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Relato De Un Naufrago


Enviado por   •  21 de Mayo de 2014  •  1.644 Palabras (7 Páginas)  •  286 Visitas

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“Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre.” Esta es la definición que le da Gabriel García Márquez a la aventura protagonizada por un marinero de la armada colombiana. Este relato es una entrevista entre el náufrago y el autor de esta obra, es decir, es un echo real.

Luis Alejandro Velasco, natural de Bogotá, se encontraba en la ciudad norteamericana de Mobile, en el condado de Alabama. Debían esperar allí cerca de ocho meses mientras que el A. R. C. Caldas, destructor de la armada colombiana, era sometido a diversas reparaciones. En Mobile pasaba el tiempo libre con sus compañeros de buque y con su novia llamada Mary Address en el cine y en una taberna del puerto llamada Joe Palooka. Al principio nos relata cómo eran sus ocho compañeros ahogados en alta mar y concluye diciendo sus últimos momentos antes de zarpar.

Ya a bordo del buque lo difícil que fue para algunos el acostumbrarse de nuevo a las travesías en barco. Todos y cada uno de los regalos que habían comprado en territorios estadounidenses estaban fuertemente amarrados. Apenas faltaban algo menos de 24 horas para llegar a su destino, comenzó a levantarse un fuerte oleaje. Esto propició que el 28 de Febrero de 1955, cuando faltaban apenas 10 minutos para el mediodía, y 2 horas para llegar a su destino un brutal golpe de oleaje tiró a nuestro personaje junto con ocho compañeros al mar. Luis Alejandro veía impotente cómo cuatro de ellos se ahogaban pero pudo descubrir a tiempo dos balsas aparejadas y nadó hacia ellas y se puso a salvo, aunque sufrió un fuerte golpe en la rodilla.

Diez días duró la travesía en la balsa. En la primera noche trató de orientarse por medio de la puesta del sol y por la localización de la Osa Menor. El náufrago no paraba de pensar que el buque no sólo habría llegado, sino que ya habrían comenzado las operaciones de búsqueda de los supervivientes. Pero esta esperanza desaparecía poco a poco. En el segundo día vio un punto negro en el horizonte que se acercaba a gran velocidad hacia la balsa. Poco a poco ese punto negro se convertía en un avión, pero debido a la velocidad del aparato y de la gran altura a la que se encontraba resultó imposible el divisar al náufrago y volvió por donde vino. A los 5 minutos apareció de nuevo y nuestro protagonista pensó que lo habían visto, pero realizó la misma operación. De ese día Luis Alejandro tomo nota de que los aviones partían y volvían desde la misma dirección, desde Cartagena de Indias, y de que todos los días, desde las 5 de la tarde hasta el anochecer aparecían los tiburones merodeando la balsa. El tercer día fue el más desesperante de todos. A parte de no ocurrir nada en particular comenzaba a tener visiones. Veía a su mejor amigo en la marina, Jaime Manjares.

Al cuarto día perdió la noción de los días y no estaba segura de si la balsa avanzaba o retrocedía. También fue el primer día que bebió algo de agua salada. En la noche del cuarto al quinto día, mientras que conversaba con su amigo Jaime, vio las luces de un barco pero a los 20 minutos desapareció. Al amanecer comenzó a pensar en un relato, recientemente leído, en el que hablaba de un náufrago que en una balsa llegaba a una isla desierta en la que era devorado por caníbales. A lo largo del día una molestia le repercutía en su estado físico y pensó que ya había llegado el momento, pero descubrió que desabrochándose el pantalón y descargando el vientre sobre la mar, volvía a sentirse con fuerzas. Lo más importante de ese día fue la visita de 7 gaviotas. Pensó que se encontraba muy cerca de la costa y eso le dio fuerzas. De repente una de las gaviotas descendió su vuelo y se posó sobre la balsa. Luis Alejandro permaneció inmóvil y la gaviota se confió en exceso. No es digno de un marino matar una gaviota pero el hambre lo puede todo y con dos vueltas de pescuezo sintió la sangre caliente chorreándole los dedos. La repugnancia ante tal amasijo de huesos, carne y sangre le hizo desperdiciar el manjar y lo desechó por la borda después de desestimar la idea de usarlo como carnaza.

Al sexto día, debido al hambre, recordó que tenía varias tarjetas de Mobile en el bolsillo y no dudó en echárselas a la boca. Fue un gran alivio y eso supuso un aumento en su imaginación, llegando a probar el sabor

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