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De la Autodependencia a la Interdependencia

Alfredo PerezResumen6 de Junio de 2025

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DE LA AUTODEPENDENCIA A LA INTERDEPENDENCIA

Por Alfredo Pérez

¿Cómo podemos conseguir mejorar nuestras relaciones con los demás y obtener todos estos beneficios si no confiamos? ¿Cómo podemos confiar si hay miedos y rencores en nuestro interior? ¿Cuál es el camino que nos lleva a vivir libres de temores e integrados a los demás en verdadera solidaridad? Ya conocimos el “qué” y el “para qué” de las buenas relaciones; en las últimas lecciones nos adentraremos más en los “cómos” que nos auguren mejores vínculos.

LA AUTODEPENDENCIA.

En su libro “El Camino de la Autodependencia”, el psicólogo gestalt argentino, Jorge Bucay, nos plantea un reto crucial para que nuestras relaciones sean saludables, maduras, enriquecedoras y evolutivas: el reto de ser autodependientes.

Para poder comprender este concepto, hacemos ahora alusión a un poema de Gibrán Khalil Gibrán, acerca del matrimonio, que nos ayuda a comprender cómo es el verdadero amor:

"Nacisteis juntos y juntos permaneceréis para siempre.

Aunque las blancas alas de la muerte dispersen vuestros días.

Juntos estaréis en la memoria silenciosa de Dios.

Mas dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.

Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.

Amaos uno a otro, mas no hagáis del amor una prisión.

Mejor es que sea un mar que se mezca entre orillas de vuestra alma.

Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis sólo en una.

Compartid vuestro pan, mas no comáis de la misma hogaza.

Cantad y bailad juntos, alegraos, pero que cada uno de vosotros conserve la soledad para retirarse a ella a veces.

Hasta las cuerdas de un laúd están separadas, aunque vibren con la misma música.

Ofreced vuestro corazón, pero no para que se adueñen de él.

Porque sólo la mano de la Vida puede contener vuestros corazones.

Y permaneced juntos, más no demasiado juntos:

Porque los pilares sostienen el templo, pero están separados.

Y ni el roble ni el ciprés crecen el uno a la sombra del otro. "

(Del matrimonio, en el libro “El Profeta”)

Según este sabio texto de la literatura hindú, el verdadero amor necesita libertad, necesita espacio, necesita soledad. El verdadero amor se nutre de las profundas raíces del amor interior a uno mismo. Cuando le preguntaron a Jesucristo para ponerlo a prueba, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley de Dios?, Él contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas”. Mt. 22, 36-40.

Implícita en esta respuesta está un verdad básica del amor maduro: “Amarás… con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente… y, como a ti mismo”. Nadie puede conocer, aceptar y amar a otros (ni siquiera a Dios), si no se conoce, acepta y ama a sí mismo primero. Nadie puede poner todo su corazón, alma y mente en una relación si antes no se apropia de ellos a través de un proceso de autoconocimiento, autovaloración y amor a sí mismo.

Sin embargo, este proceso de auto amarnos, requiere de que vayamos avanzando en una serie de etapas de maduración de nuestra persona. Cuando nacemos, como seres humanos que somos, dependemos totalmente de nuestra madre –o como sucede cuando muere la madre en el parto- de las personas que quedan a cargo nuestro. Somos seres completamente dependientes; de hecho, el ser humano es la única especie animal en la que sus recién nacidos no se pueden valer por sí mismos al nacer. La dependencia asegura nuestra sobrevivencia, por lo menos en principio.

Y ¿qué significa ser dependiente? Según lo explica Bucay: “La palabra dependiente deriva de pendiente, que quiere decir literalmente que cuelga (de pendere), que está suspendido desde arriba, sin base, en el aire.

Pendiente significa también incompleto, inconcluso, sin resolver. Si es masculino designa un adorno, una alhaja que se lleva colgando como decoración. Si es femenino define una inclinación, una cuesta hacia abajo presumiblemente empinada y peligrosa. Con todos estos significados y derivaciones no es raro que la palabra de-pendencia evoque en nosotros estas imágenes que usamos como definición:

Dependiente es aquel que se cuelga de otro, que vive como suspendido en el aire, sin base, como si fuera un adorno que ese otro lleva. Es alguien que está cuesta abajo, permanentemente incompleto, eternamente sin resolución.” Por eso, concluye, Bucay: “Depender significa literalmente entregarme voluntariamente a que otro me lleve y me traiga, a que otro arrastre mi conducta según su voluntad y no según la mía.”

Cuando no superamos la dependencia y nos aferramos a una persona en particular porque decimos “la necesito para vivir” (o para ser feliz, que es lo mismo), porque “sin ella me muero”, entonces llegamos a un nivel conocido como co-dependencia. Ya se trate de los padres, de la pareja, de un amigo, de un jefe, de un grupo, de un puesto o hasta de una empresa, de la que no podemos separarnos porque nos sentimos indefensos e incapaces de sobrevivir sin ello, nos volvemos entonces codependientes.

La codependencia es enfermiza pues limita nuestro desarrollo y maduración. Es en el fondo una vida parásita. Un parásito es, según el diccionario, un organismo que vive a costa de otra especie. El parásito, que puede ser animal o vegetal, se alimenta del otro organismo, debilitándolo o enfermándolo aunque, por lo general, sin llegar a matarlo. De la misma manera, una persona codependiente se vuelve un parásito de otro; le chupa su vida, pero tampoco él vive por sí mismo, porque en el momento en que se separe de su codependiente, sentirá que se muere. La codependencia es una adicción y una persona madura no necesita de adicciones, no necesita de otro para vivir, se basta a sí mismo.

Dice Bucay: “Por eso suelo decir que el codependiente no ama; él necesita, él reclama, él depende, pero no ama.”

No podemos quedarnos eternamente en un estado de dependencia. En nuestra genética están inscritas una serie de tendencias o instintos que nos mueven a crecer, a madurar, y para ello requerimos liberarnos de la dependencia. Y por eso buscamos ser in-dependientes. Socialmente se nos impulsa a lograr la independencia para poder sobrevivir en sociedad. Ser independiente es la meta o el ideal que nos venden los medios masivos de comunicación, y es lo que nos exige la adultez occidental.

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