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La Olla


Enviado por   •  8 de Junio de 2015  •  Síntesis  •  1.492 Palabras (6 Páginas)  •  206 Visitas

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La olla de arroz encantadaHabía una vez un anciano tan pobre. que apenas podía comprar lo suficiente para comer. No se había casado, así que no tenía descendencia, pero vivían con él un perrito y un gato a los que amaba como si fueran sus propios hijos. Repartía con ellos lo poco que tenía, y si los animales a veces estaban hambrientos, era porque no había nada que comer en la casa.Un día el anciano se dio cuenta de que no tenía sino un puñadoescaso de arroz.-¡Ay, animalitos míos! ¿Qué va a ser de nosotros? —exclamó.Este puñado de arroz es todo lo que nos queda para vivir. Cuandose acabe, tendréis que buscar otro amo que pueda alimentaros mejorque yo. Aunque yo me tenga que morir de hambre, no hay razón paraque a vosotros os pase lo mismo.El gatito mayó, y el perro miró a su amo a la cara como si hubieraentendido todo lo que había dicho.El anciano puso el arroz a cocer. y cuando se disponía a dar decomer a los animales, la choza se ensombreció; mirando en tornovio a un desconocido de elevada estatura que estaba de pie en lapuerta abierta.—Buenos días —dijo el desconocido.—Buenos días -contestó el hombre.—Vengo de muy lejos —agregó el desconocido—. Tengo los piesdoloridos y estoy cansado. ¿Puedo entrar y descansar?Sí, podía hacerlo así, y era bienvenido.El visitante entró y se sentó en el lugar más confortable.—¡Estoy tan hambriento, como cansado!—¡Ay! —exclamó el anciano—. ¡Pobre casa es esta para buscarqué comer en ella!El desconocido miró a su alrededor.—¿No es arroz eso que veo? —preguntó, señalando la olla.—Sí, es arroz, pero mi perrito y mi gato tienen hambre también,y no hay en casa absolutamente nada más que esto.—Sin embargo, es natural que un hombre coma antes que anima-les que no saben hablar -dijo el desconocido—. Déjame al menosprobar el arroz antes de que les des de comer. El anciano no supo negarse. —Pruébalo —dijo—. pero te ruego que dejes un poco para ellos.

Inmediatamente el desconocido se inclinó hacia la olla y se pusoa comer, y comió tan de prisa. que antes de que el anciano pudieradetenerle, todo el arroz, hasta el último grano, había desaparecidode la olla.El anciano se entristeció al ver lo que su huésped había hecho;sus animales tendrían que acostarse con hambre. Pero no dijo nada.Cogió la olla vacía y se disponía a colocarla de nuevo en el vasar,cuando el desconocido le dijo:—Llénala otra vez y vuelve a ponerla a la lumbre.—¿Para qué? —preguntó el anciano—. El agua no llenará nuestrosestómagos ni satisfará nuestra hambre.—De todos modos, haz lo que digo.El desconocido hablaba de un modo que el anciano no se atrevió‘a desobedecerle. Murmurando para así. llenó la olla de agua y lacolocó sobre el fuego. El visitante sacó un trozo de algo parecido alámbar y lo echó en la olla. Inmediatamente, el agua empezó a hervir y,al hacerlo, se llenó de arroz. ¡Y qué arroz! Los granos eran dedoble tamaño que los corrientes y de ellos se despedía un olor másdelicioso que todo lo que el anciano había olido en su vida.Lleno de asombro y temor, se volvió hacia sitio en que se había sentado el desconocido, pero su huésped se había marchado. Habíadesaparecido y solo estaban en la habitación el perro y el gato, queesperaban hambrientos su comida.El anciano retiró la olla del fuego y empezó a sacar arroz de ella.Y entonces sucedió una cosa más maravillosa aún. Sacara cuantosacara, la olla seguía siempre llena. Apenas podía creer a sus ojos.Sacó y sacó. Pronto llenó de arroz todos los cacharros de la casa y ‘cuanto más sacaba, más había.—¡Es maravilloso! —exclamó el anciano—. Se conoce que el des-conocido habría echado a la olla un talismán. Si así es, ni el gato, niel perro, ni yo, volveremos a pasar hambre.Y así fue. Mientras el ámbar estuvo dentro, la olla se conservóllena hasta arriba. El arroz estaba siempre fresco, y era tan delicioso,que no solo los vecinos. sino la gente del otro lado del río. lo veníana comprar y lo pagaban bien. El gato y el perro se pusieron gordosy Iustrosos. En cuanto al hombre, no solo tuvo la comida necesaria,sino que pudo adquirir la ropa que le hacía falta y hacer regalos a losque eran más pobres que él.

Una noche, el anciano estaba muy cansado. Había ido aquel díatanta gente a comprar arroz, que el brazo le dolía de tanto servir. Co-gió un cacharro y lo llenó para sus animalitos, y se disponía a ponerloen el suelo, cuando notó

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