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Artes Escenicas


Enviado por   •  23 de Enero de 2015  •  1.418 Palabras (6 Páginas)  •  155 Visitas

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SEGÚN QUINTILIANO

“... Voy a diferir el decir qué es lo que en cada lugar se requiere para la oración, a fin de hablar primero del ademán, el cual concuerda con la voz y con ella, obedece a la vez al alma. Lo mucho que éste significa para el orador se ve bien claramente en que se explica la mayor parte de las cosas, incluso sin palabras, pues no solamente con las manos, sino también los movimientos de cabeza declaran nuestra voluntad y reemplazan en los mudos el lenguaje...Por el contrario, cuando los ademanes y la mímica se apartan de la oración (si declaramos con alegría las cosas tristes y si afirmamos algo con ademán negativo), entonces no solo perderán su vigor y acento las palabras, sino también su credibilidad. Pero también la corrección se basa en ademán y movimiento.

La cabeza es lo más importante en la acción, así con en el cuerpo, y no sólo para aquella corrección de que ya he hablado, sino también para cada movimiento expresivo. Lo que se requiere, pues, en primer lugar, es que la cabeza esté siempre derecha y en postura natural. Porque estando baja, denota humildad; demasiado levantada, arrogancia; inclinada hacia un lado, desfallecimiento; y el tenerla muy rígida y firme es una señal de una cierta rudeza espiritual. En segundo lugar, debe tener unos movimientos proporcionados a la misma acción, de tal manera que se conforme con el ademán y acompañe a las manos y los movimientos laterales, porque la mirada siempre se dirige al mismo objeto que el ademán, menos cuando desaprobamos, negamos o mostramos aversión a alguna cosa, de manera que parece que con el semblante detestamos y con la manos desechamos aquello mismo.

Son muchísimos los modos expresivos de la cabeza; porque además de los movimientos que tiene para afirmar, negar y confirmar, los tiene también para mostrar vergüenza, duda, admiración e indignación, conocidos y sabidos todos.

El gesto es el que tiene más significación. Con él nos mostramos suplicantes, con él amenazamos, con él halagamos, él nos hace tristes, alegres, soberbios o humildes; de él están pendientes los hombres; a él es a quien miran; lo contemplan a uno antes de que hablemos; con él mostramos amor a los hombres; por él odiamos y entendemos muchísimas cosas, sirviendo muchas veces más que todas las palabras.

Pero en el mismo gesto, el máximo efecto corresponde a los ojos; por ellos, más que por nada, se expresa el alma; de suerte que, aun sin moverse, no sólo se revisten de claridad con la alegría, sino que con la tristeza se cubren como de una nube. Con el movimiento indican entusiasmo, o indiferencia, soberbia, dulzura o aspereza..

Nunca deberá fijarse la vista con rigidez en algún objeto, ofenderse o manifestar debilidad o pesadez o asombro, o extremada alegría y viveza, ni deberá mostrar el más grande deleite, ni mirar de soslayo, o, por decirlo así, enamorado o en ademán de hacer alguna súplica.

También los párpados y las mejilla contribuyen mucho a la explicación de los ojos. Muchos hacen también las cejas, pues de alguna manera dan realce a los ojos y son las que gobiernan la frente; con ellas se arruga, se levanta o se baja; y otra cosa sirve para muchos efectos: la sangre, que sigue los movimientos del alma; cuando encuentra la piel dócil por la vergüenza, hace cubrir el rostro de color encendido, y cuando se retira por el miedo, queda todo el ser como exangüe, frío y pálido; la templanza se logra por un nivel medio entre ambos estados. Es vicioso tener inmóviles las cejas o moverlas demasiado, o si se oponen desiguales, o si con su ademán se oponen a lo que decimos. Porque teniéndolas encogidas se muestra furia; bajas, tristeza; extendidas, alegría. También se bajan o levantan para afirmar o negar.

Apenas hay un ademán decente que se exprese con las narices y labios, aunque ello suele significar burla, desprecio y fastidio. Así, es una cosa fea arrugar la nariz, llenarla de aire, moverla y tocarla con el dedo, y estornudar y sonarse a cada paso y con la palma de las mano, levantársela hacia arriba, siendo así que aun el limpiarse con frecuencia la nariz se tiene por una cosa reprobable. Tampoco parecen bien los labios alargados hacia fuera, demasiado abiertos o cerrados, o separados hacia una parte y descubriendo los dientes,

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