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Bodega Marcos


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2023  •  Tareas  •  1.730 Palabras (7 Páginas)  •  67 Visitas

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La ‘’Bodega Marcos’’

¡Cuidado se vayan a golpear!– sin poder vernos, gritó mi mamá desde la bodega. Sabe que estoy jugando a las escondidas con mi hermana. Imagino que logra escucharla contando hasta el uno desde el cuarto de mis padres, que también es el nuestro. Al ser pequeños aún, entramos los cuatro en un solo cuarto. Nuestro cuarto es la primera puerta que encuentras al recorrer el pasillo. Mi ruta siempre es la misma: salir corriendo de la habitación por el pasillo central de la casa buscando el mejor escondite posible. Ese pasillo para mí es casi infinito. Mientras corro recuerdo que tenemos prohibido entrar al cuarto de mis tías —además la puerta siempre está cerrada— por lo que ni lo intento cuando paso por la puerta. Me quedan dos opciones. ¿El patio trasero? Puede ser. Es mi lugar favorito para jugar. Las cajas antiguas que, seguramente, ni mis padres saben que tienen dentro, el antiguo horno para panes y el gran ropero rayado que ya estaba ahí cuando nos mudamos, me dan el espacio suficiente para controlar mi numeroso ejército de chapitas de botella. Puedo pasar horas  en el patio inventándome sagas completas en mi cabeza. Ni la suciedad del lugar me desanima de entrar. La calamina que solo cubre la mitad del patio, no evita que todo el polvo de mi barrio termine por cubrir cada superficie de este. Es imposible entrar al patio y salir sin una sola mancha de polvo. Y una que otra telaraña. No es el lugar ideal para esconderse. ¿Mi mejor opción? El cuarto del fondo. Ese cuarto me encanta. Es utilizado por mis padres como almacén de la bodega. Sin embargo, para mí es un castillo de sorpresas. ¡Oscuro a más no poder! Las cajas de gaseosa y cerveza, paquetes de papel toalla, cajas de productos de limpieza y muebles antiguos que no encuentran lugar en la casa, no dejan entrar la luz a pesar del gran ventanal que tiene hacia el patio trasero. Se me hace fácil escurrirse entre el desorden. Lo encontré ¡Es perfecto! Encontrarme aquí será imposible, o al menos, así lo creía yo.

***

¡Hijo, despierta ya, sal a desayunar!–  me dice mi papá mientras abre la puerta de mi cuarto para poder entrar y abrir las cortinas. Soy de sueño ligero. Al primer llamado respondo mientras me siento fastidiado por la destellante luz que ingresa por el gran ventanal que da al patio trasero de la casa. Fue una mala decisión, ¿no? – me dice mi papá con una sonrisa en el rostro mientras ve como me cubro la vista de la luz. A pesar de la nueva distribución, que tanto me costó pensar ayer, aún no me acostumbro a mi nueva habitación. Pensar en una distribución en la que los muebles convivan ‘’temporalmente’’ con los productos restantes de la bodega me sigue causando dolor de cabeza. Una vez puestos los lentes y con la mirada más clara, veo por unos segundos la ropa tendida en el patio. ¡Mi uniforme no está! pienso por un segundo. Mi alma me vuelve al cuerpo cuando lo veo sobre la silla al lado de la puerta ya planchado y doblado. ¡Gracias pa!-- dije mientras él sale del cuarto. Aún medio dormido me toca ir al baño a cepillarme los dientes, lavarme la cara y peinarme. Rutina necesaria para despertar por completo y poder salir ‘’decentemente’’ a desayunar al comedor sin ser mal visto por los clientes que llegarán en cualquier momento. El camino al baño es parte de la rutina: salir por la puerta de mi cuarto y girar a la izquierda. Cuatro pasos hacia adelante, levantar el pie izquierdo esquivando las botellas de vidrio del suelo. Tres pasos más pegado al muro de la derecha y aguantar la respiración mientras paso por las bolsas empolvadas amontonadas sobre algunas cajas. A mitad de camino, tocar la puerta de mi hermana y repetir: ¡Ya estamos tarde! Y seguir sin escuchar respuesta alguna, ella sí tiene el sueño pesado. Finalmente, caminar los últimos 5 pasos hacia el frente con cuidado de no chocar algún producto nuevo que haya sido colocado la noche anterior. Antes de entrar al baño me asomo al cuarto de mis padres. Me gusta ver si mi mamá ya despertó, aunque no recuerdo el día en el que ella se haya despertado antes que yo. Minutos después, mientras me seco la cara, escucho el clásico sonido del enrrollable de la bodega. Solo hay una explicación, papá ya está trabajando.

***

¿Los refrescos ya están servidos?¿La salsa para los tamales ya está?-- pregunta una de mis tías agitada desde la bodega avisando para que le abran la puerta al comedor. Sé que el momento de ir a mi lugar seguro se acerca. El primer domingo de octubre llegó, por lo que mi casa huele a flores. Desde que tengo memoria, todos los meses de octubre mi familia recibe al Señor de los Milagros en la puerta de mi casa con una alfombra de flores sobre la pista. Preparar el desayuno, servir el compartir para los cargadores, mezclar la brea con el aserrín y, por supuesto, dar color a la alfombra con los pétalos de flores deshojadas la noche anterior en la bodega son algunas de las tareas de ese día. Ni con los casi cien familiares invitados ese día podemos acabar a tiempo. Este día me gusta más por la tarde que por la mañana. Por la tarde empieza la fiesta. Mi comedor se une a la bodega y todo se ve más grande. Ya me imagino jugando con mis primos después de comer hasta la madrugada. Hoy no hay control… ¡Boom!, se escuchó a la lejos. La primera alarma siempre me hace saltar. Nunca entenderé porque le gusta a la procesión asustarnos  con pirotecnia. Al segundo, mi mamá me llama desde la cocina. Ya vio donde estoy, jugando con mis primos corriendo descontroladamente por la bodega. Mientras entro al comedor veo caras raras en mis tias —seguro también se asustan con la pirotecnia—  mientras susurran y veo que mis tíos se mueven cada vez más rápido. ¡Te encargas de cuidar la bodega!-- me dijo mi mamá mientras señala el banco alto detrás del mostrador de la bodega. El mostrador de vidrio me deja ver a través de él todo lo que pasa afuera. Ella sabe que no voy a cuidar nada porque me distraigo rápido viendo a mi familia entrar y salir, pero también sabe lo que me hace sentir estar sentado en mi lugar seguro. Poder ver hacia afuera desde dentro de mi cocina me calma. El sonido de las explosiones, mi familia entrando y saliendo a paso veloz, los ‘’¡Ya viene!’’, el olor de los sahumerios y los cánticos de la procesión que se intensifican cada vez más no logran asustarme mientras estoy aquí dentro. Todo se ve bien desde aquí, el ruido y descontrol del momento se va yendo de a pocos. Lo peor ya pasó y solo pienso en que sobreviví un año más. ¡La procesión ya se va!. Me gusta ver a través del mostrador, puedo ver todo desde la tranquilidad de mi cocina y no hay nada de qué preocuparse, total, desde aquí nadie puede verme. ¿Cierto?.

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