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La isla de Utopía


Enviado por   •  6 de Abril de 2020  •  Informes  •  1.784 Palabras (8 Páginas)  •  178 Visitas

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Libro Primero

El invictísimo rey de Inglaterra Enrique VIII, con el serenísimo príncipe de Castilla, Carlos, enviándome en embajada a Flandes, para tratar de la controversia y conciliarla, en compañía del incomparable Cuthbert Tunstall. Nos encontraron en Brujas, todos los representes del príncipe eran hombres eminentes;  el jefe y cabeza de esta delegación era un personaje magnifico y Jorge Temsicio tenía una elocuencia que era bebida no solo al arte sino a su naturaleza, tuvieron platicas donde no quedaron de completo acuerdo. Se me fue a Amberes donde estuvo allí recibió varias visitas, pero ninguna más agradable que las que hizo Pedro Egidio, natural de Amberes, hombre muy apreciado entre los suyos y digno aun de mayor prestigio.   Un día,  al salir de la Iglesia de la Virgen María, divise por casualidad a Pedro Egidio con un desconocido. -¿veis ese hombre? Pues pensaba llevarlo directamente a tu casa, puede hablarte de tierras y hombres incognitos. –

Rafael Hytlodeo, navego, ciertamente, más no como Palinuro, sino como Ulises y aún como Platón, conoce la lengua latina y la griega. Y llevado por su afición a conocer mundo, se unió a Américo Vespucio, en los tres últimos viajes  de sus cuatro, en el ultimo se quedaron varios compañeros se quedaron en un castillo. Hytlodeo después de la partida de Vespucio, exploro muchas regiones, acompañado de cinco de sus compañeros.

Rafael nos contó cómo, después de la partida de Vespucio, consiguieron poco a poco la amistad de los habitantes y hacerse querer y apreciar de cierto príncipe. Este príncipe le confió una guía que les condujo a otros príncipes, hallaron ricas ciudades y republicas muy populosas y bien gobernadas. Bajo el Ecuador, allí todas las cosas tienen aspecto triste y desolado. Al alejarse del Ecuador todo se amansa paulatinamente. Rafael se concilio en enseñarles el uso de la aguja magnética,  que se desconocían hasta entonces y por ello eran temerosos del mar.

Es útil que sea conocido, como son las leyes y ordenanzas rectamente dictadas y observadas por aquellos pueblos para vivir de manera más perfecta. Sobre tales extremos, en efecto, le interrogamos ávidamente, y él, con toda amabilidad, dio satisfacción a nuestra curiosidad.

Rafael vio en aquellas tierras recientemente descubiertas muchas instituciones poco razonables, anoto otras muchas en las que puede tomarse ejemplo para corregir los abusos que se producen en nuestras ciudades, naciones, pueblos y reinos, de sus instituciones. Conto acerca de las costumbres e instituciones de los utópicos, después de explicar por qué camino llegamos a tratar de aquel país.

 El poder de un príncipe es como un manantial de donde emana el pueblo  todos los bienes y todos los males. Los príncipes prefieren las cuestiones militares, de las cuales nada sé ni deseo saber, a las artes benéficas de la paz. Además, los consejeros de los reyes, o tienen tanta inteligencia que no necesitan los pareceres ajenos. La paz merece que le prestemos tanta atención como la guerra,

La pena de muerte como castigo del hurto no solo es excesiva, sino contraria al interés público. Es demasiado cruel para castigar el hurto, y no es suficiente para evitarlo. Existen las artes mecánicas, existe la agricultura, que les permitiría ganarse la vida si por naturaleza no tendiesen al mal. Cuando el ladrón sabe que el riesgo que corre es el mismo si ha robado que si además ha cometido un homicidio, se ve incitado a hacer desaparecer aquel que, en otro caso, sería solo despojado, ya que, si le aprehenden, el peligro de ser ahorcamiento es el mismo, mientras que el asesinato ofrece mayor seguridad.

Cuanto menos tengan los súbditos, tanto mejor será para el soberano, cuya seguridad reside en que su pueblo no goce en exceso de riquezas ni de libertad, ya que tales mandatos rigurosos e injustos y, al contrario, la miseria y la pobreza debilitan los ánimos y los hacen parientes, ahogando en los oprimidos todo espíritu altivo de rebeldía.      

Se expondría entonces a los miembros del consejo la ley de los macarienses, que habitan no lejos de Utopía, cuyo rey, el día de su advenimiento al trono, después de ofrecer grandes sacrificios, se obliga por juramento a no poseer nunca en su tesoro más de mil libras de oro o la suma equivalente en plata. En Utopía domine el régimen de todas las cosas comunes. Así, pues, no hay ocasión de realizar ninguna acción benéfica, ya que sea corrompido por sus colegas que no que les corrija. El único medio de salvar a un pueblo es la igualdad de bienes, cosa que no sé cómo pueda obtenerse mientras exista la propiedad privada.

Libro Segundo

  1. Descripción de la isla

La isla de Utopía  se extiende en su parte media, que es ancha, a lo largo de unas doscientas millas, su perímetro de quinientas millas, ofrece en conjunto la forma de la luna en cuarto creciente. Utopo de quien fuese haberlo conquistado, deriva el nombre del país pues antes era llamado Abraxa, fue el introdujo en aquellos pueblos rudos y agrestes la cultura y civilidad hasta convertirles en una nación. La isla tiene 54 ciudades magnificas y espaciosas, conformes en lengua, costumbres, organización y leyes y también la distribución y aspecto en cuanto lo permite el sitio.  Las tierras están bien distribuidas a las ciudades, que su territorio nunca es inferior a veinte millas, ninguna de estas siente jamás deseo de extender sus límites, ya que los utópicos se consideran como meros cultivadores y no como propietarios de sus tierras. Una familia agrícola está compuesta de menos de cuarenta hombres y mujeres, a los que se añaden dos esclavos y dirigidas por un padre y madre experimentados y graves. Todos los años vuelven a la ciudad veinte miembros de cada familia de los que han pasado dos años en el campo y sustituidos por igual número, los recién llegados instruyen a los que irán el siguiente año al campo.

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