Trabajo Decente
glesanz29 de Marzo de 2012
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El trabajo decente como una meta para la economía global
Gerry Rodgers
Publicado en Revista Futuros No. 17, 2007 Vol V
http://www.revistafuturos.info
Resumen
Este artículo trata acerca del papel que el paradigma del trabajo decente está llamado a
desempeñar en la economía global. Se describen y analizan las principales
dimensiones del trabajo decente, y las interrelaciones entre éstas, y se subraya la
necesidad de construir un marco más equitativo para la globalización, que evite la
exclusión social de una proporción cada vez mayor de la población mundial. Gerry
Rodgers es director del Instituto Internacional de Estudios del Trabajo (IILS)
Percepciones acerca de la globalización
La globalización es fuente tanto de temores como de entusiasmo. La creciente
integración de la economía global es vista por muchos como una oportunidad. A través
de nuevos productos, nuevas tecnologías, nuevos espacios para la creación de riqueza,
y nuevas formas de compartir el conocimiento y de establecer nexos entre las
comunidades, la globalización está creando nuevas oportunidades y posibilidades.
Pero, a pesar de estos evidentes beneficios, las opiniones a cerca de la globalización
están tajantemente divididas. El rechazo al modelo actual de globalización, manifestado
en protestas callejeras y respuestas de las organizaciones de trabajadores y de otros
grupos sociales organizados, también tiene un impacto político creciente. Los beneficios
de la globalización alcanzan a poca gente. Hay demasiados perdedores, y demasiada
escasez de mecanismos a través de los cuales los ganadores compensan a los
perdedores. Grandes contingentes de personas sencillamente son excluidas de un
proceso de desarrollo cuyo acceso depende de las habilidades, conocimientos,
capitales, instituciones y conexiones, factores todos inequitativamente distribuidos. Se
teme una competencia hacia abajo. En última instancia, esta brecha entre lo posible y lo
efectivamente realizado supone una amenaza a la premisa de economías y sociedades
abiertas, sobre la cual se basa el actual modelo de globalización.
La gente juzga la globalización en base a cómo percibe su impacto sobre asuntos que
le resultan de importancia. La mayoría de las veces, esto quiere decir el trabajo y los
ingresos. El trabajo es el ámbito en el que confluyen los objetivos económicos y sociales
de las personas. El trabajo supone producción e ingresos. Pero, asimismo, supone
integración social e identidad y dignidad personal. Investigaciones recientes (Environics,
2002) sugieren que la gente tiende a tener actitudes más negativas hacia la
globalización cuando se le pregunta acerca de su propio trabajo, que cuando responde
acerca de la sociedad y la economía en general. Los medios de comunicación hacen
crecer la conciencia sobre los efectos adversos de la competencia global sobre la
industria y el empleo. Diez personas pierden su empleo y otros cientos se sienten
inseguros. Se está desarrollando una sensación de menor control, menor voz, y menor
certeza. Tratar estos temas y estas preocupaciones es fundamental para una más
amplia participación en los beneficios de la globalización.
Mucha gente está reflexionando sobre estos asuntos y buscando alternativas. Algunos
rechazan la globalización totalmente, y desean retornar a una mayor autonomía local.
Otros buscan reformar las reglas de la economía global para limitar la volatilidad y la
inseguridad, y encaminar las inversiones y los recursos sociales hacia aquellos que se
encuentran excluidos. También hay quienes creen que los actores de la economía
global deben asumir mayores responsabilidades por los resultados de sus acciones.
En las siguientes páginas se argumenta a favor de la necesidad de construir un marco
más satisfactorio para la globalización, alrededor de mayores oportunidades de trabajo
e ingreso, trabajo que pueda cubrir aspiraciones razonables, en el cual se respeten los
derechos y se garantice la seguridad y la participación. En la OIT a esto se le ha
llamado trabajo decente. Se sostiene aquí que el trabajo decente ofrece un marco que
puede capturar tanto las metas sociales como las económicas del desarrollo.
Política social en la economía global
La creciente integración económica internacional adquiere formas variadas. Una parte
de ella puede apreciarse en la expansión del comercio y en la explosión de la inversión
externa directa. Parte de ella radica en el crecimiento de mercados financieros globales,
no constreñidos por las fronteras nacionales. Una dimensión importante de aquella se
encuentra en los sistemas de producción transnacionales, donde –más allá del
comercio y la inversión– los procesos de producción involucran redes de productores y
comerciantes que crecientemente están siendo administradas a nivel global. La
movilidad de la mano de obra está sometida a muchas más restricciones que la del
capital, aunque la migración internacional sea una dimensión de la globalización que
adquiere cada vez mayor relevancia.
Este pasaje a la esfera global de las decisiones relativas a la producción y a la
organización del trabajo tiene varias implicancias. Se desarrollan nuevos mecanismos
económicos, como puede apreciarse, por ejemplo, en el aumento de la volatilidad
financiera, o en el crecimiento de la subcontratación internacional. El alcance de la
independencia de acción nacional se ve reducida, porque el logro de muchos objetivos
nacionales depende de la participación exitosa en el proceso de globalización, y este
hecho limita las opciones de políticas a ser implementadas; se requiere coordinación.
Hay un cambio en el balance de las capacidades de los diferentes actores, porque
algunos pueden trasladarse fácilmente a la dimensión global, mientras que otros están
confinados dentro de las fronteras nacionales. En particular, hay un movimiento en la
capacidad de acción de los actores públicos hacia los privados.
Simultáneamente, puede observarse una concentración de los beneficios. Los
principales beneficiarios de la economía global son los países industrializados, junto con
un número bastante pequeño de países en desarrollo – principalmente de ingresos
medios–, que se han convertido en manufactureros o en productores de productos
primarios esenciales, y en receptores de la mayor parte de los flujos de IED hacia el
Sur. Muchos países efectivamente son excluidos de los beneficios de la globalización,
porque les falta el capital, la infraestructura y las capacidades requeridas para ingresar
en mercados globales crecientemente competitivos. Y las reglas del sistema de
comercio global ofrecen pocos caminos de entrada. Otros sufren de una inserción
precaria o altamente volátil en el mercado global de capitales, lo cual conduce a crisis
recurrentes. También al interior de los países, los beneficios de la globalización con
frecuencia no son equitativamente distribuidos.
Una creciente percepción de que el resultado del sistema económico global es injusto,
hace recordar la historia de la política social en el curso del siglo veinte. Como Polanyi
claramente argumentara en la década de los cuarenta (Polanyi, 1944), un enfoque
integral de los objetivos sociales y económicos era esencial para la legitimidad, y en
última instancia, para la sobrevivencia de la economía de mercado. Los marcos de
políticas que fueron desarrollados en los países industrializados combinaron la
regulación, tanto económica como social, con la redistribución. La legislación social
introdujo los derechos humanos y laborales básicos a la actividad económica, y creó
sistemas de seguridad social diseñados para proteger los ingresos ante eventualidades
de shocks u otras contingencias, así como para garantizar alguna forma de ingreso para
al menos una parte de la población pobre. Se hacía frente a la tendencia de los
mecanismos de mercado a la concentración de la riqueza y las oportunidades, a través
de un conjunto de políticas redistributivas, que iban de la educación universal a los
mecanismos impositivos progresivos. La importancia fundamental del empleo era
ampliamente reconocida, y se reflejaba, entre otras, en las políticas macroeconómicas.
A escala global, estos mecanismos o están ausentes o son muy débiles.
Algunos tímidos primeros pasos se están dando para replicar algunos de estos
mecanismos a nivel regional, en Europa y hasta cierto punto en el MERCOSUR, aunque
el progreso es limitado. En la economía global, si bien existen algunas regulaciones
económicas y financieras, sobre todo con relación al comercio, son prácticamente
inexistentes los mecanismos redistributivos y de protección que se han percibido como
necesarios a escala nacional. Prácticamente no existe redistribución a escala global, ni
coordinación de políticas para promover el empleo. Y un diálogo social del tipo que
apuntaló las políticas sociales en muchos países está también,
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