autor y al texto en una obra, volver la atención sobre los lectores. Estudia la influencia de los lectores en la creación y estructura de determinadas obras literarias y considera el hecho de la recepción como condicionamiento de lo literario. Dichos planteamientos, que se describirán en este trabajo, son visualizados en La historia interminable, del autor alemán Michael Ende. En el texto mencionado se aprecia toda una puesta en práctica, dentro de la ficción, de dicha estética.
“Por primera vez sintió claramente cuánto necesitaba el amuleto de la Emperatriz Infantil y qué desvalido estaba sin él. No era realmente por la protección que le había dado-todos los esfuerzos y privaciones, todos los miedos y soledades había tenido que soportarlos con sus propias fuerzas-, pero, mientras había llevado el Signo, nunca se había sentido inseguro sobre lo que tenía que hacer. Como una brújula misteriosa, el Signo había dirigido su voluntad y sus decisiones en la dirección adecuada. Ahora en cambio era distinto: ya no había ninguna fuerza secreta que lo guiara” (Ende, 2007: 130)
El análisis de dicha obra, se realizará bajo el influjo teórico del autor alemán Wolfgang Iser, reconocido dentro de la Teoría literaria por sus trabajos sobre los actos de lectura. Junto con Hans Robert Jauss, es considerado el fundador de la Escuela de Costanza de recepción estética. Esta corriente teórica se interesó en estudiar el vínculo entre el autor-obra y público.
Una suerte de reseña literaria como la que inaugurara las primeras líneas del desarrollo de este trabajo, no le hace ningún favor a la obra de Ende; más bien la reduce a la mínima expresión. Lo que intenta, en definitiva, es familiarizar ya sea de ida o de vuelta, las ideas de Ende e Iser. Pues este trabajo supone: un lector que haya recorrido ambos caminos, solo uno de ellos o, en última instancia, ninguno.
Desarrollo
Todo comienza en la librería de Karl Kurt Koreander, el viejo gruñón a quien Bastián le roba el libro. Una librería que parece ser para Ende el refugio ideal para los tímidos, los contemplativos, los que no entienden cómo desenvolverse en un mundo que parece serles de entrada hostil. Se inicia la presentación de la historia y el gran problema. La nada se está enseñoreando de fantasía; la emperatriz infantil está enferma y es ella el corazón de fantasía. Ello recuerda a Bastián su madre muerta y plasma la profunda tristeza de este niño. Su padre ya no le hablaba, estaba como ausente, perdido también él en la nada. El de héroe elegido por fantasía es Atreyu, un niño cuyo nombre adámico significa el hijo de todos. El resto, fluyendo en infinidad de experiencias de lectura, es un recorrido por diversos parajes en los que viven personajes disímiles. Gracias al nombre, Bastián se interna en Fantasía y tendrá que aprender a gobernarse para saber quién es.
Wolfgang Iser, en El Proceso de Lectura, toma la contraposición de las estructuras de la obra literaria a los modos de su concreción, propuesta por Roman Ingarden; utilizando la fórmula de “perspectivas esquemática”. Así, el texto solamente toma vida cuando es concretizado por el lector; la concretización no es de ningún modo independiente de la disposición individual del lector, si bien ésta, a su vez, es guiada por los diferentes esquemas del texto. Bastián hace una reflexión sobre esto, un momento antes de comenzar la lectura de la obra:
“«Me gustaría saber», se dijo, «qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticas. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.»” (Ende, 2007: 17).
En efecto, la convergencia de texto y lector dota la obra literaria de existencia, y esta convergencia del polo artístico y el polo estético nunca puede ser localizada con precisión, como afirma Wolfgang Iser, sino que debe permanecer virtual, ya que no ha de identificarse ni con la realidad del texto ni con la disposición individual del lector. Sin embargo, esta convergencia virtual toma visos de realidad en determinados momentos: el grito de Bastián se oye dentro de la obra; la Emperatriz Infantil y Bastián se miran a pesar de los límites del texto; Bastián entra en Fantasía, llega a formar parte de la realidad del texto, y él, era ya texto antes de entrar en Fantasía, como se ve en el libro que escribe el Viejo de la Montaña Errante. El texto que comenzamos a leer los lectores extra textuales coincide con el que tiene en sus manos el Viejo de la Montaña y que a su vez es leído por el lector intratextual (Bastián).
“«… Estaba un poco pálido y sin aliento, pero, en contraste con la prisa que acababa de darse, se quedó en la puerta abierta como clavado en el suelo…»”
“Mientras Bastián leía esto, oyendo al mismo tiempo la voz profunda del Viejo de la Montaña Errante, comenzaron a zumbarle los oídos y a írsele la vista.
¡Lo que allí se contaba era su propia historia! Y estaba en la Historia Interminable. Él, Bastián, ¡aparecía como un personaje en el libro cuyo lector se había considerado hasta ahora! ¡Y quién sabe qué otro lector lo leía ahora precisamente, creyendo ser también sólo un lector… y así de forma interminable!” (Ende, 2007: 188).
Siguiendo a Wolfgang Iser, si al lector se le diera la historia completa y no se le dejara hacer nada, entonces su imaginación nunca entraría en competición y vendría como resultado el aburrimiento. Por lo tanto, un texto literario debe concebirse de tal modo que comprometa la imaginación del lector, pues la lectura únicamente se convierte en un placer cuando es activa y creativa.
“Autor y lector participan por eso de un juego de fantasía, lo que no tendría lugar si el texto pretendiese ser algo más que reglas de juego. Pues el lector solo obtiene satisfacción cuando pone en juego su productividad, y ello ocurre cuando el texto ofrece la posibilidad de ejercitar nuestras capacidades” (Iser, 1987: 150)
El narrador nos cuenta las preferencias literarias de Bastian
“No le gustaban los libros en que, con malhumor y de forma avinagrada, se contaban acontecimientos totalmente corrientes de la vida totalmente corriente de personas totalmente corrientes. De eso había ya bastante en la realidad y, ¿por qué había que leer además sobre ello? Por otra parte, le daba cien patadas cuando se daba cuenta de que lo querían convencer de algo. Y en esa clase de libros, más o menos claramente, siempre lo querían convencer a uno de algo. Bastián prefería los libros apasionantes, o divertidos, o que hacían soñar; libros en los que personajes inventados vivían aventuras fabulosas y en los que uno podía imaginárselo todo” (Ende, 2007: 28).
A medida que la imaginación del lector anima los numerosos bocetos sugeridos por las situaciones dadas, lo que se muestra y lo que se calla, configuran una dialéctica que revive los múltiples aspectos de aquella situación diseñada, adquiriendo una dimensión totalmente diferente. De este modo, las escenas triviales repentinas, devienen en la configuración de una “forma perdurable de vida”. Iser considera esto el producto final de la interacción entre lector y texto. Así, cuando Bastián creaba algo, parecía existir desde siempre y las creaciones de Bastián provocaban cambios en el transcurso de la historia de Fantasía.
En La historia interminable, como texto literario, el interés predominante se encamina a los correlatos de los enunciados, los cuales se conectan entre sí, para formar unidades significativas de nivel superior, como bien lo explica Iser citando a Ingarden. Este resultado, no está en el texto, sino en el lector.
“Los indicadores semánticos de los enunciados individuales suponen una espera que se orienta a lo que viene. A tales esperas llama Husserl protenciones.” (Iser, 1987: 151)
“De este modo cada instante de la lectura es una dialéctica de protenciones y retenciones, entre un horizonte futuro y vacío que debe llenarse y un horizonte establecido que se destiñe continuamente, de manera que ambos horizontes internos al texto se acaban fundiendo. En esta dialéctica se actualiza el potencial implícito en el texto.” (Iser, 1987: 151)
Siguiendo al teórico alemán; si la lectura es un continuo proceso de opciones en el que se realizan selectivamente las posibilidades de conexión, es lógico que hasta cierto punto, la lectura manifieste la inagotabilidad del texto, que hace posible la constitución del objeto imaginario y como contracara, nos muestre que el potencial del texto excede toda realización individual en la lectura.
“Eso sólo era ya suficientemente malo, pero peor era lo que había sabido
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