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elic9313 de Junio de 2014
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FEMINIDAD PURA
Por: Crystalina Evert
Nunca olvidaré el día en que se alejó de mí por última vez. Lo único en lo que podía pensar era que “ese chico se está yendo con algo que nunca le perteneció y que nunca recuperaré”.
Tenía quince años y sabía con todo mi corazón que eso era amor. Él me dijo que si lo amaba, se lo demostrara. Así lo hice. Pero al poco tiempo, ya no quería pasar más tiempo conmigo, sólo pasaba el tiempo con mi cuerpo. Después de eso, empecé a pensar: “bueno, yo ya no soy virgen, así que ¿qué sentido tiene ya esperar hasta el matrimonio? Para mí es demasiado tarde”. Después de eso, mientras trataba de encontrar el amor perfecto, una relación vacía conducía a otra.
Toda mujer anhela el amor, pero muchas de nosotras hemos salido heridas y hemos renunciado al verdadero amor. Empezamos a decirnos a nosotras mismas que el amor no existe o que no lo merecemos. Pero el amor sí existe y sí lo merecemos.
He titulado cada una de las veintiún secciones de este libro de acuerdo a alguna excusa, duda, inseguridad o temor que puede estar manteniéndote apartada de aquél amor que Dios tiene pensado para ti. Quizás ya te has dicho a ti misma todas esas mentiras juntas, o quizás sólo unas pocas. Pero en la medida en que te crees estas mentiras, seguirás preguntándote por qué el amor parece tan difícil de encontrar.
La verdad es que ese anhelo de amor existe en ti porque es así como Dios te creó. Estás hecha para amar, Él quiere que seas amada y Él te enseñará el camino que conduce al amor si tú se lo permites.
“Los chicos no quieren a la chica pura”
“Ella me divierte por el momento, pero nunca la llevaré a casa para presentársela a mi madre y tampoco me casaré con ella”. ¿Has escuchado eso antes? Muchos chicos quieren a la chica fácil ahora, pero planean casarse y formar una familia con un ángel una vez superada su etapa salvaje. Por eso, de uno o de otro modo las chicas se sienten desdichadas: o ceden a lo que los chicos quieren, consiguen atención por el momento y terminan desechadas, o permanecen puras con el miedo de quedarse solas por los próximos diez años. Muchas, sin decidirse ni por lo uno ni por lo otro, buscan un terreno intermedio, y sólo terminan sintiéndose tanto usadas como también solas.
¿Cuál es la solución?
Wendy Shalit, de 24 años, trayendo a la memoria los consejos de sus amigos de las Universidad, escribió:
“Tendrás muchos hombres en tu vida, me predijeron todas. Tu cuerpo no está tan mal, tu cara no es tan fea. Ya verás, ya verás, te irá muy bien en el mercado. Confía en nosotras. Tan sólo ‘ponte una falda más corta o algo así’, deja de ‘ocultarte’ a ti misma, ‘deja de tomarte las cosas tan en serio’ y ‘verás cómo los chicos quieren…’. Llegado a ese punto yo me desconecté, dándome vueltas y vueltas en la cabeza aquél asunto de ‘tendrás muchos hombres’. ¿Era eso un cumplido, me preguntaba, o una cadena perpetua? Es una cadena perpetua si eres como yo, alguien que espera tener —¿puede una siquiera atreverse a decirlo?— no muchos hombres, sino sólo uno. ‘Tendrás muchos hombres’. Bueno, gracias por la generosa oferta, pero ¿puedo rechazarla?”.
Esta chica conocía los anhelos de su corazón y no se conformaría con menos. Cuando se trata de nuestras expectativas, obtendremos aquello a lo que nos conformemos.
Por eso, pregúntate a ti misma: “¿Soy sólo una cita o un “alma gemela”? ¿Soy una chica ‘para pasar el rato’ o una chica ‘para siempre’?” ¿Qué chico quisiera una chica pura? Todo chico la quiere. El problema es que la mayoría de chicos no quieren ser puros. Así pues, no transijas tú para provecho de ellos. Nunca tengas miedo de que un hombre te deje a menos que le ofrezcas algo sexual. Deja que él tenga miedo de perderte a ti si no sabe cómo respetarte.
“Si tuviera el cuerpo de esa chica”
El timbre para el almuerzo sonó y nos juntamos en nuestra mesa de siempre. Luego de la conversación superficial, inevitablemente hablábamos de la comida. Raquel había comido una barra de granola con agua en el desayuno y se consentía un bizcocho de arroz para el almuerzo. Llevaba un cuaderno para contar cada caloría. Ashley se compró ropa de unas tallas más pequeñas para motivarse a bajar de peso. Mientras tanto, yo tenía recortes de modelos pegados en el espejo de mi baño.
Sin importar lo delgadas que estuviésemos, nunca estábamos satisfechas con lo que veíamos en el espejo. Una cosa era tener un enamorado abusivo, pero otra cosa era tener una mente abusiva. Como un buitre picotea un animal muerto, yo “picoteaba” incesantemente todas mis imperfecciones. Todo lo que veía en el espejo cuando me miraba a mí misma eran las cosas que hubiera querido cambiar.
Esto era vida en el grupo popular. Detestábamos nuestros cuerpos, nos comparábamos constantemente con otras y caminábamos por el colegio sonriendo todo el tiempo. Entre todas las pastillas para adelgazar y los vómitos, de algún modo logramos convencernos a nosotras mismas que teníamos el control sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos. Pero la verdad es que nos estábamos convirtiendo en esclavas de nuestras propias inseguridades.
Mientras más miserables nos sentíamos por dentro, más obsesivas y disconformes nos volvíamos por la apariencia externa. Todas pensábamos en nuestro interior: “si tan sólo pudiera tener su cuerpo, todos mis problemas desaparecerían”. Porque siempre poníamos nuestra autoestima en nuestra apariencia, nunca encontrábamos paz en nuestros corazones.
¿Por qué nos matábamos por todo esto? ¿Por qué debería hacerlo alguna? Sólo una cosa mueve a una chica a llegar a esos extremos: el deseo de amor. ¿Por qué nunca nos dimos cuenta de que ni siquiera la chica con el cuerpo más perfecto de la universidad había encontrado el amor perfecto?
Llegó un momento en que tuve que dejar de culpar a los chicos, a las revistas, a los medios de comunicación de mis inseguridades. Me había convertido en mi peor enemiga. Cuando me sentí tentada a despreciarme, tuve que detenerme. Tuve que rezar. En vez de compararme con otras —cosa que sólo me causaba inseguridad—, hice el intento por primera vez de ver si tenía algunas cualidades buenas.
Enfocarme en mis buenas cualidades fue más duro de lo que pensé. No sólo era cuestión de “tan sólo dejar de pensar en eso”. Años después, aún sigue siendo una batalla diaria. Pero la diferencia es que en vez de abrigar pasivamente las inseguridades y alimentarlas, elegí ofrecérselas a Dios, dejar de golpearme a mí misma y hacer algo al respecto. En vez de quejarme de mi figura, empecé a luchar. En vez de obsesionarme con verme perfecta en mis ropas diminutas, empecé a vestirme con modestia y descubrí la seguridad que llega con el respeto a ti misma.
Así que no pierdas tus energías y juventud en destruirte a ti misma. Por primera vez, haz algo por ti misma. Mientras trabajas en ello, encuentra tu pasión en la vida y construye el mundo y el Reino de Dios.
“Si él tiene mala imaginación, es su problema”
Los jeans apretados, las blusas que muestran el ombligo, los polos pegaditos. Claro que disfrutábamos la sensación que nos producía el ser miradas por los chicos, pero luego nos quejábamos cuando sólo estaban interesados en “eso”. Nos quejábamos, pero no estábamos dispuestas a hacer algo para afrontar el problema. Después de todo, nuestra manera de vestir no precisamente los estaba invitando a ser mejores. Todo lo que querían era lo que nosotras estábamos mostrándoles continuamente.
Las mujeres tenemos un poder. Por la forma como nos vestimos, por la forma como bailamos y por la forma como nos comportamos, podemos invitar a un hombre o a ser un caballero o a ser un animal. Entonces, si una mujer quiere que un hombre aprecie su inteligencia y personalidad, probablemente le irá mejor si no lo distrae con el piercing en su ombligo.
La pregunta que debo hacerme es: ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Es más emocionante ser amada verdaderamente por un hombre o atraer las miradas boquiabiertas de muchos? Para aquellas que tienen el suficiente atrevimiento de preferir el amor de un hombre, la modestia es una tácita invitación a los chicos para que sean lo suficientemente hombres para ganarse nuestro corazón. Es una invitación a los chicos para que consideren que en nosotras hay mucho más que tan sólo nuestros cuerpos. Es por eso que la modestia es llamada “guardián del amor”. Sin tener que decir una sola palabra, establece el estándar del respeto. Sin embargo, nunca convenceremos a un hombre de que tenemos dignidad si es que primero no nos convencemos a nosotras mismas.
La modestia no es sólo un asunto que atañe a lo externo: la forma de vestir es un signo de nuestro interior. Con la modestia en el vestir le estamos diciendo al mundo que no necesitamos exponernos visualmente a los hombres con la esperanza de ganar su atención. Claro que tenemos el poder de volver miradas. Pero también tenemos el poder de cambiar corazones. Podemos volver esos corazones hacia el cielo o hacia nosotras. Pero cuando volvemos la atención de los hombres hacia las partes de nuestro cuerpo, los estamos invitando a “amarnos” por la razón equivocada.
Lo que conquista a un chico es lo que hará que se quede con nosotras. Si ha
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