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¿NECESITAN CEREBROS LOS ECONOMISTAS?


Enviado por   •  5 de Diciembre de 2015  •  Resúmenes  •  2.150 Palabras (9 Páginas)  •  193 Visitas

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¿NECESITAN CEREBROS LOS ECONOMISTAS?

The Economist [1]

Una nueva escuela de economistas está polémicamente recurriendo a la neurociencia para mejorar una ciencia confusa.

 A pesar del indudable ingenio de su álbum musical inspirado en la neuro-ciencia, "Heavy Mental" - canciones que incluyen a "Mind Body Problem" y "All in a Nut" - es improbable que las Amigdaloyds se mantengan por mucho tiempo en los anales del rock-and-roll. Sin embargo, cuando se escriba finalmente la historia de la economía, puede que Joseph LeDoux, cantante-guitarrista de la banda newyorkina, se merezca al menos un pié de página. En 1996, LeDoux, hoy profesor de neurociencia en la New York University, escribió un libro, "The Emotional Brain: The Mysterious Underpinnings of Emotional Life"[2], ayudó a inspirar lo que es hoy una de las áreas más vigorosas y controvertidas de la investigación económica: la neuroeconomía.

A fines de los 1990s, LeDoux y otros relatos le habían abierto los ojos a una generación de economistas en cuanto a cómo estudios del cerebro, que habían utilizado técnicas recién desarrolladas, como imágenes de resonancia magnética [MRI, en inglés [3]], mostraban que diferentes "bits" de la vieja materia gris estaban asociados  a diferentes tipos de actividad emocional y de toma-de-decisiones. Un ejemplo son las amígdalas. Los neurocientíficos han mostrado que estos "clusters" de neuronas, muy dentro de los lóbulos temporales mediales, juegan un rol clave en la formación de respuestas emocionales, como temor.

Estos nuevos neuroeconomistas ven que podría ser posible alejarse del modelo de toma-de-decisiones simplificado, racional, egoísta y maximizador-de-utilidades. En vez de hipotizar acerca del Homo economicus, podrían basar sus investigaciones en lo que efectivamente sucede dentro de la cabeza del Homo sapiens.

La ciencia difusa ya está moviéndose en esa dirección gracias a la economía del comportamiento. Desde los 1980s, los investigadores en esta rama de la disciplina habían estado usando percepciones de la sicología para desarrollar modelos más "realistas" de la toma de decisiones individuales, en donde la gente a menudo hacía cosas que no estaban en su mejor interés. La neuroeconomía tenía el potencial, algunos creían, de ir más allá y de empotrar la economía en los procesos químicos que tenían lugar en el cerebro.

Los primeros éxitos para los neuroeconomistas provinieron de la utilización de la neurociencia para arrojar luz en algunos de los defectos aparentes del Homos economicus observados por los comportamientalistas [behaviouralists]. Uno de los ejemplos más citados es el "juego del ultimatum", en el que uno de los participantes propone dividir una suma de dinero entre él y un segundo participante. El otro participante debe o aceptar o rechazar la oferta. Si la rechaza ninguno obtiene ni un centavo.

Según la teoría económica estándar, mientras el primer participante le ofrezca al segundo cualquier dinero, su proposición va a ser aceptada porque el segundo participante prefiere algo a nada. Sin embargo, en experimentos, los economistas comportamientalistas, encontraron que los segundos participantes no aceptaban ofertas bajas - quizás, sugirieron, para castigar al primer participante por proponer un reparto injusto.

Los neuroeconomistas han tratado de explicar lo que parecía un comportamiento irracional utilizando un "MRI activo". En los MRIs usados en medicina el paciente yace quieto durante el procedimiento; en los MRIs activos, se espera que los participantes respondan a preguntas económicas mientras se les examina la sangre que les fluye por el cerebro, para ver si la actividad continúa mientras se toman las decisiones. Encontraron que rechazar una oferta baja en el juego del ultimatum tendía a estar asociado a altos niveles de actividad en la capa dorsal, una parte del cerebro que la neurocirugía sugiere está involucrado con las decisiones de recompensas y castigos, proveyendo algún respaldo a las teorías del comportamiento.

Del mismo modo que el juego del ultimatum, los neuroeconomistas se han focalizados en asuntos como el de las razones que tiene la gente para confiar en el otro, para una toma de riesgos aparentemente irracional, para la valuación relativa de costos y beneficios de corto y largo plazo, para el comportamiento altruista o caritativo y para la adicción. Dicen         que liberar dopamine, el químico del placer del cerebro, puede indicar utilidad económica o valor. También hay un interés creciente en nuevas evidencias de la neurociencia que sugiere tentativamente que compiten dos condiciones del cerebro en la toma de decisiones: un estado frío y objetivo y un estado apasionado y emocional en el que desaparece la habilidad para efectuar intercambios sensibles. Las interacciones potenciales entre estos dos estados de la mente son sujetos ideales para modelos económicos.

Actualmente los neuroeconomistas les están proporcionando a muchos economistas una embestida de dopamine. Por ejemplo, Colin Camerer del California Institute of Technology, un centro líder en investigación de neuroeconomía, cree que incorporar conocimientos de la neurociencia podría transformar la economía, al proporcionar una mucha mejor comprensión de todo, desde las reacciones de la gente a la publicidad a las decisiones para declararse en huelga.

Al mismo tiempo, Camerer piensa que la ciencia económica tiene el potencial de mejorar la neurociencia, por ejemplo, introduciendo a los neurocientistas a la sofisticada teoría de juegos. "La idea neurocientista de un juego es piedra, papel, tijeras con suma-cero, mientras que los economistas están focalizados en juegos de estrategia que producen ganancias por medio de la colaboración". Herbert Gintis del Santa Fe Institute tiene una esperanza aún mayor de que una penetración en la neurociencia va a ayudar a originar la integración de todas las ciencias relacionadas con el comportamiento humano y animal - economía, psicología, antropología, sociología, ciencia política y biología - en torno a un modelo basado-en-el-cerebro de cómo la gente toma decisiones.

Críticas irreflexivas.

Sin embargo, no todo el mundo está convencido. Los ataques más fieros a la neuroeconomía y, efectivamente, a la economía del comportamiento, ha provenido de dos economistas de la Princeton University, Faruk Gul y Wolfgan Pesendorfer. En un artículo del 2005, "The Case of Mindless Economics"[4], argumentan que la neurociencia no puede transformar la economía porque lo que se produce dentro del cerebro es irrelevante para la disciplina. Lo que importa son las decisiones que toma la gente - en la jerga económica, sus "preferencias reveladas" - no el proceso por el que llegan a ellas. Con este propósito de entender cómo la sociedad hace frente a las consecuencias de esas decisiones, funciona bastante bien el supuesto de la maximización racional de utilidades.

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