Lectura del cuento de Julio Cortázar “La Noche Boca Arriba”

Introducción

No es una novedad que todas las personas a lo largo de nuestra vida soñamos en algún momento, ya sea en una pequeña siesta, cuando nos acostamos en nuestras camas después de un largo día de trabajo o simplemente cuando nuestro ser se relaja y comienza a cabecear. Pero alguna vez se han preguntado: ¿por qué soñamos?, o aun mejor ¿qué significado poseen o pueden poseer esos sueños?

Buscarles un significado concreto a los sueños ha sido algo que la humanidad siempre quiso a través de diferentes teorías, ya sean por motivos religiosos, científicos o psicológicos. Lo cierto es que no existe un método científico para comprobar el verdadero motivo por el que soñamos, como algunos científicos consideran que éstos no tienen ningún propósito ni significado. Sin embargo, otros creen que tienen un objetivo diferente, como veremos más adelante.

Podríamos comenzar a analizar las increíbles aventuras de los sueños de un niño, las metas realizadas de un adolescente o los temores de un adulto. Pero en este caso analizaremos los sueños de una persona que esta sometida a un gran peligro a lo largo de la lectura del cuento de Julio Cortázar “La Noche Boca Arriba”; donde nos relata la fantasía de un indio moteca que escapa de los cazadores aztecas que lo buscan para ofrecerlo como un sacrificio humano. Lleno de temor por su vida y presenciando con todos sus sentidos a la pronta muerte, este hombre comienza a soñar con una situación diferente, con un mundo más avanzado, donde existen insectos de metal y luces de colores que no desprenden humo; donde su único pesar habría sido un accidente en motocicleta.

Este ejemplo nos podría demostrar que los sueños efectivamente son o no son un producto manifestado por nuestro subconsciente sobre los deseos internos de cada persona, y nos podríamos llegar a sorprender por el resultado que nuestra mente nos brinda; mundos, historias, artefactos, acontecimientos tan absurdos que podemos llegar a encontrar, como es el caso que veremos a continuación.

Desarrollo

En primer lugar, se debe retomar el relato mencionado. La historia comienza con un motociclista recorriendo las bellas calles de una ciudad, observando los comercios de la zona como los jardines y luces de las calles, hasta que de repente en una esquina, una imprudente mujer se le atraviesa en el camino; provocando que el hombre realice una peligrosa maniobra para esquivarla, quedando herido en el proceso. Al poco tiempo llegó una ambulancia, lo cargaron boca arriba y fue derivado a un hospital donde es atendido. Entre los sedantes y sus dolores es donde uno creería que iniciaba todo, ese pequeño instante donde sintió la muerte cerca. Cuando abrió los ojos ya se encontraba en otra época, su realidad, huyendo de las antorchas con fuego que iluminaban la selva, eran los aztecas, quienes andaban de casería para sacrificios humanos.

Los Aztecas fueron una tribu nómada que se situó en lo que hoy día es parte del centro de México. La capital de una verdadera civilización antes de la llegada de los españoles, América había sido Tenochtitlán. La civilización azteca incluía una disciplinada educación, así como también la creencia completa a la mitología de dioses, la cultura azteca fue particularmente notable por la práctica de sacrificios humanos a gran escala.. Mientras que los “Moteca” son una pequeña comunidad de indígenas que el autor creo para el relato, son una combinación entre “Aztecas” y “motocicleta”.

Ya podemos mencionar que los acontecimientos principales tienen lugar en Tenochtitlán, en la terrible época de la “La Guerra Florida”, mientras que en el sueño que tiene el protagonista está en alguna gran ciudad indeterminada.

Se presentan “La Guerra Florida” como un conflicto pactado en el que se enfrentaron durante muchos años los reinos del valle tlaxcalteco-poblano (entre ellos Tlaxcala, Huexotzinco y Cholula) y la Triple Alianza azteca. Esta alianza fue la última confederación de estados antes de la llegada de los españoles, y estaba formada por las ciudades-estado de Tenochtitlan y Tetzcoco, de filiación nahua, y Tlacopan; eran un tipo de guerra ritual propio de los mexicas que consistía en el acuerdo de estas ciudades-estado que organizaban combates en los que se capturaban prisioneros de ambos bandos que eran sacrificados ritualmente. Cuyo fin era obtener cierto número de víctimas, el sacrificio proveía el alimento de los dioses: la sangre humana. El sacrificio humano se realizaba sobre los altares de los templos, donde generalmente se extraía el corazón del prisionero aún con vida. También se empleaban el flechamiento y el sacrificio gladiatorio, donde la víctima se enfrentaba a cuatro guerreros aztecas. Este último era un honor reservado a los prisioneros más valerosos.

Debemos destacar también que la historia posee un narrador omnisciente porque conoce lo que siente el protagonista, lo que hace y lo que ve. El narrador va dejando indicios a lo largo del texto para que nos demos cuenta que el motociclista es realmente un sueño del moteca. Sin embargo, no lo podemos notar hasta el final del relato.

Algunas pistas que da el narrador son, por ejemplo, cuando el moteca esta en la selva (donde el lector cree que es el sueño), los olores y sensaciones son más fuertes, más vívidos y más detallados. Otra pista se encuentra cuando despierta en una camilla, los doctores y enfermeras lo trataban mientras él observaba todo a su alrededor, no tenía muchas preocupaciones, salvo el fuerte olor que sentía y le provocaba nauseas: “el olor a guerra”. Ese olor que no le permitía enfocarse en su fantasía y lo devolvía a la cruel realidad, ya que no había parado de huir mientras lo anterior mencionado pasaba; menciona que al beber un leve sorbo de agua de una botella que se encontraba al lado de su camilla, lo reconfortaba y alivia porque tenía mucha sed al estar escapando. Pero el olor a pantano del hospital no le permitió seguir degustando el líquido. Aquí nos confiesa que estos sueños que había estado teniendo son muy inusuales porque estaba percibiendo muchos olores y remarcó que el nunca soñaba con los dichosos aromas.

Desgraciadamente

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