Resumen Narrativa Guatemalteca
ViviGinger13 de Febrero de 2014
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TAREA: LECTURA 1
Título de la Casa de Ixcuin Nehaib (Anónimo)
Resumen del Fragmento
Este fragmento narra la pelea que sucedió en Pachah entre los españoles y el ejército de indios dirigido por el capitán Tecum, batalla que duró tres horas y en la que murieron muchos indígenas pero ningún español.
Tecum alzó el vuelo como águila, tenía tres coronas, una de oro, otra de perlas y otra de diamantes y esmeraldas. Luego venía para matar a Tunatiuh, el español que venía a caballo, que también era conocido como el Adelantado. Tecum se le lanzó encima y con su lanza le quito la cabeza al caballo. Como vio que no había matado al Adelantado sino a su caballo, volvió a alzar el vuelo y se lanzó nuevamente sobre él, pero el Adelantado lo atravesó con su lanza.
Al caer Tecum muerto, llegaron unos perros que se lo querían comer, pero el Adelantado se compadeció y lo defendió de los perros, y al ver que tenia las tres coronas de oro, plata, diamantes, esmeraldas y perlas, y que estaba adornado con plumas de quetzales, les dijo a todos sus soldados que llegaran a admirar a este “indio-quetzal” y dijo el Adelantado que no había visto otro indio tan galán ni en México ni Tlascala, ni en los pueblos que había conquistado y por esto a ese lugar donde fue la batalla y donde murió Tecum, le quedó el nombre de Quetzaltenango.
Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias
(Fray Bartolomé de las Casas)
Resumen del Fragmento
En esta lectura se describe la destrucción e invasión de las indias por parte de los españoles, que cuando llegaron a Utatlan, eran recibidos con fiestas y trompetas a pesar de la matanza que hacían. Se asentaron fuera de la ciudad, y al día siguiente llegaron a ofrecerles ovejas, pero los españoles los aprendieron y les exigieron que les dieran todo el oro. Pero los indios les dijeron que no tenían oro en esa tierra, y los entonces los españoles se enojaron con ellos y los mandaron a quemar vivos.
Los señores de las otras provincias al oír esta historia, decidieron huir a los montes y mandaron a su gente a que les sirvieran a los españoles, pero les advirtieron que no les dijeran a los españoles donde se habían ido a esconder. Lo españoles iban de pueblo en pueblo a servirse de sus mujeres e hijos, y luego asolaban los pueblos.
Los indios se dieron cuenta de que a pesar de servirles a los españoles, de darles sus ofrendas, los españoles de todos modos los mataban y destruían sus pueblos, se pusieron de acuerdo en organizarse, pelear juntos y morir en la guerra, tomando venganza de los crueles enemigos. Inventaron unos agujeros en el camino que tenían estacas en el fondo, para que cayeran los caballos y los soldados y murieran. Pero los españoles se dieron cuenta de esta trampa y se vengaron apresando a los indios y echándoles a los agujeros para que murieran. Esta pelea sangrienta duró siete años.
Después se fueron a Cuzcatan, donde los recibieron treinta mil indios con fiesta y comida. Y luego el capitán mandó que todo español tomara todos los indios que quisiera para que les sirvieran, y los indios les servían con humildad. El capitan de los españoles pidió que le trajeran oro, y los indios se juntaron todo el cobre que tenían y se lo dieron. Pero los españoles al ver que no era oro sino cobre, y que en esos pueblos no había oro, hacen de los indios sus esclavos.
Algunos lograron escapar, se juntaron y se pusieron en armas. Los españoles regresaron a Guatimala, donde construyeron una ciudad, pero destruyeron un gran reino con toda su población. Cuando los españoles iban a otras tierras a hacer la guerra, se llevaban algunos de los esclavos que habían hecho en otros pueblos, para que pelearan por ellos en otras tierras, y como los esclavos no tenían qué comer, los españoles les permitían que comieran otros indios contra los que peleaban, volviéndose entonces una carnicería humana donde tomaban niños y mujeres por igual.
Del Norte al Sur había matanzas, queriendo imponer por la fuerza su autoridad, saqueando los pueblos y haicendo de los indios sus esclavos para llevar la carga y la artillería. Robaban a las mujeres y a los niños, y llenaban de indios sus naves donde todos morían de hambre y sed. Quedaron muchos huérfanos, mujeres viudas, y cometieron adulterio, estupros y actos injustos. Mucha gente padeció esclavitud y muchas calamidades, no solo los indios sino también los cristianos de quienes se favoreció este capitán y su ejército.
La Feria de Jocotenango
(José Milla y Vidaurre)
En este cuento, José Milla narra lo que acontecía en las ferias populares de antaño, específicamente en la Feria de Jocotenango, y describe de manera pintoresca la calle principal, la plaza donde se hacía la feria, adonde llegaban personas de diferentes clases sociales, la aglomeración del ir y venir de los paseantes, así como la diversidad de ventas, el ruido de los coches y las diligencias, todo para ser vistos y ver gente por unas horas, vendiendo o comprando novillos, una distracción y una tradición hecha costumbre de la Guatemala del siglo XIX.
Muchos viajaban desde lugares remotos, sólo para concurrir a la feria de Jocotenango. Cuando iba bajando la cuesta de Pinula se encuentra con Don Clímaco del Cacho, a quienes muchos le decían Don Climas, era un hombre de 60 años aproximadamente, quien va camino de la feria para vender algunos de sus bovinos. Don Clímaco iba acompañado de su esposa, la niña Brígida. Venían del “Purgatorio” que es el nombre de la labor o de la finca de don Clímaco. Por el camino iban platicando de muchas cosas, como por ejemplo de lo que le ha costado a don Clímaco críar a sus animales y llevarlos a vender a las ferias; luego se despidieron.
Al llegar a la feria, se sentó en un lugar en la Plaza para ver desfilar a la muchedumbre, donde de pronto se encontró a don Clímaco, quien le pregunto si no había visto de casualidad a su mujer, quien se había extraviado entre la gente, a pesar de que le había advertido que en la feria se pierden con facilidad, y además que no sabía cómo llegar al mesón donde estaban hospedados.
Mientras esperaban a su mujer, se pusieron a platicar sobre las carreras, y de los caballos de California, y don Clímaco preguntó si no sabía si vendían esos caballos, porque don Clímaco ofrecería dar unos cien pesos por uno de ellos, y comentaron que si acaso los vendieran sería al menos por dos mil pesos, lo que él replicó que por esa cantidad él compraba doscientos novillos.
Se dispusieron entonces a irse hasta el mesón, mientras por el camino seguía buscando a su esposa. Al llegar preguntó si no había llegado su esposa y le dijeron que no, entonces se despidieron y acordaron reunirse nuevamente al día siguiente para ir otra vez a la feria, porque habría más gente y estaría más alegre.
Al día siguiente llegó a traerlos al mesón y don Clímaco ya estaba listo, bien vestido con saco y pantalón de pana verde con botones de metal. Hacía dos horas que recién había llegado doña Brígida después de andar perdida toda la noche, pasó la noche en la casa de una familia del Barrio de San Sebastián, donde la hospedaron. Parecía que había llorado, por los golpes que don Clímaco le había dado con el látigo como castigo por haberse perdido. Entonces antes de salir, él le ató a la cintura de su esposa un lazo fuerte para que esta vez no se perdiera.
Se dirigieron entonces hacia el hipódromo y mientras íbamos por el camino, fueron observando el panorama que lo rodea, de espléndida naturaleza tropical, con tupido bosque y más allá las colinas y las crestas de los volcanes de Antigua y Pacaya.
Por fin llegaron a donde estaban los propietarios de los caballos preparándose para la carrera y se acercaron a examinarlos y entonces se propusieron hacer una apuesta, Don José apostó a que ganaba uno de los caballos californianos y don Climaco apostó un peso por un caballo del país, y entonces otro sujeto que escuchó la apuesta también quiso participar y se les unió. La carrera comenzó y ellos la vieron emocionados, don Clímaco gritaba, y al final ganó el caballo del país por el que él había apostado. Llegó el momento de cobrar lo apostado, el otro señor le pagó a don Clímaco la apuesta con un billete, el cual él rechazó diciendo que él no aceptaba billetes, a lo que el sujeto le entregó una moneda de ocho reales.
Después de haber disfrutado esa experiencia, les dio hambre y se fueron a un restaurant donde se dispusieron con una mesa provista con platos y botellas. Salieron después por la calle de Jocotenango, donde se dieron cuenta que doña Brigida arrastraba por el suelo la cuerda que la sujetaba a don Climas y de éste ni su sombra. Lo buscaron por todas partes y al no encontrarlo se sentaron a esperarlo a ver si aparecía. Una hora después llegó ebrio dando tumbos, sin su chaqueta verde y al ver a su mujer, quiso abrazarla. Ella lo rechazó y le reclamó que ahora él era el perdido, se quitó la cuerda de la cintura y la ató a la cintura de él.
Se dirigieron entonces hasta el mesón, llevaron a don Clímaco a la cama, donde no tardó en dormirse de lo ebrio que estaba, hasta deliraba. Y así termina el relato de las aventuras de don Climas en la feria
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