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Resumen Capitulo XIX Y XX Nazarenos

SauALopez21 de Abril de 2014

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Capitulo XIX (Dos negociantes)

Don Silvestre se situó de modo que la luz de la vela, que estaba sobre la mesa, diese de lleno en la cara de su interlocutor, mientras el quedaba en la penumbra que proyectaba un antifaz formado por una caprichosa pantalla de marfil, curiosamente labrada.

Después de un momento de silencio, el joven (Guzmán) entablo le dialogo diciendo:

 Vengo a proponeros un negocio. Un negocio da la herencia de Balmaseda. Un negocio de 160 mil pesos por el interés de los últimos 20 años.

 ¿Y cuál es el motivo Guzmán, pregunto Don silvestre, solo es incentivo de ganancia?

 No, señor Silvestre, contesto Guzmán; el lucro no es más que un objeto secundario para mí. El fin que principalmente me propongo, es vengarme.

 ¿De la familia Carranza os ha hecho algún agravio? He odio más bien que sois íntimo amigo del joven Cesar. ¿Cuál es el motivo?

 Ninguno, Únicamente aborrezco a los que son felices y me propongo hacerles todo el mal posible.

D. Silvestre: No os vayáis todavía, caballero. Habéis venido a proponerme un negocio, que hemos arreglado fácil y felizmente, y yo por mi parte he formado en esta conversación tan alta idea de vuestras cualidades, que he concebido el proyecto de proponernos otro.

 ¿Habéis odio hablar de los Nazarenos?

 He odio poco, de unos penitentes que se encuentran casi todas las noches en diferentes puntos de la ciudad, y cuyo número llama bastante la atención. Y D. Silvestre le entrego una lista con los nombres de muchos de los principales sujetos del reino siendo también Nazarenos.

 Todos son Nazarenos, Todos. ¿Queréis ser un Nazareno?

 Podre hacer mal, mucho mal; Soy uno de los vuestros, señor don Silvestre. Desde hoy podéis contarme en el número de los Nazarenos.

Capitulo XX (Primeras Operaciones de Alarcón para recobrar la herencia de Balmaseda)

Reflexionando el cajero mayor de D. Diego de Padilla sobre lo que acababa de comunicarle Guzmán, trazo su plan de operaciones, y resolvió ante todo dar cuenta a su patrón del importantísimo descubrimiento hecho por D. Fadrique. En consecuencia, pasó al gabinete de D. Diego y le refirió en pocas palabras su conversación con el joven. Aquella revelación dejo asombrado al caballero, que consideró, como Don. Silvestre, indudable que D. Cesar no era de D. Tomas y de su esposa, sino un usurpador del mayorazgo fundado por Balmaseda.

Alarcón se dirigió a casa de D. Tomas de Carranza, y se hizo anunciar, advirtiendo que deseaba hablar al caballero de un asunto de la mayor importancia. No fue poca la sorpresa que causo aquella visita, pues jamás había puesto los pies en su individuo alguno que estuviese tan íntimamente ligado con la familia de su enemigo.

 Le vengo hablar de que toca muy de cerca alas dos familias, las vuestras y la de D. Diego de Padilla.

 No creo que pueda haber nada en común entre mi familia y la de ese caballero, contesto D. Tomas, cuya sangre se agolpó en su frente.

 Cuando se tiene unos mismos deudos, dijo D. Silvestre, se comienza ya por tener algo común; y si uno de esos parientes ha establecido alguna fundación a cuyo goce son llamado, en su caso, individuos de la una y de la otra familia hay también ese derecho común.

 Sea como queráis, caballero, replico D. Tomas, a quien aquel asunto molestaba no poco; ¿Y qué pretendéis deducir de esas premisas?

 Una consecuencia muy natral y muy sencillas. Suponed (esta es una mera hipótesis) que vos y D. Diego de Padilla tenéis derecho a cierta cosa, a una herencia, por ejemplo: que vos entráis desde luego en posesión de ella, por haberlo dispuesto así el testador, y que para conservarla, pasado cierto tiempo, tenéis necesidad

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