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Modernidad Y Pobreza, Un Problema De Periferia

Sandrash1628 de Enero de 2014

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Modernidad y Pobreza, un Problema de Periferia.

Este ensayo tiene por objetivo presentar la problemática de la pobreza en países como Perú y Colombia, sin embargo mencionará características de otros países pertenecientes a Latinoamérica, entre ellos Guatemala; esto se hará partiendo del supuesto de que la causa de la pobreza tiene mucho que ver con la dependencia respecto a los países desarrollados que se instituyó desde el mismo momento que vivimos la modernidad como periferia de Europa, por ello, el comienzo de este escrito busca diferenciar la modernidad vista desde una perspectiva eurocéntrica y metropolitana, de una con sentido mundial y colonial. Los momentos claves de este ensayo están construidos sobre tres preguntas que guían su desarrollo, la primera nos interroga por lo que se puede entender por modernidad, la segunda busca ubicar una definición precisa sobre la pobreza, y la última encierra el conjunto del ensayo porque expone el problema de la dependencia al interrogar sobre los impedimentos que obstruyen la erradicación de esta.

Comencemos entonces por preguntar: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de modernidad? Enrique Dussel en un escrito titulado: “Europa, Modernidad y Eurocentrismo”, nos habla de dos conceptos de modernidad, uno eurocéntrico y otro con un sentido mundial; el primero la considera como una emancipación respecto a las formas tradicionales y establecidas , una salida de la inmadurez –haciendo uso del lenguaje kantiano- gracias a que se da un “esfuerzo de la razón como proceso crítico que abre a la humanidad a un nuevo desarrollo del ser humano”. Esto sucedió gracias a acontecimientos como la reforma, la ilustración y la revolución francesa, puesto que fueron claves para que el principio de la subjetividad moderna fuera implantado; se denomina a esta visión de la modernidad eurocéntrica, porque estos fenómenos son intraeuropeos, lo cual quiere decir, que todo “desarrollo posterior no necesita más que Europa para explicar el proceso”. Dussel resalta que esta visión es la que puede rastrearse desde Max Weber hasta Habermas. Respecto a la visión de la modernidad que tiene un sentido mundial, se lee que ella consiste en “definir como determinación fundamental del mundo moderno el hecho de ser (sus estados, ejércitos, economía, filosofía, etc.) centro de la Historia Mundial. Es decir, nunca hubo empíricamente Historia Mundial hasta 1492 (como fecha de iniciación del despliegue del sistema mundo)”. En esta visión España adquiere un papel central junto a Portugal, dado que es España como primera nación moderna la que abre la primera etapa de este fenómeno, a saber, “el mercantilismo mundial” .

España fue la primera región de Europa que obtuvo la experiencia de dominar, conquistar y colonizar al otro, por ello se constituye como nación renacentista y el primer paso hacia la modernidad. Así pues, gracias a la capacidad conquistadora y colonizadora, Europa se constituye en centro mundial y Latinoamérica su primer periferia; en este sentido, la constitución de la subjetividad moderna descansa en el proceso de conquista que emprendió España, representante del centro mundial (Europa), y sufrió Latinoamérica (periferia del centro). El hecho de constituir a la tierra conquistada como periferia tiene una connotación económica bastante importante, dado que “la periferia de Europa sirve… de espacio libre para que los pobres, fruto del capitalismo, puedan devenir propietarios capitalistas en las colonias” ; por tal motivo consideramos bastante objetivo el pensamiento de Dussel cuando afirma que “América Latina, desde 1492 es un momento constitutivo de la modernidad” .

La cuestión estriba en saber diferenciar las dos caras que deja ver la modernidad para aquel que está atento a su discurso racionalista e individualista, puesto que hablar de ella a partir del descubrimiento de una cuarta parte del mundo y de la constitución de una Europa como centro de este, tal como lo hace Dussel, exige plantear un paralelo entre el ego cogito (yo pienso) de 1636, y el ego conquiro (yo conquisto) de 1492. Es decir, es en este período de tiempo donde se debe comenzar a hablar de modernidad – tal como es planteado por Dussel- teniendo en cuenta que es Europa quien ingresa en ella y la desarrolla, negando a su vez al recién descubierto otro americano, y por tal motivo, obligándolo a “seguir un proceso de modernización, que no es lo mismo que modernidad” . Partiendo así de esta visión mundial de la modernidad, el autor considera que es el conquistador el primer hombre moderno ya que manifiesta un espíritu activo y práctico que busca a toda costa imponer “su individualidad violenta a otras personas, al otro” , negado en medio de su distinción como otro. Bajo esta perspectiva, la modernidad fue una manifiesta superioridad del Yo europeo sobre el otro, el autóctono americano, visto como inferior y primitivo que debía servir materialmente a la codicia de aquél que no veía más allá de la gloria, el poder y la riqueza. Ahora bien, si se puede hablar de esta, como la primera experiencia moderna, Dussel nos señala que “la colonización de la vida cotidiana del indio, del esclavo africano poco después, fue el primer proceso europeo de modernización, de civilización, de subsumir (o alienar) al otro como lo mismo; pero ahora no ya como objeto de una praxis guerrera, de violencia pura… sino de una praxis erótica, pedagógica, cultural, política, económica, es decir, del dominio de los cuerpos por el machismo sexual, de la cultura, de tipos de trabajos, de instituciones creadas por una nueva burocracia política, etc., dominación del otro” .

Lo cual es confirmado por la labor evangelizadora que es quizá comparable a la que efectúan los medios de comunicación actuales, puesto que se dirigió directamente a la subjetividad del autóctono con la finalidad de fragmentar la imagen que éste tenía de sí mismo, de sus prácticas religiosas y de su cultura; por ello como resultado de aquel proceso de modernización emprendido por los europeos, una América Latina emergerá posteriormente cargando en su seno “una raza mestiza, una cultura sincrética, híbrida, un Estado colonial, una economía capitalista (primero mercantilista y después industrial) dependiente y periférica desde su inicio, desde el origen de la modernidad” .

Ya para finalizar la perspectiva que Dussel presenta de la modernidad vista en un sentido mundial, señalamos que “la centralidad de la Europa Latina en la Historia Mundial es la determinación fundamental de la modernidad. Las demás determinaciones se van dando en torno a ella (la subjetividad constituyente, la propiedad privada, la libertad del contrato, etc.)… La segunda etapa de la modernidad, la de la revolución industrial del siglo XVIII y de la ilustración, profundizan y amplían el horizonte ya comenzado a fines del siglo XV.” .

Ahora quisiéramos llamar la atención sobre otro autor que guarda bastante correspondencia con el trabajo realizado por Enrique Dussel en los textos citados, nos referimos a Bernal Herrera. Este al igual que Dussel, trabaja una modernidad más amplia que la eurocéntrica, pues considera que en esta visión las periferias aparecen de forma opaca, presentándose como “notas de pié de página, o como consumidoras de conceptos y discursos que nunca logran allí efectos comparables a los alcanzados en las metrópolis” . Por tal motivo Bernal considera que la participación de las periferias en la modernidad y en el mundo colonial hispano-americano debe leerse como “el sitio privilegiado donde se desplegaron las facetas coloniales de la modernidad, las que a diferencia de las metropolitanas carecen de una postmodernidad”, puesto que ve a la modernidad como “un proceso único, pero articulado alrededor de dos polos distinguibles aunque interdependientes. El primero, y único cubierto por la versión usual, es el metropolitano. El segundo, bastante menos estudiado como polo activo de la modernidad, lo es el colonial, llamado así pues si bien fue definido e implementado por las metrópolis, las periferias coloniales fueron su sitio privilegiado, aunque no el único, de su despliegue” .

En este sentido este autor es mucho más puntual que Dussel en lo que respecta al eje que moviliza un lado y otro de la modernidad, pues señala directamente que en las metrópolis el eje que sustenta su modernidad es la objetividad y la liberación, mientras que la modernidad colonial es sustentada por la conquista, el dominio y la explotación . También reconoce como Dussel que el punto culminante de la modernidad es el siglo XV, aunque va un poco más allá cuando afirma que “la expansión ibérica de finales del siglo XV y principios del XVI marca el inicio de la globalización”. Resalta también la dominación objetiva y subjetiva sobre el autóctono como un efecto modernizante, en el sentido que se ha planteado, pero llama la atención en una consecuencia de este hecho mucho más amplia que la que Dussel nombró como cultura sincrética, a saber, que “las culturas coloniales, poscoloniales y neocoloniales son culturas exocéntricas, en tanto se juzgan a sí mismas y a las demás con valores impuestos o importados desde las metrópolis y al servicio de éstas” . Comenzamos así a ver la primera forma de dependencia que experimentó Latinoamérica.

Finalmente, para concluir con este autor quisiéramos resaltar que Bernal hace explícito un implícito que deja Dussel, esto es, que “la modernidad, y esto es un punto esencial, no es un conjunto de metas fijas que, una vez alcanzadas, garantiza el ingreso al club de los modernos; contrariamente a lo que creyó Kant, no es una mayoría de edad, una meta fija establecida de antemano, sino un horizonte

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