La historia y el éxito de Grupo Bimbo, destacando el liderazgo de Lorenzo Servitje Sendra
montse8181Documentos de Investigación19 de Septiembre de 2016
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La mística de Bimbo ha sido objeto de estudio en las más prestigiadas escuelas de negocios del mundo. Aunque resulta cierto que ninguna obra exitosa es hija del tesón de un sólo hombre, sino del trabajo de una multiplicidad de voces, de un equipo volcado a laborar largas jornadas con empeño y visión, en lo sustancial Bimbo lleva implícito el sello de liderazgo de Lorenzo Servitje Sendra.
Bimbo abrió sus puertas en México el 2 de diciembre de 1945 con cuatro accionistas, cinco productos, treinta y ocho trabajadores y empleados diez vehículos en la planta de Santa María Insurgentes; sus colaboradores se distinguían por ser orgullosos de portar l la camiseta de la empresa. Esto valía mucho ya que los trabajadores se sentían comprometidos con la empresa desde entonces "Yo soy Bimbo". Y esta voz, implicaba visión de crecimiento, honradez y entrega al trabajo, sigue engrandeciendo a esta empresa mexicana que, más de setenta años después de haber sido creada, se ha convertido en líder mundial en la industria de la panificación en todo el mundo gracias a la colaboración de todos los que han venido siendo parte de esta organización.
Se presenta en 22 países y sus ventas anuales son de 14 000 millones de dólares, hoy Grupo Bimbo cuenta con 171 plantas distribuidas en América, Asia y Europa y produce más de 10 000 productos bajo un centenar de prestigiadas marcas entre otras: Bimbo, Marinela, Oroweat, Sara Lee, New York Bakery, Barcel, Entenmann's, Tía Rosa, Mrs. Baird's, Ricolino, Pullman, Dulces Vero, Fargo, Nutella, Arnold, Thomas, Brownberry que se distribuyen en 53 000 rutas alcanzando 2 300 000 puntos de venta.
A don Lorenzo, como se le conoce y como gran parte de la organización lo ha venido identificando, se niega a portar la medalla: el dice que no es un lobo solitario, se refiere con estas palabras a que todo lo que a lograda hasta el momento es por la gente trabajadora que he tenido a su alrededor y aparte de eso los trabajadores y sus colaboradores y toda la organización y externas a ella también lo reconocen como un líder dentro de la empresa que también tiene visión en todos los aspectos.
Aseguran que su capacidad analítica para sopesar los posibles escenarios, su ejemplo de perfección, disciplina y constancia, su mirada exigente y su inteligencia en la capacidad de organización y su formación social que cabe resaltar un punto muy importante que es la religión cristiana dentro de la formación social que le brindaba así es como fue la, manera intuitiva, impuso desde un principien el inicio de la visión de la empresa: ser altamente productiva y plenamente humana.
Lorenzo Servitje (Ciudad de México, 1918) planeó cada detalle, maximizó los recursos y dio fundamento a la ideología, contagiando a los colaboradores para alcanzar el crecimiento personal y el de la empresa. Creó manuales y cursos, innovó en marketing y comunicación interna e impulsó campañas publicitarias cuando a ningún panadero se le hubiera ocurrido invertir en imagen, algo que jamás pensaría que fuera tan relevante e importante para la organización y que aumentaría sus ventas llevándolas al máximo.
Guiado por sus principios creó una empresa netamente mexicana que no solo ponía el nombre de México en alto si no también daría nombre al pan de caja y se convertiría en una empresa multinacional productora más importante del mundo.
Este plan que genero tras un serio y riguroso estudio de mercado él mismo mecanografió en 1944 apuntando lo que sería Bimbo es tan insólito, que a los expertos del Business School de Harvard o de Stanford les parecía increíble, casi imposible , que alguien tan joven sin estudios sin alguna carrera universitaria que a penas tenias solo pocos años en un ámbito laboral tan complicado lograra y fuera capaz de establecer con tal claridad y detalle las bases del crecimiento de la panificadora y garantizar, además, la productividad a largo plazo.
Su mirada en el negocio más bien en la empresa era más clara que el agua sabía lo que quería y como lo iba a lograr: fabricar productos de calidad, posicionar las marcas y crear una 19 envidiable red de distribución que alcanzara los lugares más remotos del país.
Ahí donde las autoridades decían que no podían llegar para dar educación a los mexicanos, Bimbo llegaba con puntualidad inglesa.
Así este señor lograba entrar a cualquier lugar en el que nadie pensaba y aun más lograba prestigio ventas dinero más dinero.
Ahí donde no había relojes o futuro, era posible saber la hora del día por la exactitud con que diariamente llegaba el camión a dejar o recoger mercancía de miscelánea en miscelánea, removiendo a su paso polvo y nubes de abandono entre brechas y barrancos.
Tan sólo dos años después de haber inaugurado la primera planta, don Lorenzo y sus socios ya habían reunido suficiente capital para pagar la deuda inicial y para duplicar las dimensiones del negocio con la construcción de 3 000 metros cuadrados más.
Bimbo se posicionó en el mercado y tuvo ampliaciones en 1947 y 1952. Guadalajara inició operaciones el 9 de diciembre de 1956 y Monterrey, el 6 de marzo de 1960.
Al darse cuenta de que había un vacío en el mercado de pastelitos individuales, es cuando entra una empresa que hoy en la actualidad todos la conocemos crearon Marínela en 1957, sin imaginar la penetración que tendría. En 1975, llegaron a vender un millón de gansitos diarios el pastelito como tal.
Don Lorenzo seguía haciendo importancia en trabajar con responsabilidad excesiva, sin tregua ni descanso, bajo una incesante política de austeridad y de reinversión continua. Era severo y riguroso con todos, empezando consigo mismo.
Jaime Jorba, su primo y cuñado, y Roberto Servitje, su hermano menor, fueron entrevistados para poder escribir otro libro que tendría por nombre los que daba Vida y visión de los fundadores de Bimbo que reconocían y admiraban su liderazgo, pero también resentían su asfixiante látigo de exigencias de don Lorenzo
Burlón, Jorba decía que padecía "lorencitis aguda" y lo apodaba Manuelito, "porque para todo quería elaborar un manual!". "Era tan brillante como líder y visionario, era tan mandón, que si hubiera sido sacerdote, como de joven algún día se lo propuso, hubiera llegado a cardenal".
Servitje nunca quiso estar en el organigrama empresarial el cargo de presidente, decía que nunca aceptaría tener tumbas ni lápidas en vida, pero ello ha resultado contraproducente porque en la empresa se respiraba su liderazgo.
Don Lorenzo sigue siendo un inconforme, siempre como un hombre sumamente critico. Aún se mantiene creativo y vital, conformando equipos y analizando cómo mejorar cada día dentro de la empresa y no solo en la organización si no como personas y llevando se de la mano a los que los que querían seguir
Algo tan inteligente que son Lorenzo hacia por su empresa era que se subía a los camiones de Barcel para estudiar las rutas y sentó las bases para lanzar nuevos productos con la consigna, de posicionar esta marca en el mercado
Don Lorenzo siempre ha sido un Líder moral gran ejemplo en el ámbito empresarial mexicano, a sus noventa y seis años sigue yendo a diario a la oficina y, sin dejar un solo pendiente, sigue resolviendo sus ocupaciones entre asuntos familiares los Servitie Montull
Suman más de cien miembros y ante la falta de tiempo porque es consiente de que su reloj puede detenerse en cualquier momento busca agilizar soluciones para su adorado México cuyos problemas medulares (inseguridad, desarrollo económico, educación, y polarización social) siguen siendo parte prioritaria en su agenda personal.
Juan Servitje, su padre de don Lorenzo, era hijo de campesinos. Apenas sabía leer, escribir, hacer cuentas. Pasó la infancia cultivando trigo, vid y olivos en una masía, una casa en la montaña en la provincia de Barcelona, donde sus abuelos Magín y Rosa eran los sirvientes. Como el trabajo del campo le disgustaba y sentía que su padre lo trataba con rudeza, su papá a sus nueve años, con sólo tres pesos en su bolso, se trepó en un tren y así llegó a Barcelona donde comenzó lavando platos en un restaurante y después despachando vinos en el mostrador de una taberna.
Ahorró dinero y en 1903, para evitar cumplir con el servicio militar obligatorio, se embarcó en tercera clase soñando con "hacer la América" y llegó al puerto de Veracruz.
Su intención aquí en Guadalajara era trabajar en una cantina pero, de paso por la Ciudad de México, los tíos Pepe y Celedonio Torrallardona, primos de su mamá, lo contrataron para trabajar en su pastelería La Flor de México. Le ofrecieron "casa, comida y cigarros", la cama era compartida con el resto de los empleados: el piso de la pastelería, y el sueldo: apenas cien pesos mensuales.
La relación con sus tíos no fue de todo muy agradable y en 1909 don Juan Servitje se marchó a Buenos Aires, donde trabajó en la confitería El Molino. Cuando regresó a la capital mexicana, tres años después, los tíos lo recontrataron con nuevas condiciones, a fin de capitalizar lo aprendido en esa moderna pastelería con influencia europea. Pero, sin miras de crecimiento y enfrentando continuos roces con los tíos, mi padre, recién casado con mi madre, buscó la manera de independizarse.
Su vida fue de ascensos y de vertiginosos descensos en términos económicos, pero era luchón y trabajador, no se desanimaba. Invirtió su capital en un negocio de guantes y lo perdió todo porque el barco que traía la mercancía de Europa fue bombardeado en la vorágine de la Primera Guerra Mundial. Luego, logró vender una partida de madera y con ese capital compró una máquina para hacer bolillos, recién patentada, que vendió por 30 000 pesos oro a la Unión de Panaderos, un gran negocio para mi padre, aunque no para los panaderos, porque los obreros se negaron a usarla y terminó abandonada como una pila de fierros oxidados.
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