Los Invasores (obra Resumida)
karen22little3 de Diciembre de 2012
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Acto 1.
Pieta: ¡Oh, Lucas, es maravilloso... es maravilloso! (Gira.) ¡La vida es un sueño... un
sueño! (Se lleva las manos a las sienes y mira hacia el cielo.) ¡Ven! (Meyer se acerca a ella y la
abraza por detrás; ella, sin mirarlo, siempre con los ojos en el cielo)¿Por qué? ¿Porque
somos ricos? Ricos, ricos, ricos, ricos…¡Ricos! ¿Qué significa?
Meyer: Libertad
Pieta: Si… Libres como pájaros… Pero ¿es solido todo esto?
Meyer: ¿Solido?¿Y por que no?
Pieta: No lo se…me asusta. Si, si tal vez sea una supersticiosa, pero no les puede resultar bien siempre a los mismos.
Meyer: Les llego el turno a los otros ¿no? (rie)
Pieta: No te rias.
Meyer: ¿Por qué lo mencionas? Nunca hablamos de esto.
Pieta: Es que en la fiesta de esta noche sentí como un vacio. Si, un vacio. Como si estuviéramos celebrando el fin. Senti un escalofrio…
Meyer: ¡Absurdo!
Pieta: Si, absurdo. Entonces ¿Por qué ese miedo?
Meyer: Culpa de tus insomnios.
Pieta: Pero yo no sufro de insomnios, Lucas.
Meyer: ¿Entonces como puedo interpretar semejante tontería?
Pieta: ¿Nunca has sentido lo que estoy diciendo?
Meyer: Jamas.
Pieta: ¿Qué va a pasar, Lucas?
Meyer: (Pensando un poco) Ayer en la tarde estuvieron unas monjas de la caridad en mi oficina y les hice un cheque por una suma desmesurada. He estado pensando mucho en eso, desde ayer... ¿Qué me impulsó a ello? Lo curioso es que ni siquiera abogaron mucho por mi ayuda... Simplemente se colaron en mi oficina y se plantaron ante mí con las manos extendidas, y yo les hice el cheque... como si estuviera previsto que no me iba a negar. Después se retiraron haciendo pequeñas reverencias y sonriendo irónicamente, casi con mofa...
Pieta: ¿Fue miedo lo que sentiste?
Meyer: No... Lo hice simplemente, como si fuera lo natural. En el fondo, sentí que si no lo hacía,
esas monjas se habrían puesto a llorar por mí. Creo que quise evitarles ese trance... penoso. Extraño...
Pieta: . Paralización... Como lo que le sucedió a Bobby el otro día. No te lo quise contar, entonces, para evitarte molestias. Quemaron la chaqueta de cuero de Bobby. Gran Jefe Blanco, el viejo portero albino, del que hacen burla los muchachos, porque con el frío del invierno se le hinchan las articulaciones de los dedos y gime del dolor tras su puerta, había hecho una pira en el patio con los abrigos y se calentaba las manos sobre la lumbre...
Meyer: (Ultrajado.) ¡Pero, eso no es posible! ¿Qué hacían las autoridades de esa universidad para
impedir ese atropello?
Pieta: Nada. Estaban todos, el rector y el Consejo, mirando el espectáculo desde las galerías. Algunos hasta aplaudían...
Meyer: ¿Dónde vamos a parar, si no paramos esas insolencias? ¿Por qué no echaron a patadas al insolente?
Pieta: Por la misma razón que tu hiciste el cheque.
Meyer: ¡Pero si es idiota! Echarlos a patadas... ¡Eso es lo que voy a hacer con esas monjas, si se vuelven a colar en mi oficina! La gente ha perdido sus nervios... todos hemos perdido un poco el juicio. El mundo está perfectamente bien en sus casillas.
Pieta: Sí... Flota un espanto fácil, como el de los culpables. No somos culpables de nada, ¿no es
cierto?
Meyer: Ya lo creo que no. Todo ganado honestamente, en libre competencia (hace una pausa) Te digo que es estúpido. Nadie puede perturbar el orden establecido. Vamos, es tarde. Mañana es un día de mucho trabajo... (Se
encaminan hacia la escalera, abrazados.)
Pieta: ¿puedo dormir contigo esta noche? Dime, ¿tú viste también a esa gente extraña que
andaba por las calles, mientras veníamos a casa?
Meyer: ¿ quieres decir los harapientos de los basurales del otro lado del río?
Pieta: Podría jurar que vi a dos de ellos trepando al balcón de los Andreani…
Meyer: ¡Oh, vamos, Pietá!, Esa gente es inofensiva. ¿Para qué crees que les dejamos nuestros tarros
en las aceras? Mientras tengan donde buscar, estarán tranquilos. ¿Vamos?
Pieta: Sí, pero... me dejarás dormir contigo, ¿no es verdad?
Se cobija en él, mientras desaparecen ascendiendo escalera arriba. De pasada, Meyer apaga las
luces y la habitación queda a oscuras; sólo una débil luz ilumina la ventana que da al jardín.
Después de un rato, se proyectan unas sombras a través de ella y luego una mano manipula
torpemente la ventana, por juera. Un golpe y cae un vidrio quebrado. La mano abre el picaporte y
por la ventana cae China dentro de la habitación. Viste harapos. Forra sus pies con arpillera y de
sombrero luce un colero sucio, con un clavel en la cinta desteñida. Contradice sus andrajos un
cuello blanco y tieso, inmaculadamente limpio. Desde el suelo observa la habitación con
detenimiento. Arriba se oyen pasos.
VOZ DE MEYER. ¿Qué hay? ¿Quién anda?... ¿Quién anda ahí?
Se prende la luz y asoma Meyer en lo alto de la escala. Desciende cautelosamente. Ve a China y
corre hacia la consola, de la cual saca un revólver que apunta sobre el intruso.
MEYER. ¿Y usted? ¿Qué hace aquí? ¿Qué hace dentro de mi casa?
CHINA. (Lastimero.) Un pan... un pedazo de pan.
Meyer: ¡¿Qué?!
CHINA. Un pedazo de pan, ¡por amor de Dios!
MEYER. ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? ¡Entrar en mi casa, rompiendo las ventanas! ¡Fuera de esta
casa! ¡Fuera de esta casa, inmediatamente! (Ante la impasividad del otro.) ¡Fuera te digo! ¿No me
oyes? ¿O quieres que llame a la policía? (Pausa penosa.) ¿Qué te pasa, hombre? ¿Eres sordo?
China: Un pedazo de pan
MEYER. Te descerrajo un tiro, si no sales de inmediato. (Apunta.) . ¡Te doy diez segundos! Cuento. Uno... dos... tres...
China: Una bala de eso cuesta más que el pan que le pido. El Mariscal discutió que era seguro que
tendría "eso"(El revólver.) en casa, pero que sería práctico... y lógico. Aunque fuera tan sólo pan
duro; no me quejo.
Meyer: Está bien; te doy el pan, pero te vas de inmediato, por donde entraste, ¿entiendes? (Sale
hacia la cocina y vuelve con un pan que lanza al otro.) Y ahora, ¡fuera!
China: ¿Ve?... El Mariscal tenía razón. (Sonriendo candorosamente.) Nadie cambia un harapiento por una conciencia culpable. (Masca el pan.) La culpa de todo la tiene su empleada. No había más que papeles sucios y restos de sardina en el tarro... No como sardinas, me producen urticaria. (Lanza un eructo fuerte.)
Meyer: Seis… siete…ocho
China: Es inútil; no se exponga al ridículo.
MEYER. ¿Qué es lo que es inútil?
China: Que pretenda contar hasta diez. Todos sabemos que puedo contar mas que eso. Y todos sabemos que no va a disparar.
Meyer: ¡Nueve! … ¡Diez! (el arma tiembla en su mano y no dispara)
China: ¿Ve? Yo sabía que no dispararía. En cuanto dijo "te descerrajaré un tiro", lo supe.
Los que saben matar no le ponen nombre al acto. Simplemente aprietan el gatillo, y alguien
muere. Uno le pone nombre a las cosas para ganar tiempo. (Saborea el pan.)
Meyer: ¿Quién es usted?
China: Eso es lo siguiente que hacen. Averiguan un nombre como si fuera mas fácil asi. Me dicen China. Y ahora puedo volver a dormir junto a su mujer. Se que ha tenido suficiente para ser el primer encuentro (se tira sobre el piso)
Meyer: (Ultrajado.) ¿Qué se ha imaginado? ¡Salga de esta casa de inmediato! ¿Me oye? (China
duerme impasible.) ¿Me oye?... ¡Fuera de mi casa! (Con ira impotente.) ¡Fuera, digo! (Pausa.) Está
bien; puede dormir aquí esta noche, pero mañana usted sale por el mismo lugar que se coló, ¿entiende? ¡Que no lo encuentre dentro de la casa! (Se dirige hacia la escala.)
China: Ya decía yo que era un buen hombre.
Meyer va a apagar las luces, cuando se oyen pasos arriba.
VOZ DE PIETÁ. Lucas, ¿por qué te demoras tanto? ¿Qué pasa?
MEYER. ¡Nada, mujer! ¡Un gato que entró por la ventana! ¡Ya lo eché a la calle!
CHINA. (Ante los gestos de Meyer, que lo conminan a hablar más bajo.) ¡Eso fue inteligente! ¡Muy inteligente! ¡Nadie habría sabido encontrar salida más honorable a la situación! ¡Estupendo!
Meyer sube y apaga la luz. La escena sigue un rato a oscuras. Luego se ve otra mano que asoma por fuera, en medio del haz de luz. Palpa el cerrojo. Tamborilea contra los vidrios.
VOZ DE TOLETOLE. ¡China! ¡Abre, China! (China muge.) ¡China, sé bueno! ¡Hace frío! (Sigue
tamborileando los vidrios, débil e intermitentemente.) ¡Ay, ay! ¡Chinita!
CHINA. (Levantándose, al fin, trabajosamente. Abre la ventana. Gruñe.) Te dije que no entraras
hasta mañana...
TOLETOLE. (Sólo su cara asoma afuera; plañidera.) Hace frío afuera, China.
CHINA. Está bien, entra... ¡Rápido!
TOLETOLE. (Entrando torpemente.) Dos no caben en la
...