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NO NACIMOS PA SEMILLA PARTE 1


Enviado por   •  26 de Octubre de 2014  •  1.541 Palabras (7 Páginas)  •  416 Visitas

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• 1. Alonso Salazar J.No nacimos p’a semilla. La cultura de las bandas juveniles en MedellínBogotá: Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), 5ª edición, 1991 "Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿No habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?. Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas". Gonzalo Arango. Elegía a Desquite. Obra negraPublicar este texto sobre los jóvenes de Medellín que matan es un deber de CINEP con la vida en Colombia.Cuando lo más importante se ha banalizado, puesto en el mercado, destruido, la tarea de colaborar en laconstrucción comienza por hacer el diagnóstico. Para esto hay que adentrarse en las motivaciones y la lógicade los jóvenes que pasan matando. Leer su racionalidad y su moral como una legitimación de la enfermedad es ser incapaz de darse cuenta que el problema hay que plantearlo desde dentro para poder superarlo. Eltexto es el primero de una serie. Vendrán otros con interpretaciones y alternativas de construcción.No podemos los colombianos seguir ocultándonos que hay un espacio en todos nosotros donde está enquiebre la base de toda ética capaz de estructurar una sociedad de convivencia para todos: el valor prioritariode la vida. Para los creyentes el inmediato sacramento del sentido, (9) en la frase del Padre de la Iglesia: "Lagloria de Dios es el ser humano viviente" Este libro nos invita a mirar el síntoma de un largo proceso de desarraigo familiar y social que levantainterrogantes a toda Colombia desde, el corazón de la cultura antioqueña empresarial, colonizadora, católica,abierta angustiosamente a la modernidad y al consumismo desde la pobreza marginal de los barrios, entre elamor y el poder, la ambición y la nobleza, la religión y la familia, la guerrilla, la policía y el narcotráfico.La Corporación Región de Medellín comparte con CINEP esta tarea. Por eso Alonso Salazar se sumergió enlas comunas populares para desentrañarles este texto, siguiendo una intuición originariamente compartida con Silvia Dussan de Kalmanovitz.CINEP y la Corporación Región pensamos que los riesgos de presentar esta verdad incómoda valen la pena si levantan las preguntas pertinentes y suscitan un compromiso por proteger, dignificar y hacer más viable lavida,de todos los hombres y las mujeres de Colombia. (10) PROLOGO

• 2. Las características personales para ejercer la profesión de sicario que nos vendía en décadas pasadas la televisión eran bien definidas. Se trataba de seres elegantes, anónimos, con mil rostros y contratosmillonarios, quienes cumplían el encargo con inmensa sofisticación y desaparecían discretamente de laescena.En buena medida, todos habíamos asumido esta imagen como verdadera cuando la muerte comenzó a sernegocio lucrativo en Colombia. Nos hablaban de "el de la moto" y nos representábamos inmediatamente unaespecie de rambos criollos, máquinas frías e insensibles de la muerte.Además, el hecho de que la mayoría de asesinos por contrato fuesen de Medellín confirmaba la tesis de quea esa ciudad la habla consumido el afán de lucro impuesto por el narcotráfico. Así, las organizaciones de lamuerte se ubicaron como apéndices funcionales de los llamados carteles, de la droga. (11)Pero cuando los sicarios y sus allegados empezaron a hablar, las cosas cambiaron. Como por encantoaparecieron las exculpaciones y la madeja se enredó. Constatamos que las condiciones de pobreza determinaban las formas de buscarse el sustento. Que bandas completas podían ser contratadas porcualquier parroquiano a la vuelta de la esquina. Y que los profesionales de la muerte eran apenas niños,portadores de unos valores que la sociedad difícilmente comprendía.Se abrió paso así a una especie de sentimiento de culpa colectivo. Todo el mundo pareció comprender elfenómeno y los victimarios se trastocaron en víctimas. No pocos comenzaron a mirar a los niños sicarios concierta simpatía o por lo menos con esquiva admiración. La fórmula mágica de los diálogos de paz comenzótímidamente a insinuarse y no faltó quien alegara vehementemente que ellos sólo eran los instrumentosmateriales de una intolerancia nacional que nos está aniquilando.Adherir acríticamente a una cualquiera de estas interpretaciones es sumamente peligroso. Es igualmentemaniqueísta quien presenta al sicario como un enfermo paranoico como aquel que lo absuelve por ser unproducto de la marginalidad.La obra de Alonso Salazar nos presenta en forma comprehensiva el fenómeno de la cultura de las bandasjuveniles de las comunas nororientales medellinenses sin caer en los extremos ano- (12) tados. Y, parahacerlo, escoge una vía novedosa: rescatar las versiones de los protagonistas.No se trata únicamente de oír a los jóvenes que han hecho de la muerte su negocio. El libro nos trae tambiénlos relatos de madres, amigos, enemigos, activistas barriales, sacerdotes. De esta manera

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