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La Historia Del Cine mágico


Enviado por   •  5 de Julio de 2014  •  2.176 Palabras (9 Páginas)  •  284 Visitas

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Era 2008 y Chile recién había ingresado a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un selecto grupo integrado por los países más desarrollados del mundo. La comparación de los indicadores nacionales con los de los nuevos compañeros en muchas áreas era desoladora. El bajo grado de escolaridad promedio se convirtió en una de las principales preocupaciones del Estado: Chile estaba atrasado y necesitaba de muchos magísteres, doctorados y posdoctorados que lideraran el progreso en todas las áreas. Así fue como nació Becas Chile, programa administrado por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), que vino a reemplazar las becas Presidente de la República y, entre otras cosas, amplió, con muy buenos resultados, la oferta para los profesionales que querían perfeccionarse en las mejores universidades en el extranjero.

En el período entre 2008 y 2012 se asignaron más de cinco mil becas de magíster y doctorado afuera, tres mil más de las que se habían entregado en los cinco años previos. A diferencia de los primeros, que generalmente duran entre dos o tres semestres, un programa de doctorado se extiende al menos cuatro años, por lo que los que se fueron a cursar estos programas han comenzado a reaparecer en la escena chilena recientemente, lo que está poniendo en evidencia un problema que ya se sospechaba: que en Chile hoy no todos tienen espacio para desarrollar su potencial.

Eso no significa que estén sobrando los doctorados; todavía estamos muy lejos de los indicadores OCDE, pero sí hoy hay más que se están preparando. El debate está tomando fuerza justamente porque están volviendo.

Según Cristian Undurraga, miembro de la Asociación Nacional de Investigadores en Postgrado, “Becas Chile tiene un buen fin, que es aumentar el número de investigadores especializados en el extranjero”. El problema es que “esta no fue una política pública pensada a mediano o largo plazo, que contemplara el retorno de estos becarios”. Pero tienen que volver, sí o sí.

A cambio de financiar programas de magíster, doctorado, posdoctorado y otro tipo de especializaciones e impedir lo que se conoce como “fuga de cerebros”, Becas Chile exige que los becarios regresen a más tardar un año después de concluidos sus estudios y se queden en Chile el doble del tiempo que pasaron fuera. Natural, si se considera que un magíster en una universidad bien rankeada en Estados Unidos puede costar 60 mil dólares sin contar gastos de vida que la beca también considera. En el caso del doctorado, este valor excede fácilmente los 100 mil dólares.

El problema es que para estos últimos profesionales que llegan con su flamante título, volver se convierte en un problema. Es lo que le pasa a Felipe (no es su verdadero nombre), quien tiene un PhD en ciencias y luego, con el apoyo de la beca, se fue a hacer un posdoctorado. Hoy quiere reinsertarse en la academia, es decir, hacer investigación y docencia en una universidad, pero hasta ahora, su horizonte se ve negro. A pesar de que cada vez que viene a Chile da seminarios y charlas para mostrar lo que hace en Estados Unidos, no tiene ninguna oferta. Afuera, en cambio, tiene posibilidades de quedarse investigando, pero no sólo quiere, sino que tiene que volver en 2015, porque ya está por cumplir el año de gracia. “Me frustra, porque uno hace investigación científica y siente que puede contribuir al crecimiento del país, pero te encuentras con una muralla, con que no hay una política de largo plazo que te permita contribuir. Me siento entre la espada y la pared, porque no puedo volver a nada. Ese es el punto: para qué he estado estudiando tantos años. Esto se ha convertido en un tema. Conozco a varias personas que están en mi situación. Cada vez que uno puede, pregunta cómo está la cosa en Chile y si alguien ha encontrado algo”.

MUEVAN LAS INDUSTRIAS

Para Undurraga, la reinserción de los doctorados es parte de un problema más general: que “la mayor parte de la investigación en Chile, desde ciencias sociales a ciencias básicas, se hace en las universidades”. Distinto a lo que ocurre en países europeos o en Estados Unidos, donde hay centros de investigación estatales y la industria tecnológica, farmacéutica y de biotecnología se pelea por contar con doctores que investiguen.

También lo explica Carmen Luz Latorre, directora del Programa de Atracción e Inserción de Capital Humano Avanzado (PAI) de Conicyt, que desde 2009 se preocupa, precisamente, de intentar recolocar a los profesionales que vienen de vuelta. “La inserción en la industria es un gran vacío que tiene este país. En la mayor parte de los países desarrollados la gente sale del doctorado y la mitad se va para la academia y la otra mitad a las empresas, donde tienen financiamiento, laboratorios y todo lo que necesitan”.

A través del PAI, Conicyt logra reinsertar anualmente a unos 40 o 50 profesionales en la academia y hasta 25 en la industria. Pero es poco, comparado con los cientos que están saliendo a estudiar cada año. A juicio de Latorre, falta más conocimiento y entendimiento mutuo: “En general, los empresarios piensan: ‘¿Para qué voy a traer a un doctor, que se va a poner a hacer pura investigación de lo más compleja, si yo necesito soluciones hoy?’ El investigador, a su vez, dice: ‘Si me meto a una empresa no voy a poder publicar y voy a tener que estar solucionando problemas cotidianos’. O sea, cada uno tiene prejuicios hacia el otro”.

Para Mario Rosemblatt, director ejecutivo de la Fundación Ciencia & Vida, una de las pocas entidades privadas que realiza investigación en biotecnología en Chile, el problema va por otro lado. “Evidentemente”, dice, “la industria nacional emplea poco profesional de alto nivel, con doctorado o posdoctorado”. Pero a su juicio, esto no ocurre por desidia, sino porque no existen empresas que necesiten de estos profesionales. “La industria chilena es exportadora de frutas, de vinos, de materias primas. No tenemos una industria farmacéutica, por ejemplo, como la que existe en Estados Unidos o Europa, que absorbe una cantidad importante de profesionales. No existe un Google que pueda contratar gente. ¿Por qué la industria salmonera va a estar financiando un centro de investigación de este nivel? Es cierto que hay grupos que estamos desarrollando vacunas para los salmones, por ejemplo, pero para la industria salmonera eso no es relevante. No van a financiar ellos un instituto”. Por eso, insiste en que el Estado debe hacer más esfuerzos para crear centros de investigación.

Pero como en Ciencia & Vida

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