ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Tiempo Y Narrativa: El Guardián Entre El Centeno

vickyypauwels24 de Noviembre de 2013

2.705 Palabras (11 Páginas)639 Visitas

Página 1 de 11

Tiempo y Narrativa: El relato

El guardián entre el centeno:

Citas:

Orden:

ANALEPSIS

“Cuando vivía en casa era sólo un escritor corriente y normal” (Cap. 1)

“Habíamos ido a Nueva York aquella mañana para enfrentarnos con los del colegio McBurney. Solo que el encuentro no se celebró” (Cap. 1)

“Me acordé de un día en octubre o por ahí en que yo, Robert Tichener y Paul Campbell estábamos jugando al fútbol delante del edificio de la administración” (Cap. 1)

“En clase, cuando se le caía una tiza al suelo, siempre tenía que levantarse un tío de la primera fila a recogérsela” (Cap. 2)

“Una vez fui con él a un partido de baloncesto. Teníamos en el equipo a un tío fenomenal, Howie Coyle, que era capaz de encestar desde el centro del campo y sin que la pelota tocara la madera siquiera. Pues Ackley se pasó todo el tiempo diciendo que Coyle tenía una constitución perfecta para el baloncesto. ¡Jo! ¡Cómo me fastidian esas cosas! (Cap. 4)

“Empecé a jugar golf cuando tenía sólo diez años. Recuerdo una vez, el verano que cumplí los doce años, que estaba jugando y de repente tuve el presentimiento de que si me volvía vería a Allie. Me volví y allí estaba mi hermano, montado en su bicicleta, al otro lado de la cerca que rodeaba el campo de golf” (Cap. 5)

PROLEPSIS

“Apostaría la cabeza a que lo hacían porque como el domingo era día de visita, Thurmer pensaba que todas las madres preguntarían a sus hijos qué habían cenado la noche anterior y el niño contestaría <<Un filete>> ¡Menudo timo” (Cap. 5)

“Si hubiera sabido quién me había robado los guantes, probablemente habría ido a la habitación del ladrón y le habría dicho: <<¡Venga! ¿Me das mis guantes, o qué?>>., El otro me hubiera preguntado con una voz muy inocente: <<¿Qué guantes?>>. Yo habría ido entonces al armario y habría encontrado los guantes escondidos en alguna parte, dentro de unas botas de lluvia por ejemplo. Los hubiera sacado, se los habría enseñado, y le habría dicho: <<Supongo que éstos son tuyos, ¿no?>> El ladrón me habría mirado otra vez con una expresión muy inocente y me habría dicho: <<No los he visto en mi vida. Si son tuyos puedes llevártelos. Yo no los quiero para nada.>> Probablemente me habría quedado allí como cinco minutos con los guantes en la mano sabiendo que lo que tenía que hacer era romperle al tío la cara. Hasta el último hueso, vamos. Sólo que no habría tenido agallas para hacerlo. Me habría quedado de pie, mirándole con cara de duro de película y luego le habría dicho algo muy ingenioso, muy agudo…” (Cap. 13)

“Si se limitaran a echar el dinero en la cesta y largarse sin decir palabra, no duraría ni un minuto. Se aburriría como una ostra. Le encajaría la cestita a otra y ella se iría a comer a un restaurante de moda.” (Cap. 16)

Duración:

PAUSA:

“Lo gracioso es que mientras hablaba estaba pensando en otra cosa. Vivo en Nueva York y de pronto me acordé del lago que hay en Central Park, cerca de Central Park South.” (Cap. 2)

“Era un tío de esos muy altos (medía como seis pies y cuatro pulgadas), con los hombros un poco caídos y una dentadura horrenda. En todo el tiempo que fuimos vecinos de habitación, no le vi lavarse los dientes ni una sola vez.” (Cap. 3)

“—¡Jo! —dije luego. También digo «¡jo!» muchas veces. En parte porque tengo un vocabulario pobrísimo, y en parte porque a veces hablo y actúo como si fuera más joven de lo que soy. Entonces tenía dieciséis años. Ahora tengo diecisiete y, a veces, parece que tuviera trece, lo cual es bastante irónico porque mido seis pies y dos pulgadas y tengo un montón de canas. De verdad. Todo un lado de la cabeza, el derecho, lo tengo lleno de millones de pelos grises. Desde pequeño. Y aun así hago cosas de crío de doce años. Lo dice todo el mundo, especialmente mi padre, y en parte es verdad, aunque sólo en parte. Pero la gente se cree que las cosas tienen que ser verdad del todo. No es que me importe mucho, pero también es un rollo que le estén diciendo a uno todo el tiempo que a ver si se porta como corresponde a su edad. A veces hago cosas de persona mayor, en serio, pero de eso nadie se da cuenta. La gente nunca se da cuenta de nada.” (Cap. 2)

ELIPSIS:

“—Te he suspendido en historia sencillamente porque no sabes una palabra.

—Lo sé, señor. ¡Jo! ¡Que si lo sé! No ha sido culpa suya.

—Ni una sola palabra —repitió.

Eso sí que me pone negro. Que alguien te diga una cosa dos veces cuando tú ya la has admitido a la primera. Pues aún lo dijo otra vez:

—Ni una sola palabra. Dudo que hayas abierto el libro en todo el semestre. ¿Lo has abierto?

Dime la verdad, muchacho.” (Cap. 2)

“— ¡Maldita sea! —estaba negro el tío. Furiosísimo—. Todo tienes que hacerlo al revés —me miró—. No me extraña que te echen de aquí. Nunca haces nada a derechas. Nada” (Cap. 6)

“Le sacaba de quicio que alguien hiciera algo contra el reglamento. El jamás fumaba en la habitación. Sólo yo.” (Cap. 6)

“—Creí que era, «Si un cuerpo coge a otro cuerpo» —le dije—, pero, verás. Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo.” (Cap. 22)

DIGRESIÓN

“Pero, como les decía, escribí la redacción sobre el guante de béisbol de Allie. Daba la casualidad de que lo tenía en la maleta así que copié directamente los poemas que tenía escritos. Sólo que cambié el nombre de Allie para que nadie se diera cuenta de que era mi hermano y pensaran que era el de Stradlater. No me gustó mucho usar el guante para una composición, pero no se me ocurría otra cosa. Además, como tema me gustaba. Tardé como una hora porque tuve que utilizar la máquina de escribir de Stradlater, que se atascaba continuamente. La mía se la había prestado a un tío del mismo pasillo.” (Cap. 5)

“A mí me lo preguntan todo el tiempo porque mi apellido es irlandés, y la mayoría de los americanos de origen irlandés son católicos. La verdad es que mi padre lo fue hasta que se casó con mi madre. Pero hay gente que te lo pregunta aunque no sepa siquiera cómo te llamas. Cuando estaba en el Colegio Whooton conocí a un chico que se llamaba

Louis Gorman. Fue el primero con quien hablé allí. Estábamos sentados uno junto al otro en la puerta de la enfermería esperando para el reconocimiento médico y nos pusimos a hablar de tenis. Nos gustaba muchísimo a los dos. Me dijo que todos los veranos iba a ver los campeonatos nacionales de Forest Hills. Como yo también los veía siempre, nos pasamos un buen rato hablando de jugadores famosos. Para la edad que tenía sabía mucho de tenis.” (Cap. 15)

“—Pero, ¿el museo de cuadros o el museo donde están los indios?

—El de los indios.

—Gracias —le dije. Me levanté y estaba a punto de irme cuando recordé que era domingo.

—Es domingo —le dije a la niña.

Me miró y me dijo:

—Es verdad. Entonces no.

No podía ajustarse el patín. No llevaba guantes ni nada y tenía las manos rojas y heladas. La ayudé. ¡Jo! Hacía años que no cogía una llave de ajustar patines. No saben lo que sudé. Si hace algo así como un siglo me hubieran puesto un cacharro de esos en la mano en medio de la oscuridad, habría sabido perfectamente qué hacer con él. Cuando acabé de ajustárselo me dio las gracias. Era una niña muy mona y muy bien educada. Da gusto ayudar a una niña así. Y la mayoría son como ella. De verdad.” (Cap. 16)

“—Una cosa que te guste mucho.

—Bien —le dije. Pero no podía concentrarme.

Lo único que se me ocurría eran aquellas dos monjas

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (15 Kb)
Leer 10 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com