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El hacinamiento, la sobrepoblación y sus nefastas consecuencias sobre las condiciones de los privados de libertad son constantes en los reportajes

Angela DanielaEnsayo18 de Abril de 2016

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A C T U A L I D A D J U R Í D I C A

El hacinamiento, la sobrepoblación y sus nefastas consecuencias sobre las condiciones de los privados de libertad son constantes en los reportajes periodísticos sobre las prisiones. El objetivo de esta investigación fue de ir más allá de esta constatación que a veces se antoja redundante y ofrecer una explicación sobre el conjunto de la problemática. De esta manera se propone una reflexión que intenta explicar la condición de crisis y las políticas y los discursos que originan esas condiciones en las prisiones. En las visitas que realizamos a las prisiones constatamos las condiciones de hacinamiento, insalubridad, sobrepoblación y la falta de recursos y de servicios.

Evidentemente, los programas educativos son más escasos de lo que los funcionarios afirman. Cada prisión es una muestra clara de la situación crítica que viven las cárceles. Es evidente que el número creciente de presos empeora las condiciones físicas y además como lo han mostrado varios estudios al respecto, el estrés del personal de vigilancia e internos crece; así como las fricciones entre éstos. Pudimos constatar en la visita a El Salvador el nivel de estrés producto de las fricciones entre los internos y las requisas de las autoridades.

¿Cuál es el impacto que tiene sobre los programas educativos en las cárceles? 

Las sociedades latinoamericanas deben preguntarse para qué quieren tener presa a la gente. Como mencionamos, el discurso oficial que oímos de funcionarios, leyes y documentos oficiales indican que las cárceles son centros de readaptación. Es decir constituyen un periodo preparatorio de la reinserción social. Sin embargo las condiciones en las que se encuentran las prisiones no concuerdan con estos objetivos. Los programas concretos atienden en los mejores casos a una minoría de la población. En las visitas se constataron falta de recursos. La inmensa mayoría de los presos hablaron de las carencias de salud, de espacios y de problemas con el personal de vigilancia. Algunos expusieron casos de corrupción y pagos indebidos.

Observamos que las cárceles son focos de violencia. Sin embargo muchas autoridades prefieren comprar tecnología o tomar medidas para contener la violencia. Sin embargo pocas veces se concibe a la educación dentro de las estrategias oficiales para llevar la paz a las prisiones. Numerosos testimonios en Latinoamérica hicieron mención a una mejoría de las condiciones con programas educativos y culturales. En este sentido, la educación en las cárceles es esencial para humanizarlas y combatir la violencia. 

La educación es un medio efectivo para crecer, mejorar, consolidar conocimientos y contar con mejores oportunidades en la vida. Ésta no debe faltar en las cárceles, y debe tener un plan educativo acorde a la situación de estar en prisión; sin embargo, cuando no se cuentan con los instrumentos pedagógicos y dinámicos esta finalidad no puede ser llevada a cabo de manera efectiva y, por lo tanto, los resultados obtenidos no demuestran el cambio pretendido. Si bien es cierto que en las cárceles se han desarrollado talleres y programas que les permitan a las internas tener un desenvolvimiento económico una vez hayan finalizado su pena, no menos cierto es que estos talleres resultan deficientes por la falta de recursos asignados a las reclusiones para el desarrollo de los planes, programas y proyectos que impulsan el sistema progresivo.

 Colombia ha establecido en su constitución política principios, valores y derechos que constituyen el pilar y el fundamento de todo el ordenamiento jurídico, como lo son: la justicia, la convivencia, la dignidad humana y la paz; para poder hacer efectivo estos derechos se han creado medidas y acciones de control como, por ejemplo, la pena que constituye un mecanismo en poder del Estado que permite el normal funcionamiento de la sociedad. El principal fin de la pena consagrado en los Artículos 9 y 10 de la Ley 65 de 1993 es el de la resocialización, que podemos definirlo como: “La capacidad de un individuo para anticiparse a la aparición de un problema socialmente relevante, basado en el diálogo y una práctica social, profesional, científica y comunitaria orientada a generar cambios culturales que produzcan nuevas actitudes y estilos de vida, y que a su vez le permitan al individuo un reintegro a la sociedad.” Al interior de las cárceles deben existir tratamientos penitenciarios enfocados a desarrollar actividades educativas, instructivas, laborales, recreativas, deportivas, de actividad cultural y de relaciones de familia que tienen como “objetivo preparar al condenado, mediante su resocialización para la vida en libertad”.

Resocialización y empleo

En La Badea, la cárcel de mujeres de Pereira, 380 mujeres recluidas participan de algún proyecto de estudio o trabajo. La mujer que inauguró los programas de resocialización en ese penal quedó en libertad hace poco tras pagar 10 años de cárcel por homicidio. Después de estudiar en la cárcel Técnica de Confección (con apoyo del Sena) y Regencia de Farmacia, fue contratada casi de inmediato por una empresa de confección de prendas de vestir. Ello permitió que ahora esta mujer pueda responder económicamente por sus tres hijos.

Es así como en estos momentos, y gracias al programa de resocialización desarrollado en La Badea, siete empresas privadas contratan a las internas de ese establecimiento para la confección de ropa y ellas, por su parte, pidieron ampliar las jornadas de trabajo hasta las 11:00 p.m. para cumplir a tiempo con los pedidos.

En 1986, el Servicio Penitenciario Federal y la Universidad de Buenos Aires firmaron un convenio a través del cual se creó el Programa UBA XXII, que tiene como objetivo brindar educación universitaria en las cárceles. Su núcleo funciona en el Centro Universitario Devoto (CUD), un anexo de la UBA en la ex Unidad 2 de Villa Devoto. Pero también tiene presencia en las cárceles federales de Ezeiza y Marcos Paz.

En el marco del programa los presos pueden estudiar las carreras de Contador Público, Derecho, Letras, Psicología, Sociología. También hay talleres y actividades educativas complementarias.

"Otras universidades públicas brindan educación en cárceles pero con muchos más límites por parte de los servicios penitenciarios y en la mayoría la modalidad es semi presencial o directamente libre", explica Leandro Halperín, ex director del Programa UBA XXII.

La educación y la baja de la reincidencia

Un estudio realizado por la Facultad de Derecho de la UBA y la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) reveló que de los 132 egresados que tenía el Programa en 2013, un 84 % "no volvió a ser encontrado culpable de cometer nuevos hechos ilícitos". Es decir que, según destaca el informe, "8 de cada 10 graduados del Programa no han vuelto a ser condenados". El estudio es parte de una serie de relevamientos que ambas instituciones están llevando a cabo para medir el impacto de la educación en contextos de encierro.

 "De los 132 egresados del Programa en 2013, un 84 % no volvieron a ser encontrados culpables de cometer nuevos hechos ilícitos"

Un aspecto que se destaca en este informe son los obstáculos temporales que suelen dificultar que los presos accedan al estudio. "En la mayoría de los casos, quien intente completar sus estudios deberá enfrentarse a la decisión entre trabajar o estudiar" dice el informe y explica que muchos horarios se superponen y están atados a la agenda penitenciaria.

El alto funcionario dijo que la resocialización es un hecho por eso la rehabitaliación tiene industrias, prevención, trabajo social, salud y educación para incorporarlo como una estrategia y recuperar al interno .

http://www.uninorte.edu.co/documents/4368250/4488388/C%C3%A1rcel+del+Buen+Pastor,%20proyecto+de+resocializaci%C3%B3n+o+aparato+reproductor+del+delito 

En este contexto vale la pena echar un vistazo a dos sistemas carcelarios que se debaten entre la estricta disciplina o el uso de pedagógicos métodos para resocializar a los individuos.
 
En el primer grupo se encuentran sistemas como el estadounidense, en el que la disciplina en los penales es estricta y la vigilancia de los reos constante por medio de guardias y sistemas de monitoreo.
 
En la orilla contraria
se ubican sistemas como el noruego, en donde los guardias andan desarmados, los reclusos cultivan su propia comida, venden muebles fabricados por ellos mismos y hasta van a la universidad. 
 
Semana.com le presenta el panorama de dos modelos carcelarios diferentes.
 
Resocializar
 
En esta prisión no existen el alambre de púas ni las garitas de vigilancia. Puede jugar tenis, tocar algún instrumento en el salón de música, pasear por la playa, trotar por los caminos de la isla o visitar los corrales y establos donde vacas, ovejas y gallinas son las únicas rodeadas de cercas y corrales de alambre. 
 
A primera vista podría pensarse que se trata de un centro vacacional, sin embargo los 115 hombres que habitan permanentemente la Isla de Bastoy, a 70 kilómetros al sur de Oslo en Noruega, son en realidad los criminales más peligrosos de la avanzada sociedad nórdica. 
 
De hecho, los guardias andan desarmados y los días de visita los reclusos conducen un ferry que recoge a los familiares que vienen a acompañarlos. Es decir, conducen el vehículo en el que perfectamente podrían fugarse. 
 
El sistema penitenciario noruego
se basa en el principio fundamental del respeto por la dignidad humana. En esa medida procura darles a los internos las condiciones mínimas que les permitan purgar su ofensa a la sociedad, por grave que sea esta, y reincorporarse después de su reclusión como un miembro útil a la misma.
 
Según un guardia de Bastoy “todo prisionero será liberado algún día y se convertirá en el vecino de alguien” así que el programa de resocialización debe darle las herramientas que le permitan desmarcarse de su pasado criminal y reincorporarse plenamente a la comunidad.
 
Los convictos de Bastoy han pasado por un largo proceso psicosocial, primero pasan por otras cárceles, mucho menos cómodas que esta, y luego de una serie de evaluaciones y filtros son recibidos en la isla, que además funciona con energía solar y es prácticamente autosustentable, en donde reciben educación e incentivos para desarrollar un oficio una vez cumplan su pena.
 
Castigar
 
En 1962 tres reclusos dejaron unas cabezas falsas en sus camas y arreglaron las cobijas para que pareciera que seguían durmiendo cuando los guardias pasaran a contarlos. Entre tanto escaparon por un túnel que habían cavado con cucharas, se lanzaron al océano y, al parecer, nadaron hasta la costa y desaparecieron para siempre. Habían escapado de Alcatraz la famosa isla prisión en la Bahía de San Francisco, Estados Unidos.
 
Las condiciones de los internos en la Roca, como era conocida, llevaron a que muchos intentaran escapar lanzándose a las frías aguas del pacífico, que terminaban destrozándolos contra las rocas que rodeaban la isla. Alcatraz cerró en 1963, pero el sistema carcelario estadounidense no ha cambiado mucho desde entonces.
 
Y es que Estados Unidos es el país con la tasa carcelaria más alta del mundo con 752 presos por cada 100.000 habitantes. La situación es tan crítica que la Suprema Corte le ordenó al estado de California reducir la superpoblación carcelaria que vive en el hacinamiento, las malas condiciones sanitarias y altísimos índices de violencia, que van desde la agresiones físicas hasta los abusos sexuales.
http://www.semana.com/nacion/articulo/carceles-castigar-reeducar/262611-3 
De acuerdo con cifras de la Oficina del Departamento de Justicia de Estados Unidos, la mitad de las personas que salen de prisión regresan en un lapso de tres años, ya sea por un nuevo delito o por violar los términos de su liberación. Y cerca de dos tercios de todos los liberados tendrán problemas con la ley nuevamente en algún momento de su vida.
 
Una bomba de tiempo
 
De domingo a domingo los reclusos se levantan a las cinco de la mañana, hacen fila en las dos únicas duchas que hay en su patio y luego espera unas tres horas para el desayuno, hacia las 12 del día reciben el almuerzo y a las tres de la tarde la comida. El resto del tiempo el ocio es el rey, el padre de muchos de los males que soportan los internos del patio 1A de la cárcel la Modelo. 
 
El infierno que día a día viven los habitantes de las cárceles en Colombia no sólo atenta contra los derechos más básicos de los encarcelados sino que plantea un problema aun más preocupante: la reincidencia. Según el general Gustavo Adolfo Ricaurte cuatro de cada diez hombres reinciden, principalmente porque no consiguen empleo. 
 
Ante las recientes protestas en la Modelo y el Buen Pastor la ministra de Justicia, Ruth Stella Correa, anunció varias medidas para aliviar las difíciles condiciones de las visitas, entre las que se encuentran la implementación de un call center para agendar visitas a los internos y la aplicación de un ‘pico y placa’ con el fin de descongestionar los patios durante los fines de semana.
 
Sin embargo, los brotes de inconformidad de las últimas semanas, reclaman soluciones estructurales que sirvan para desactivar esta bomba de tiempo y evitar un desenlace similar al de los motines vividos en los últimos meses en las cárceles de Venezuela, Brasil y algunos países centro americanos.

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