Primavera Con Una Esquina Rota
matsuri911 de Marzo de 2014
840 Palabras (4 Páginas)446 Visitas
INTRAMUROS (Esta noche estoy solo )
Esta noche estoy solo. Mi compañero (algún día sabrás el nombre) está en la enfermería. Es buena gente, pero de vez en cuando no viene mal estar solo. Puedo reflexio- nar mejor. No necesito armar un biombo para pensar en vos. Dirás que cuatro años, cinco meses y catorce días son demasiado tiempo para reflexionar. Y es cierto. Pero no son demasiado tiempo para pensar en vos. Aprovecho para escribirte porque hay luna. Y la luna siempre me tranquiliza, es como un bálsamo. Además ilumina, así sea precariamente, el papel, y esto tiene su importancia por- que a esta hora no tenemos luz eléctrica. En los dos pri- meros años ni siquiera tenía luna, así que no me quejo.
Siempre hay alguien que está peor, como concluía Esopo. Y hasta peorísimo, como concluyo yo.
Es curioso. Cuando uno está afuera e imagina que, por una razón o por otra, puede pasar varios
años entre cuatro paredes, piensa que no aguantaría, que eso sería sencillamente insoportable. No
obstante, es soportable, ya se ve. Al menos yo lo he soportado. No niego haber pasado momentos de
desesperación, además de aque- llos en que la desesperación incluye sufrimiento físico. Pero ahora me refiero a la desesperación pura, cuando uno empieza a calcular, y el resultado es esta jornada de clausura, multiplicada por miles de días. No obstante, el cuerpo es más adaptable que el
ánimo. El cuerpo es el primero que se acostumbra a los nuevos horarios, a sus nuevas posturas, al nuevo ritmo de sus necesidades, a sus nuevos cansancios, a sus nuevos descansos, a su nuevo hacer y a su nuevo no hacer. Si tenés un compa- ñero, lo podés medir al principio como a un
intruso. Pero de a poco se va convirtiendo en interlocutor. El de ahora es el octavo. Creo que con todos me he llevado bastante bien. Lo bravo es cuando las desesperaciones no coinci- den, y el otro te contagia la suya, o vos
le contagiás la tuya. O también puede ocurrir que uno de los dos se oponga resueltamente al contagio y esa resistencia origi- ne un choque verbal, un enfrentamiento, y en esos casos justamente la condición de clausura ayuda poco, más bien exacerba los ánimos, le hace a uno (y al otro) pro- nunciar agravios, y, algunas veces, hasta decir cosas irre- parables que enseguida
agudizan su significado por el mero hecho de que la presencia del otro es obligatoria y por tanto
inevitable. Y si la situación se pone tan dura que los dos ocupantes del lugarcito no se dirijan la pala- bra, entonces tal compañía, embarazosa y tensa, lo dete- riora a uno mucho más, y más rápidamente, que una so- ledad total. Por suerte, en este ya largo historial, tuve un solo capítulo de este estilo, y duró poco. Estábamos tan podridos de ese silencio a dos voces, que una tarde nos
miramos y casi simultáneamente empezamos a hablar. Después fue fácil.
Hace aproximadamente dos meses que no tengo noti- cias tuyas. No te pregunto qué pasa porque sé lo que pasa. Y lo que no. Dicen que dentro de una semana todo se regularizará otra vez. Ojalá. No
sabés lo importante que es una carta para cualquiera de nosotros. Cuando hay recreo y salimos, de inmediato se sabe quiénes reci- bieron cartas y quiénes no. Hay una extraña iluminación en los rostros de los primeros, aunque muchas veces tra- ten de ocultar su alegría para no entristecer más
a los que no tuvieron esa suerte. En estas últimas semanas, por razones obvias, todos estábamos con caras largas, y eso tampoco es bueno. De modo que no tengo respuesta a ninguna pregunta tuya, sencillamente porque carezco de tus preguntas. Pero yo sí tengo preguntas. No las que vos ya sabés
sin necesidad de que te las haga, y que, dicho sea de paso, no me gusta hacerte para no tentarte a que alguna vez (en broma, o lo que sería muchísimo más
...