Esclavitud Laboral
Jose15Reyes0412 de Febrero de 2014
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Esclavitud laboral
En este artículo se analiza la exigencia de los empresarios españoles: sacrificar el tiempo libre en función del supuesto éxito de la empresa.
Va una escena recurrente de la cotidianeidad corporativa española.
Frente a problemas como la baja productividad, la falta de integración, el uso dispendioso de recursos de la empresa, o cualquier otro problema que sugiera una carencia de conciencia de grupo en torno al progreso de la empresa, los directivos nacionales tienden a caer en el cliché y realizan una junta en la que, con tono serio y regañón, le echan en cara a los empleados el hecho de que piensen en ellos antes que en la compañía.
Con el objetivo de hacerlos sentir un poco avergonzados, el director les sugiere que su falta de conciencia es una condición consecuente con la naturaleza española, y recurren al ejemplo del sacrificado empleado japonés para demostrarlo.
“Deberíamos aprender de los japoneses -argumenta vehemente el director-. Ellos lo dan todo por la empresa. No piensan en horarios, ambiciones personales o en tiempo libre. ¡Por eso tienen éxito!”
En efecto, usar el ejemplo japonés del sacrificio laboral es un lugar común a la hora de inspirar a los empleados.
Sin embargo, sólo porque sea común no significa que sea una verdad absoluta.
A finales de los 80, época en la que Japón parecía erigirse como la gran potencia económica a vencer (un lugar que, irónicamente, hoy es ocupado por China), la Organización Mundial del Trabajo comenzó a registrar un alarmante fenómeno en la tierra del sol naciente: un notable incremento de mortalidad en el segmento de hombres cuya edad comprendía entre los 35 y 50 años.
¿El veredicto de la comunidad médica japonesa? Sus organismos, simple y llanamente, se habían colapsado a causa del exceso de trabajo.
Así, el “Karoshi” (muerte por trabajo) se convirtió en uno de los problemas sociales más preocupantes de Japón.
La situación ha empeorado con los años.
Temerosos de perder su empleo a causa de la recesión que atraviesa el orbe, pero que ha tenido efectos más pronunciados en Japón, los empleados nipones están trabajando a extremos literalmente mortales.
Según Hiroshi Kawahito, secretario general del Consejo de Defensa para los Damnificados por Karoshi, una organización que le ayuda a las familias desahuciadas a demandar por negligencia a las empresas que empleaban a sus seres queridos, 20.000 japoneses mueren al año por exceso de trabajo.
Las empresas ya están tomando cartas en el asunto.
No sólo por las múltiples demandas que han recibido por parte de los familiares de las víctimas --quienes le exigen a las compañías una indemnización similar a la que el Estado japonés le otorga a los familiares del Kamikaze en tiempos de guerra--, sino porque también se han percatado de que un trabajador sin tiempo libre y vacaciones es un empleado poco creativo y productivo.
De hecho, varias compañías japonesas ya le ordenan a los trabajadores que “fichen en la entrada; no para pedirles que cumplan cabalmente con el horario de trabajo, sino para que puedan supervisar que no trabajen más de la cuenta.
Totalitarismo con rostro feliz
El Karoshi es la muestra más dramática de lo que puede acarrear el exceso de trabajo.
No obstante, la esclavitud laboral puede presentarse bajo muchos rostros.
Hace poco, la filosofía emprendedora de la nueva economía ha producido lo que en opinión de muchos es una nueva forma de totalitarismo laboral, uno que si bien se presenta con una cara sonriente, detenta las mismas dosis de autoritarismo: la invasión de la esfera laboral en la esfera privada de los
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