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Los Invasores (obra Resumida)


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2012  •  6.912 Palabras (28 Páginas)  •  686 Visitas

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Acto 1.

Pieta: ¡Oh, Lucas, es maravilloso... es maravilloso! (Gira.) ¡La vida es un sueño... un

sueño! (Se lleva las manos a las sienes y mira hacia el cielo.) ¡Ven! (Meyer se acerca a ella y la

abraza por detrás; ella, sin mirarlo, siempre con los ojos en el cielo)¿Por qué? ¿Porque

somos ricos? Ricos, ricos, ricos, ricos…¡Ricos! ¿Qué significa?

Meyer: Libertad

Pieta: Si… Libres como pájaros… Pero ¿es solido todo esto?

Meyer: ¿Solido?¿Y por que no?

Pieta: No lo se…me asusta. Si, si tal vez sea una supersticiosa, pero no les puede resultar bien siempre a los mismos.

Meyer: Les llego el turno a los otros ¿no? (rie)

Pieta: No te rias.

Meyer: ¿Por qué lo mencionas? Nunca hablamos de esto.

Pieta: Es que en la fiesta de esta noche sentí como un vacio. Si, un vacio. Como si estuviéramos celebrando el fin. Senti un escalofrio…

Meyer: ¡Absurdo!

Pieta: Si, absurdo. Entonces ¿Por qué ese miedo?

Meyer: Culpa de tus insomnios.

Pieta: Pero yo no sufro de insomnios, Lucas.

Meyer: ¿Entonces como puedo interpretar semejante tontería?

Pieta: ¿Nunca has sentido lo que estoy diciendo?

Meyer: Jamas.

Pieta: ¿Qué va a pasar, Lucas?

Meyer: (Pensando un poco) Ayer en la tarde estuvieron unas monjas de la caridad en mi oficina y les hice un cheque por una suma desmesurada. He estado pensando mucho en eso, desde ayer... ¿Qué me impulsó a ello? Lo curioso es que ni siquiera abogaron mucho por mi ayuda... Simplemente se colaron en mi oficina y se plantaron ante mí con las manos extendidas, y yo les hice el cheque... como si estuviera previsto que no me iba a negar. Después se retiraron haciendo pequeñas reverencias y sonriendo irónicamente, casi con mofa...

Pieta: ¿Fue miedo lo que sentiste?

Meyer: No... Lo hice simplemente, como si fuera lo natural. En el fondo, sentí que si no lo hacía,

esas monjas se habrían puesto a llorar por mí. Creo que quise evitarles ese trance... penoso. Extraño...

Pieta: . Paralización... Como lo que le sucedió a Bobby el otro día. No te lo quise contar, entonces, para evitarte molestias. Quemaron la chaqueta de cuero de Bobby. Gran Jefe Blanco, el viejo portero albino, del que hacen burla los muchachos, porque con el frío del invierno se le hinchan las articulaciones de los dedos y gime del dolor tras su puerta, había hecho una pira en el patio con los abrigos y se calentaba las manos sobre la lumbre...

Meyer: (Ultrajado.) ¡Pero, eso no es posible! ¿Qué hacían las autoridades de esa universidad para

impedir ese atropello?

Pieta: Nada. Estaban todos, el rector y el Consejo, mirando el espectáculo desde las galerías. Algunos hasta aplaudían...

Meyer: ¿Dónde vamos a parar, si no paramos esas insolencias? ¿Por qué no echaron a patadas al insolente?

Pieta: Por la misma razón que tu hiciste el cheque.

Meyer: ¡Pero si es idiota! Echarlos a patadas... ¡Eso es lo que voy a hacer con esas monjas, si se vuelven a colar en mi oficina! La gente ha perdido sus nervios... todos hemos perdido un poco el juicio. El mundo está perfectamente bien en sus casillas.

Pieta: Sí... Flota un espanto fácil, como el de los culpables. No somos culpables de nada, ¿no es

cierto?

Meyer: Ya lo creo que no. Todo ganado honestamente, en libre competencia (hace una pausa) Te digo que es estúpido. Nadie puede perturbar el orden establecido. Vamos, es tarde. Mañana es un día de mucho trabajo... (Se

encaminan hacia la escalera, abrazados.)

Pieta: ¿puedo dormir contigo esta noche? Dime, ¿tú viste también a esa gente extraña que

andaba por las calles, mientras veníamos a casa?

Meyer: ¿ quieres decir los harapientos de los basurales del otro lado del río?

Pieta: Podría jurar que vi a dos de ellos trepando al balcón de los Andreani…

Meyer: ¡Oh, vamos, Pietá!, Esa gente es inofensiva. ¿Para qué crees que les dejamos nuestros tarros

en las aceras? Mientras tengan donde buscar, estarán tranquilos. ¿Vamos?

Pieta: Sí, pero... me dejarás dormir contigo, ¿no es verdad?

Se cobija en él, mientras desaparecen ascendiendo escalera arriba. De pasada, Meyer apaga las

luces y la habitación queda a oscuras; sólo una débil luz ilumina la ventana que da al jardín.

Después de un rato, se proyectan unas sombras a través de ella y luego una mano manipula

torpemente la ventana, por juera. Un golpe y cae un vidrio quebrado. La mano abre el picaporte y

por la ventana cae China dentro de la habitación. Viste harapos. Forra sus pies con arpillera y de

sombrero luce un colero sucio, con un clavel en la cinta desteñida. Contradice sus andrajos un

cuello blanco y tieso, inmaculadamente limpio. Desde el suelo observa la habitación con

detenimiento. Arriba se oyen pasos.

VOZ DE MEYER. ¿Qué hay? ¿Quién anda?... ¿Quién anda ahí?

Se prende la luz y asoma Meyer en lo alto de la escala. Desciende cautelosamente.

...

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