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alejadiana3 de Noviembre de 2014
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Introducción
Las plantas han evolucionado por más de 400 millones de años y para contrarrestar el ataque de los insectos han desarrollado mecanismos de protección, como la repelencia y la acción insecticida. El método de control de plagas más antiguo son los sacrificios humanos, pero dada su baja efectividad, o tal vez la falta de voluntarios, se comenzaron a utilizar polvos y extractos vegetales, de lo cual hay antecedentes incluso en la biblia. El uso masivo de estos insecticidas ha tenido un camino muy difícil pues en una primera época las recopilaciones que hacían los investigadores, entre los agricultores e indígenas, tenían mucho de superstición y cuando se les sometió a pruebas con rigor científico no mostraron efecto alguno. Después de la segunda guerra mundial las pocas plantas que mostraron resultados auspiciosos, y alcanzaron a usarse masivamente, fueron reemplazadas por los insecticidas sintéticos . Con la aparición en la década de los cuarenta de estos insecticidas sintéticos se pensó que los insecticidas vegetales desaparecerían para siempre pero problemas como la contaminación del ambiente, los residuos en los alimentos y la resistencia por parte de los insectos han hecho que hoy en día vuelvan a ser tomados en cuenta. Sin lugar a dudas los fitoinsecticidas constituyen una muy interesante alternativa de control de insectos además de que sólo se han evaluado muy pocas plantas de las 250.000 que existen en el planeta por lo que las perspectivas futuras son aun insospechadas. De hecho existen plantas como el neem (Azadirachta indica J. ; Meliaceae), que han mostrado tener excelentes resultados encontrándose ya en el mercado formulaciones comerciales.Pero no se debe caer en triunfalismos y pensar que van a reemplazar a los insecticidas sintéticos sino que estos constituyen una alternativa dentro de un programa de Manejo Integrado de Plagas que debe ser complementada con todas las otras medidas de control que existen.
Breve reseña histórica
El uso de extractos y plantas pulverizadas como insecticida datan de la época del imperio romano. Por ejemplo, existen antecedentes de que en el año 400 a.c., en tiempos del rey Jerjes de Persia (hoy Irán), para el control de piojos se espolvoreaba la cabeza de los niños con un polvo obtenido de flores secas de una planta conocida como piretro (Tanacetum cinerariaefolium;Compositae). El primer insecticida natural, propiamente tal, apareció aproximadamente en el sigo XVII cuando se demostró que la nicotina, obtenida de hojas de tabaco, mataba a unos escarabajos que atacaban al ciruelo. Hacia 1850 se introdujo un nuevo insecticida vegetal conocido como rotenona que se obtuvo de las raices de una planta llamada vulgarmente timbó. Hasta ese momento esta planta sólo se utilizaba para pescar, pues los indígenas se habían dado cuenta que si lanzaban trozos de esta raíz al agua a los pocos minutos comenzaban a flotar peces que eran muy fáciles de atrapar. Con posterioridad se usaron plantas con propiedades irritantes como la sabadilla, que se utilizaba para descongestionar las fosas nasales, y el incienzo que no mataban directamente a los insectos sino que se decía que los "espantaban". Otras plantas, pero de más reciente data, son quasia (Quaisa amara;Simaroubaceae) y el ya mencionado neem o Margosa (A. indica) las cuales aparte de mostrar excelentes resultados como controladoras de insectos también han resultado ser fuente de compuestos para combatir enfermedades como el cáncer.
En países como México y varios otros de América Central aún es común encontrar prácticas de control de plagas con recomendaciones de plantas que datan del tiempo de los aztecas y mayas. Un ejemplo de esto es la práctica de mezclar el maíz y frejol con ají (Capsicum frutescens; Solanaceae), ruda (Ruta graveolens;Rutaceae) o ajo (Allium cepa;Alliaceae).
Actualmente ya se encuentran en el mercado una serie de insecticidas de origen vegetal como los formulados en base a neem, semillas de toronja y ajo, entre otros, además de copias sintéticas como los neonicotinoides donde destaca el Imidacloprid. Por último cabe destacar que este es un campo de la investigación con avances prácticamente a diario y por ejemplo hoy en día se encuentra en desarrollo un nuevo tipo de insecticidas que se obtuvieron de una planta conocida como Calceolaria andina (Scrophulariaceae), originaria de la cordillera de Chile.
Naturaleza de los compuestos
Las plantas son laboratorios naturales en donde se biosintetizan una gran cantidad de substancias químicas y de hecho se les considera como la fuente de compuestos químicos más importante que existe. El metabolismo primario de las plantas sintetiza compuestos esenciales y de presencia universal en todas las especies vegetales. Por el contrario, los productos finales del metabolismo secundario no son ni esenciales ni de presencia universal en las plantas. Entre estos metabolitos son comunes aquellos con funciones defensivas contra insectos, tales como alcaloides, aminoácidos no proteicos, esteroides, fenoles, flavonoides, glicósidos, glucosinolatos, quinonas, taninos y terpenoides. Hay quienes sostienen que estos compuestos no tienen un papel definido, e incluso se les llega a catalogar como “basura metabólica”. Sin embargo otros autores indican que constituyen señales químicas importantes del ecosistema. Existe gran variación en cuanto a la concentración de compuestos secundarios que los individuos de una población expresan. Además, no hay un patrón de máxima producción, ni órganos especiales de almacenaje de metabolitos secundarios, sin embargo lo común es que las mayores concentraciones de este tipo de compuestos se encuentren en flores y semillas.
¿Cómo actúan?
Por definición, un insecticida es aquella sustancia que ejerce su acción biocida debido a la naturaleza de su estructura química. Por ejemplo, si matamos un insecto para nuestra colección entomológica usando frascos con cianuro de potasio podemos decir que esta sustancia tiene efecto insecticida. Sin embargo no podemos decir lo mismo del agua cuando las gotas de lluvia matan pulgones, ya que su mortalidad no se atribuye a las características de la estructura química del agua.
La mayoría de las especies de plantas que se utilizan en la protección vegetal, exhiben un efecto insectistático más que insecticida. Es decir, inhiben el desarrollo normal de los insectos. Esto lo pueden hacer de varias maneras que a continuación se describen brevemente:
Reguladores de crecimiento
Este efecto se puede manifestar de varias maneras. La primera son aquellas moléculas que inhiben la metamorfosis, es decir evitan que esta se produzca en el momento y tiempo preciso. Otros compuestos hacen que el insecto tenga una metamorfosis precoz, desarrollándose en una época que no le es favorable. Por último, también se ha visto que determinadas moléculas pueden alterar la función de las hormonas que regulan estos mecanismos de modo que se producen insectos con malformaciones, estériles o muertos. De hecho una de las anécdotas más comunes de la entomología señala que mientras se realizaba un experimento en forma paralela en Estados Unidos y Hungría, en este último país los insectos pasaban por un estado inmaduro extra antes de convertirse en adulto. Se revisaron los métodos sin encontrar diferencia alguna hasta que se analizaron las toallas de papel que se usaban para darles agua y se descubrió que en ambos países se hacían de diferentes árboles siendo las europeas de Abies balsamea, una conífera muy común en ese país, la cual tenía una hormona vegetal que les inducía una muda supernumeraria. Un ejemplo más práctico lo constituye la albahaca (Ocimum basilicum)de donde se extrajo el compuesto juvocineme II del cual posteriormente se derivaron las copias sintéticas piriproxifen y fenoxicarb.
Inhibidores de la alimentación
La inhibición de la alimentación es quizás el modo de acción más estudiado de los compuestos vegetales como insecticidas. En rigor un inhibidor de la alimentación es aquel compuesto, que luego de una pequeña prueba, el insecto se deja de alimentar y muere por inanición. Muchos de los compuestos que muestran esta actividad pertenecen al grupo de los terpenos y se han aislado principalmente de plantas medicinales originarias de Africa y la India.
Repelentes
El uso de plantas como repelentes es muy antiguo pero no se le ha brindado toda la atención necesaria para su desarrollo. Esta práctica se realiza básicamente con compuestos que tienen mal olor o efectos irritantes como son entre otros el ají y el ajo. Un claro ejemplo lo podemos observar en las prácticas realizadas por los indígenas de Guatemala y Costa Rica que suelen "pintar" o espolvorear con ají los recipientes en los que almacenan maíz y frejol para que no se "agorgoje" y además espantar a los roedores. Por último no resulta raro escuchar recetas caseras que hablan del uso de hinojo (Foniculum vulgare), ruda (Ruta graveolens) y eucalipto (Eucaliptus globolus) entre otras plantas aromáticas para repeler a las polillas de la ropa.
Confusores
Los compuestos químicos de una determinada planta constituyen una señal inequívoca para el insecto para poder encontrar su fuente de alimento. De hecho se dan casos como el de la mariposa monarca, que se alimenta de una planta altamente venenosa, para otros organismos, la cual identifica por la presencia de esta sustancia tóxica. Una forma de usar esta propiedad en el Manejo Integrado de Plagas ha sido poniendo trampas ya sea con aspersiones de infusiones de plantas que le son más atractivas al insecto o de la misma planta pero en otras zonas de modo que el insecto tenga muchas fuentes
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