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Arquitecto


Enviado por   •  20 de Febrero de 2012  •  1.390 Palabras (6 Páginas)  •  574 Visitas

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Dizu y el maiz

Cuando la vida apenas comenzaba en la tierra de los Mayas, el pájaro Dziú tenía plumas de varios colores, y sus ojos castaños hacían juego con su plumaje. En la primavera, construía su nido, empollaba sus hijuelos y los criaba, como es costumbre entre todas las aves.

Así fue, hasta que -un día-, Yuum Chaac, el dios de las aguas, quien también lo es de la agricultura, observó que el fructífero suelo iba perdiendo su fertilidad.

Yuum Chaac, después de meditar, convocó a todos los pájaros, y les explicó que, como último recurso, sólo les quedaba quemar las milpas, con el objetivo de que las cenizas fertilizaran la tierra. La primera chispa la proporcionaría Kak, el dios del fuego; pero antes, debían recoger las diferentes clases de semillas para la siembra del año venidero.

A la mañana siguiente, Dziú -siempre el primero ante el deber- llegó muy temprano al lugar designado. Trabajó muy diligentemente, reunió más semillas que ningún otro pájaro, y luego, con el permiso de Yuum Chaac, se retiró a descansar bajo la sombra de un arbusto. Tan pronto los otros pájaros notaron su ausencia, comenzaron a perder el entusiasmo.

Entonces, Yuum Chaac, al darse cuenta de que el fuego iba avanzando rápidamente hacia el sembradío de maíz, y que los trabajadores no habían conseguido llegar a él, pidió auxilio.

Dziú alcanzó a escuchar el último de sus tres llamados, y salió de manera precipitada del lugar donde reposa. Tenía ante sí un cuadro aterrador. Su elección estaba clara. Voló a la copa de un árbol, desde arriba estudió la situación, y -cerrando los ojos-, se arrojó sobre el fuego que lo consumía todo.

Una vez reunidas las semillas suficientes para reponer las milpas destruidas, cayó al suelo exhausto, con los ojos inflamados, las plumas completamente quemadas y el cuerpo cubierto de ampollas. Inmediatamente, los pájaros corrieron hacia él para prodigarle sus cuidados.

Se había salvado la semilla del maíz, tras una hazaña tal, que -como gesto de gratitud- los pájaros de la tierra del Mayab, se ofrecieron para empollar y criar a todos los descendientes de Dziú, el cuco.

Y con el propósito de que los pájaros no olvidasen su promesa, Yuum Chaac decretó que los ojos de Dziú se mantuvieran siempre enrojecidos, y que los extremos de sus alas tuvieran -en lo adelante- el color de las cenizas.

Nota: Dziú es el nombre, en lengua Maya, de la especie que se conoce en español como Tordo ojirrojo o Tordillo de ojos colorados.

Flor de Loto

En lo más profundo de la selva del Mayab, había un reino maravilloso, que tenía un príncipe llamado Chacdziedzib, lo cual quiere decir “pájaro cardenal”. Él estaba enamorado con locura de la hija del guardián del Cenote Sagrado: Nicté-Há, o lo que es lo mismo: “Flor de Loto”.

Un día el gran Cenote Sagrado, convencido de que Chacdziedzib debía casarse con una hija de los reyes, se opuso a sus amores con Nicté-Há, y convocó a los grandes señores, quienes decidieron que la hija del guardián del Cenote Sagrado debía morir.

El bufón de la corte había oído todo y, lleno de temor, se lo contó al príncipe, el cual ordenó a su mejor guerrero ir en busca de la princesa y traerla al Palacio Real, donde la tomaría por esposa.

El noble guerrero salió a cumplir su misión; pero en la negra oscuridad de la noche, unas manos asesinas le quitaron la vida y arrojaron su cuerpo a la espesura.

El bufón volvió a verlo todo. Al enterarse de lo sucedido, el príncipe del manto rojo tomó su arco, y se dirigió al Cenote Sagrado en busca de su amada. Esa noche de luna, veló su sueño bajo las ceibas.

Tan pronto amaneció, Nicté-Há fue a mirarse en las aguas quietas del Cenote Sagrado. Allí el príncipe se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos, demostrándole que la amaba con todas sus fuerzas.

Aquella escena fue interrumpida por una flecha que salió de las sombras y atravesó el pecho de la doncella. Su cuerpo frágil y sin vida cayó, hundiéndose en las aguas del Cenote Sagrado, morada de los dioses.

Lo embargaba un profundo dolor. Bañado en lágrimas, rogó a los dioses piedad y compasión. Fue tal su tristeza,

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