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Tratado de libre comercio: A negociar, ahora sí, el libre comercio


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2015  •  Ensayos  •  1.671 Palabras (7 Páginas)  •  305 Visitas

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1990: A negociar, ahora sí, el libre comercio

El 27 de Julio de 1989, al acabar las negociaciones para la reducción de la deuda, se asomaba el desafío de  construir un futuro mejor. La reducción de la deuda parecía suficiente para crear condiciones que le permitieran al país volver a crecer y generar las oportunidades de empleo que exigían los mexicanos. Con solo seguir ese camino hubiéramos podido recuperar el crecimiento económico y estabilidad de precios. La situación parecía propicia para que nos hubiéramos dedicado a disfrutar y compartir el éxito del momento, con la reducción de la deuda, y buscar un acomodo global. Pero ese año la realidad global cambió drásticamente y nos encontramos ante una nueva circunstancia política y económica. Cada vez que ocurría una transformación mundial, sus efectos estremecían a toda la región.

A finales de Noviembre de 1989, cuatro acontecimientos internacionales tuvieron repercusión en México. La caída del Muro de Berlín, la reunión cumbre entre Estados Unidos y la URSS, que confirmo el fin de la guerra fría, la primera elección democrática en Chile, destituyendo la dictadura de Augusto Pinochet y finalmente la invasión de Estados Unidos a Panamá.

Todos estos hechos formaron parte de una transformación mundial. Los estados Unidos emergían como la única superpotencia en el mundo. Enfrentábamos transformaciones aceleradas; los muros económicos y mentales entre países se habían caído. Al invadir Estados Unidos a Panamá, se generó un desacuerdo de nuestra parte, ya que éramos parte de la OEA, y condenamos el hecho. Este acto nos hizo retroceder en relaciones interamericanas. Al haber ya diferentes tratados comerciales, por ejemplo EUA-Canadá, Comunidad Europea, etc., México no podía quedarse atrás en este tipo de relaciones y decidimos abrirnos paso dentro de los bloques comerciales.

Históricamente la vecindad entre México y EUA fue considerada una desgracia por muchos mexicanos. Nos colocaron como los vecinos incómodos, distantes y a la vez cercanos, y por supuesto, caóticos entre sí. La relación entre los dos países rebasaba los aspectos comerciales. Se tenía además problemas migratorios, indocumentados, fricción y tensiones. Transformar la relación con Estados Unidos era el objetivo.

En las primeras oportunidades para establecer una nueva relación, el presidente Bush y yo entablamos conversaciones para regular la estrecha relación económica. Nuestra nueva estrategia debía establecer reglas claras para la relación económica. Debíamos integrarnos al movimiento mundial de Libre Comercio. A falta de reglas claras y permanentes en nuestros tratos comerciales, muchas veces el producto mexicano se quedaba en la aduana, debido a la detención por parte de oficiales norteamericanos. A principios de 1990, México comenzó a notarse con inflación elevada y un riesgo de problemas en balanza de pagos. La inflación se había acelerado debido a un aumento en la demanda, ya que los salarios crecieron un 9%. Necesitábamos más divisas y más empleos. Las exportaciones generaban las dos cosas; se necesitaba mayor acceso a Estados Unidos. Cada año se tenía que volver a negociar con Estados Unidos para poder exportar más productos a su país. Era necesario encontrar un cambio.

En diversas visitas que realizamos a Londres, Portugal, Alemania y Bruselas, me reuní con diversos presidentes y ministros. Ahí, tuvimos la oportunidad de confirmar nuestra preocupación de integrarnos económicamente con EUA. Si actuábamos a tiempo, podíamos incorporarnos en las regiones económicas más importantes y competir con cierta ventaja por los recursos internacionales. En estas relaciones y encuentros acontecidos, también entendimos una cosa: por una parte, México sólo sería atractivo como parte de uno  de los tres grandes bloques de comercio internacional. Al mismo tiempo, la región europea y asiática nos tomaría en cuenta para negociaciones comerciales serias y duraderas, únicamente si formábamos parte del bloque de América del Norte. Debíamos entonces acercarnos en lo económico a EUA, compartir su mercado, para atraer el interés de Europa hacia México.

En febrero de 1989, en Davos Suiza, comentamos entre Jaime Serra Puche, secretario de comercio, y yo, el inicio de los contactos para la negociación del TLC con Estados Unidos. Serra se comunicó con Carla Hills, responsable de negociaciones comerciales de EUA, para establecer una zona de libre comercio. Estaba sorprendida, y nos dijo que lo transmitiría a su gobierno en busca de una respuesta. Mientras tanto, haríamos consultas internas para crear consensos a favor de esta decisión.

Ahora, mientras tanto, la siguiente misión era reducir la deuda interna. Para conseguirlo se requerían recursos, y éstos provendrían de ingresos de privatizaciones. Estaba en marcha la de Teléfonos de México y se trataba de privatizar la banca. Teníamos que empezar por convencer a los mexicanos de que valía la pena cambiar el tipo de relación histórica con los Estados Unidos. Requirió un amplio proceso de explicación y diálogo con grupos diversos y sectores especializados. Había acuerdo y desacuerdo en el interior del país por el anuncio del TLC. Como era de esperarse, se enfrentaron grandes retos para manifestar nuestra intención con el acuerdo y llegar a un mismo consenso con las diferentes instituciones, grupos y personajes que en su derecho daban su opinión.

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