EL LIDERAZGO
SAYAS19 de Junio de 2014
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Las emociones son procesos multidimensionales con un componente
cognitivo-subjetivo y otro conductual, pero también son reacciones fisiológicas que
preparan al cuerpo para la acción adaptativa (Reeve, 1994). La posibilidad de que
los cambios corporales fueran previos a las experiencias emocionales supuso un
planteamiento novedoso y contraintuitivo: primero debemos ver al oso, sopesar las
consecuencias de sus zarpazos y asustarnos, pero para entonces ya estábamos
corriendo sin tiempo a que toda esa cadena de lógicos aconteceres sucediera. Se podría decir que teníamos miedo porque estábamos corriendo y no lo contrario
(James, 1884).
Sin embargo, no está claro que existan respuestas autonómicas específicas
para diferentes emociones (Alcaraz, 1993). Por ejemplo, si el miedo viene
acompañado de un patrón específico de tasa cardiaca y frecuencia respiratoria,
¿es posible reproducirlo en un sujeto y conseguir evocar una emoción similar? El
trabajo de Marañón (1920) con la adrenalina y posteriormente el de Schachter y
Singer (1962), evidencian lo complicado de este supuesto. Estos autores
entienden la activación fisiológica como un arousal generalizado y difuso que
establece la intensidad pero no la cualidad de la emoción, que vendría
determinada por la evaluación cognitiva de la situación. Este razonamiento no
explica qué genera la respuesta fisiológica en primer lugar ni qué permite al
organismo calificar un estímulo como relevante o no respecto a otros.
El intento de unificar las teorías centralistas, donde la interpretación cognitiva
convierte al factor fisiológico en un mero componente deactivación, y las teorías
periféricas, donde la emoción puede ser entendida con un claro sentido fisiológico,
sufrió grandes críticas (Marshall y Zimbardo, 1979), ya que el contexto social
parecía no ser suficiente para etiquetar la activación fisiológica. El contenido
principal de todas estas críticas es que aún cuando el contexto determine la
interpretación que el sujeto hace de la actividad corporal que está
experimentando, esto no explica cómo una activación fisiológica primaria e
inespecífica da lugar a un reacción específica y excluyente de
alejamiento/acercamiento que influya en la posterior interpretación cognitivosubjetiva del sujeto. La interacción entre el estado fisiológico y la cognición fue
interpretada por Arnold (1960) como una tendencia sentida que conduce a
acercarse a cualquier cosa evaluada positivamente y alejarse de cualquier cosa
evaluada negativamente.
Pero esta interpretación de las emociones no se adecua a su desarrollo y
funcionalidad en la vida social. No siempre nos alejamos de manera instintiva de
los peligros, porque no siempre éstos se pueden percibir de manera clara y
explícita. En este sentido Damasio (1994) establece dos sistemas de procesamiento diferentes para las emociones primarias y para las secundarias o
sociales. Mientras que las primeras dependen del sistema límbico (amígdala y
cíngulo anterior principalmente), las secundarias requieren de las cortezas
prefrontales y somatosensoriales. Damasio mantiene que la emoción es la
respuesta que sigue a un proceso evaluador, pero este proceso no tiene por qué
producirse a nivel cortical.
Dentro del campo de la toma de decisiones esta controversia
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