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EL CINE: UN ACTO DE HECHICERÍA Y FANTASMAGORÍAS


Enviado por   •  14 de Diciembre de 2011  •  1.105 Palabras (5 Páginas)  •  633 Visitas

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Pareciera que el hombre estuviese naturalmente impulsado a la magia y el encantamiento. El arte es privilegiadamente el lenguaje a través del cual ejecutamos dicho impulso; es la dimensión onírica a través de la cual somos capaces de manifestar aquello que no necesariamente tiene existencia inmediata en el mundo aparente o de impregnar de pensamiento creativo aquello que sí la tiene. Pero las expresiones del arte no carecen de fronteras, como señalaba el poeta y crítico alemán Gotthold Ephraim Lessing. Por ejemplo, la pintura, la escultura y la fotografía están limitadas en el tiempo y el espacio porque las imágenes que capturan son instantáneas de un espacio determinado. Así, expresar acción y movimiento en una pintura, una escultura o una fotografía es una tarea que requiere de toda la maestría del artista. El verdadero artista plástico es un ilusionista. Tiene la habilidad de sortear estos limitantes y expresar en una imagen instantánea el ahora, el antes y el después.

El artista-hechicero no se permite fronteras. Por ello, desde antaño, soñamos con destruir todo limitante y dar movimiento a la imagen artística. En este sentido, las artes vivas, como la danza y el teatro, han sido un lenguaje ideal. En ellas, el universo onírico del artista se moviliza a través del cuerpo humano, que constituye material artístico, tanto como el óleo en la pintura, la arcilla en la escultura o la palabra en la poesía. Pero la danza y el teatro también tienen una frontera: son artes de la presencia. Para que haya obra es indispensable la aparición física de todos los elementos artísticos en un espacio destinado a ello.

¿Cómo llegar a la expresión estética del movimiento sin estar limitado por las fronteras de las artes plásticas? ¿Cómo expresar movimiento sin que los agentes de la acción estén necesariamente presentes en un escenario? Quizá uno de los primeros pasos del artista-hechicero en esta búsqueda fue la invención de la cámara oscura, un habitáculo cerrado, dotado de un orificio a través del cual entra la luz proyectando los objetos del exterior en las paredes interiores de la cámara. Este invento, considerado el primer antecedente de la fotografía y del cine, se atribuyó durante mucho tiempo a Leonardo Da Vinci, pero es sabido que ya había sido utilizado y descrito por los árabes varios siglos antes del renacimiento. No obstante, sí fue el ingenioso Leonardo quien habría de despertar al artefacto del largo sueño en el que había permanecido desde las postrimerías de la Edad Media, para utilizarlo como instrumento auxiliar del dibujo y la pintura. Naturalmente, la cámara oscura, como la mayoría de sus herederos, fue asociada por sus contemporáneos con prácticas mágicas. La leyenda dice que el mago Merlín la utilizó para establecer estrategias de guerra cuando el rey Arturo se enfrentaba a los sajones. Se menciona además que para abrir el orificio del artefacto encantado, el hechicero se servía del cuerno de un unicornio. De ahí que durante siglos, el artefacto recibiera también el nombre de “caja mágica”.

Desde la aparición de la cámara oscura, diversidad de artefactos siempre asociados con la magia, fueron ideados para la proyección y animación de objetos. Utilizando como fundamento los principios de proyección de la cámara oscura, Atanaius Kircher creó en el siglo XVII un artefacto al que se conoció como linterna mágica. En este caso,

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